En Citroën Racing todavía estaban lamentándose por el pinchazo de Craig Breen en el que el irlandés cedía más de dos minutos, cuando Paul Nagle, copiloto de Meeke, llamaba para dar las malas noticias. Tras el pinchazo en el TC6, él y Kris llegaban al final de la séptima especial sabedores de que sólo contaban con siete neumáticos. Allí, todavía quitándose el casto, Meeke preguntaba a Colin Clark por el estado de las ruedas sabedor de que algo no iba bien. ‘The voice of rally’ era sincero: “se ven muy mal” respondía ante la mirada de complicidad del piloto del equipo galo.
Ya en el enlace, la pareja del Citroën C3 WRC con el dorsal #10 podía comprobar que el estado era incluso peor de lo que esperaban. Por delante restaban dos pasadas por la especial urbana de la ciudad de Oporto y casi 26 kilómetros de enlace hasta la asistencia. En su mente, la normativa del Mundial de Rallyes que obliga a que las cuatro ruedas de un vehículo puedan girar libremente cuando el coche se encuentra fuera de los tramos.
De nuevo fruto de la improvisación de los rallyes, Meeke y Nagle decidían tomar medidas desesperadas, la rueda que había sufrido delaminación les había arrancado el panel trasero izquierdo, incluso se había llevado por delante el retrovisor de ese lado. Sin embargo, les iba a servir para poder hacer los dos pasos por el tramo espectáculo. Miles de personas completaban atónitas en la ciudad lusa y por Internet cómo Meeke estaba listo en la zona de salida con únicamente tres neumáticos y en el extremo del eje posterior, la llana, ya machacada y limada que le serviría de apoyo durante ambos tramos de 1,95 kilómetros.
La contención de daños funcionaba, cediendo apenas medio minuto en cada una de las pasadas y consiguiendo incluso mejorar el tiempo de del primer paso por casi cuatro segundos. Obviamente los problemas para mantener el coche sobre el adoquinado que plagaba prácticamente por completo el recorrido habían sido destacables, y la presencia de rotondas provisionales en las que los pilotos debían hacer un giro de 360 grados no ayudaron a un Meeke que incluso tuvo un pequeño trompo y que terminaría sacando chispas al producirse el contacto entre la llanta sin neumático y el asfalto.
Sin duda a la FIA no le debió gustar mucho la imagen (buena muestra de ello es que no hay vídeos colgados en los canales oficiales) después de la intensa campaña que han realizado de concienciación acerca de la seguridad vial, pero se demostraba una vez más la capacidad que tienen los pilotos del WRC para la improvisación y la continúa adaptación. Al terminar la última especial del día, los hombres de Citroën montaban el neumático dañado, al borde también del pinchazo, para realizar los 25,88 kilómetros que le separaban hasta Exponor. Final feliz y una buena excusa para recordar otras medidas desesperadas que hemos visto durante la historia del Mundial de Rallyes.