La desaparición del Commodore del Supercars representará el fin de una era porque la categoría se sustentó sobre la rivalidad entre Holden y Ford, los dos fabricantes más importantes de Australia. Si bien por el campeonato, en sus mejores tiempos, desfilaron otras marcas, solamente las dos mencionadas han tenido el poder de convocar fanáticos en torno a las carreras debido a la afinidad que podían sentir los seguidores al observar que los coches que realizaban grandes proezas en los circuitos eran los mismos que circulaban por las calles. Esa exitosa fórmula era la que había elevado los índices de popularidad de la NASCAR y del DTM en otras latitudes, pero con el transcurrir de los años y sobre todo por la influencia de los fabricantes en la toma de decisiones, todo se fue distorsionando, se perdió lo esencial que en estos casos es la identidad. El campeonato norteamericano se vino en picada en términos de audiencia y el alemán anunció que mutará a GTs en lo que se advierte como intento desesperado de mantenerse con vida.
En teoría, el Supercars es una categoría de turismos, así que sus coches deberían ser muy parecidos a los que hacen vida por Australia y Nueva Zelanda, sin embargo, en la práctica, desde hace algún tiempo, no es así. Atrás quedaron los años en que los Holden Monaro, Torana y Commodore confrontaban a los Ford Falcon y Sierra, con invitados de lujo tales como los Nissan Skyline y Altima, los Volvo 240 y S60 y el Mercedes E63 AMG, entre otros. Sin Holden y sin el Commodore, el Supercars no tendría sentido, no solamente porque no parecerá una categoría de turismos sino porque también se elimina una de las piedras angulares de la creación del campeonato. El hecho de que General Motors se haya comprometido a permanecer en la categoría no es garantía de que el Supercars se ha salvado, acá se debe estar consciente de que el fabricante norteamericano tiene sus propios intereses y no necesita de la vitrina australiana para preservar su cuota en el mercado comercial.
Una de las decisiones que precipitó este preludio fue dejar sin efecto varias de las propuestas que se habían planteado para el Gen2, sobre todo en lo que respecta a los motores, en aras de mantener a salvo los privilegios de Ford. Como era de esperarse, ningún fabricante, tras observar lo que aconteció alrededor de la introducción del Mustang, se atrevió al menos en meditar su ingreso al campeonato. En este punto se debe estar claros que el cese de la producción del Falcon puso al Supercars en aprietos porque se trataba del tradicional antagonista del Commodore. De allí que la alternativa de adaptar una carrocería de Mustang al chasis del Falcon como una solución provisional fuera aceptada. Posteriormente, el coche de Ford fue acondicionado para el campeonato y ha resultado casi invencible.
Acá se pudiera justificar la posición de los organizadores del Supercars, la apuesta de Ford era muy grande para imponer al Mustang, el coche deportivo más exitoso de su segmento en todo el mundo, como su representante. Contra el Pony Car de Ford no hay sedán que en el mismo rango de precio pueda hacerle frente en las pistas, aunque también se debe decir que en el actual mercado comercial no hay un coche coupé o cuatro puertas con tan altas prestaciones como para pensar en insertarlo en una categoría de turismos y menos financiar un programa de fábrica para desafiar al Mustang. De allí que ningún fabricante mostró interés en el Supercars, Kia desestimó rumores y, según se especula, los esfuerzos por convencer a Toyota para llevar al Supra o a Jaguar para ceder su F-Type han sido infructuosos.
El retiro de Holden constituye un problema cuya solución es muy complicada de hallar. Pensar que los incondicionales seguidores de Holden apoyarán de forma automática a Chevrolet, por la simple razón de que no les simpatiza Ford, es a todas luces ilógico. Serán muchos los seguidores del Supercars que van a desertar porque la categoría ya dejó de ser lo que era. La concepción del Gen3 luce como un movimiento desesperado y extremo porque el Supercars adopta prácticamente el sistema que hasta ahora rige a la NASCAR y que es responsable en gran medida del descenso en los índices de audiencia. Es un riesgo que asumen los responsables del Supercars a falta de otras alternativas, a sabiendas de que el observar carrocerías que sugieren las formas de coches comerciales no ha gustado en los Estados Unidos.
El reglamento Gen3 establece que se utilizará un único chasis y la organización Supercars buscará adquirir las licencias correspondientes para poder fabricar las carrocerías, de acuerdo a los permisos cedidos por los fabricantes. Hasta los momentos se tiene la certeza de que tanto Ford como General Motors estarán presentes en este nuevo ciclo, representados por el Mustang y el Camaro respectivamente. Se supone que los presupuestos estarán controlados debido a las tantas restricciones que aplica la organización del campeonato, sin embargo, ni aún así se advierte interés a la vista por parte de nuevos fabricantes. Sin duda la fiesta organizada por Ford sigue generando inconvenientes porque desde el primer momento en que el Supercars permitió que el fabricante impusiera sus condiciones todo se ha precipitado, aunque en realidad no se vislumbraba otra alternativa para reemplazar al Falcon. Reitero, Ford vela por sus intereses y el principal es mantenerse como líder de ventas en Australia.
El nuevo Supercars pondrá a prueba el nivel de fidelidad de sus seguidores apostando por reeditar la confrontación entre el Mustang y el Camaro pero ahora en suelo australiano, aunque los seguidores del campeonato estén al tanto de que jamás observarán esos mismos coches en las calles. El Mustang comercial no se parece al que compite en el Supercars y el Camaro ZL1 de sexta generación no se comercializa en Australia y Nueva Zelanda, y aunque se hicieran los esfuerzos por importarlo y adaptarlo a las leyes que rigen en aquellos predios tampoco tendría nada que ver con una carrocería que insertan en un chasis común. Para observar una auténtica rivalidad entre el Mustang y el Camaro, los australianos tienen al Touring Car Master donde compiten los Muscle Car más representativos de décadas pasadas.
Se entiende que el horizonte de la propuesta Gen3 es contar con un chasis donde se puedan anclar una diversidad de carrocerías, desde coupés hasta GTs, y que además dispone del espacio para en un futuro instalar tecnología híbrida. Pero vuelven al punto inicial, sin la implicación de al menos dos fabricantes no habrá propuesta que valga, pensar en implementar la hibridación requiere de mucho dinero y de interés colectivo, no es tan fácil como para creer que Chevrolet va a trasladar un lote de sus motores con la nueva especificación de la IndyCar hasta Australia para negociarlos a bajo costo. El Supercars no es una categoría aislada, depende de la decisión de terceros que requieren un retorno de sus inversiones. La experiencia del DTM, al introducir los motores Clase 1, debería constituir un antecedente a la hora de plantearse propuestas tan osadas.
Reinventar el Supercars tras la sentencia que significa la desaparición de Holden parece una tarea muy complicada porque Holden es más que un fabricante, es sinónimo de Australia, es parte de la idiosincrasia de su gentilicio y a todas luces se antoja irreemplazable. Prometer que un enfrentamiento entre el Camaro y el Mustang concederá nuevos bríos a un campeonato de turismos que llegó a ser una referencia en el mundo parece desde lejos un gran atrevimiento. En la actual NASCAR se enfrentan ambos iconos americanos y ello no ha provocado que se eleve el interés en el campeonato. Muchos de los que fueron fieles seguidores de la Cup Series prefirieron irse a otra parte antes de testificar el desafío entre un Camaro y un Mustang ficticios.
¿Qué les lleva a creer a los responsables del Supercars que en Australia la situación será diferente?