Mi compañero Iván Fernández realizó la semana pasada un precioso homenaje al lado «polvoriento» de la historia deportiva de Lancia, una marca a la que se le acaba la gasolina y que parece estar abocada a una inevitable desaparición. La marca italiana escribió páginas doradas en el mundo de los rallyes pero como muchos recordamos, tampoco fue precisamente mera comparsa en los circuitos y su historia es también leyenda gracias a sus éxitos, aciertos y desengaños pero sobre todo por aquel sabor especial que tenía todo aquello que fuera Lancia en la competición. Algo que vamos a echar de menos.
Lo único que cabe esperar es que la situación actual de Lancia no sea una bandera de cuadros sino una bandera roja. Carrera parada, por ahora. Pero que debe volver en algún momento. Porque una marca como Lancia con su historia en el mundo de los circuitos no debe desaparecer de esta forma. Con su revolucionario D50 y su legado en las carreras de resistencia, sería una afrenta histórica que una marca que lució su italianidad con tanto orgullo durante décadas se fuera por la puerta de atrás. Recordamos a los Alberto Ascari, Eugenio Castelloti, Alessandro Nannini, Riccardo Patrese…
Cómo olvidar a los Lancia D50, LC1 y LC2 que compitieron en Le Mans como herederos del espectacular Beta Montecarlo o incluso el particular Stratos HF de circuito. Únicos, cada uno de ellos, con algo que hacía que destacaran de los demás. Siempre de la mano de Ferrari, a través de FIAT llegado cierto momento pero incluso sin el gigante transalpino en su tiempo. Porque Italia era un ente mayor y lo importante era que las empresas del país pudieran seguir defendiendo la industria nacional. En ese sentido todo comenzó con el ya legendario Lancia -que no Ferrari- D50.
Proyectado por el excelente Vittorio Jano, el D50 fue un coche revolucionario con varias innovaciones que habrían podido cambiar la Fórmula 1 para siempre. El programa de Lancia se dio por cerrado tras la muerte de Alberto Ascari. Los problemas económicos de la familia Lancia, su negocio y el terrible suceso eran demasiado para seguir adelante con tamaña misión. Afortunadamente para el mundo, Lancia decidió que el D50 debía sobrevivir y se entregaron los planos y algunos coches a Ferrari para que aprovechara el trabajo. El coche fue campeón del mundo en manos de la empresa de Maranello, con recursos suficientes como para sacarle partido aunque eliminando las innovaciones más complejas en pos de la fiabilidad.
Aunque de forma inusual, había nacido así el primer Lancia con motor Ferrari, algo que a lo largo de la historia acabaría repitiéndose de forma legendaria. En el plano deportivo, en realidad Lancia ya había estado en la competición en el pasado, sobre todo desde que Gianni Lancia pasó a encabezar la compañía. Las victorias de la Mille Miglia y la Carrera Panamericana en 1953 con el D23 habían sido precisamente las causantes de la entrada de la marca a la Fórmula 1 y el mundo de la resistencia aún tenía mucho que ofrecer a su historia. A pesar de ello, hubo que esperar a que FIAT comprara la marca en 1969, dándole una burbuja de aire para crecer tanto en la calle como en la competición.
El Lancia Stratos supuso una reinvención de la marca con uno de sus modelos más míticos pero al contrario de lo que muchos piensan, esta bestia con el músical pero también visceral motor Ferrari Dino V6 no sólo pisó el asfalto de los tramos de rallyes sino que también compitió en circuito. Primero lo hizo en Le Mans con una versión relativamente parecida a la que se podía ver en el WRC aunque con el tiempo llegó a existir una versión de Grupo 5, tan espectacular como particular. Hubo hasta prototipos basados en el Stratos y su vida fue lo suficientemente larga como para que el año 2000 aún compitiera en tres pruebas del Campeonato británico de GT con un motor V6 Alfa Romeo, recordando aquel 037 que estuvo en Fuji en una cita del JGTC.
Pero si hablamos del 037, hay que recordar a su versión de circuito, el Beta Montecarlo que entre otras cosas vio nacer la asociación entre Lancia y Martini -y ganó el DRM alemán en 1980-. Unos colores, forma e imagen que encajaron desde el primer momento, sin duda ayudados por los éxitos obtenidos. Lancia logró el título de marcas en el Campeonato del mundo de resistencia en la categoría de menos de 2.000 centímetros cúbicos en 1979 y la corona general en 1980 y 1981. Todo ello propició que la alianza con Martini fuera cada vez más fuerte y ello dio forma a una década de los años 80 mágica para Lancia. De marca relativamente menor daban el gran salto a ser protagonista absoluta en competición.
Viendo que el futuro de la resistencia estaba en los prototipos, en Lancia se pusieron manos a la obra para producir el estiloso LC1 aunque antes de su debut en competición, la normativa ya había empezado a doblarse a favor de los nuevos Grupo C en lugar del Grupo 6 al que pertenecía la nueva arma de los italianos. Por reglamento, los coches de Grupo 6 no podrían ya puntuar para el campeonato de marcas pero sí para el de pilotos. A su vez, la normativa de economía de uso de carburante existente para los Grupo C no se aplicaba a los Grupo 6 de manera que el Lancia LC1 se encontró con opciones de pelear por victorias generales -logró tres- y hasta Riccardo Patrese fue subcampeón, manteniendo opciones hasta la última cita del año, donde fue batido por Jacky Ickx.
Todo esto lo había logrado Lancia en 1982 a pesar de tener un pequeño motor de cuatro cilindros en línea y 1.425 centímetros cúbicos -turboalimentado, eso sí- como el que se había usado en los Beta Montecarlo. También lograron varias pole position pero la vida del LC1 debía ser corta tras un solo año de carreras por necesidad al cambiar las normativas. Aún así, un equipo privado los mantuvo en 1983 con las modificaciones necesarias para poder estar dentro del Grupo C. En cuanto a Lancia, su equipo oficial iba a seguir, haciendo debutar otro de los vehículos legendarios: el LC2. No logró ser todo lo veloz que querían ni los éxitos fueron los esperados pero su belleza, su encanto, su sonido… todo ello contribuyó a formar un paquete emocionante.
El Lancia LC2 partía con otro motor Ferrari latiendo en sus entrañas, esta vez un V8 con doble turbocompresor. Una obra de ingeniería fantástica pero insuficiente para pelear con los Porsche y compañía. Tenía la base suficiente para ser un coche ganador, como lo evidenciaba su mayor potencia y su fantástico ritmo a una vuelta -firmaron multitud de poles- pero la falta de fiabilidad fue un mal endémico casi imposible de resolver y para cuando la situación empezó a mejorar, Porsche había pasado ya del 956 al 962C y su más avanzada mecánica selló su destino. Tras un 1986 con un solo coche por los eternos problemas de dinero, en Lancia determinaron que el Campeonato del mundo de rallyes tenía más sentido desde el punto de vista económico y ese fue el fin de su presencia en circuitos.
En realidad, los LC2 aún estuvieron en activo en el Mundial de resistencia hasta 1991 en manos privadas pero si con el apoyo oficial no había habido forma de hacerlos competitivos, la situación no iba a cambiar a mejor con menos dinero de por medio. La última participación de un Lancia en un campeonato del mundo en circuito se produjo ese año en la cita de Nürburgring con el enésimo abandono por problemas técnicos. Los problemas de dinero de la marca, la marcha de Martini y la retirada del equipo del WRC no hacían augurar nada bueno para el futuro, aún si en los rallyes se siguieron viendo los sensacionales Delta Integrale HF durante varios años más. Aunque se logró evitar la muerte económica, el programa deportivo era ya cosa del pasado.
Son ya 26 años desde la última vez que Lancia estuvo de forma oficial en un circuito -aunque nos gusta la presencia del Stratos en el Reino Unido, difícilmente puede tenerse demasiado en cuenta- y tristemente no parece que las cosas vayan a cambiar. Lancia brilló con luz propia en los rallyes, de forma merecida además. Pero los altos costes de las carreras en circuito impidieron que la marca lograra los resultados que prácticamente todo el mundo habría deseado ver. Sí, se ganaron carreras. Se brilló, sobre todo en términos visuales. Pero faltaron más éxitos en una época en la que hubo mucha variedad en la competición. Aunque claro, hay quien dice que pasar a la historia y contar con el cariño de los aficionados vale mucho más que cualquier título. Y en ese sentido, la marca de Turín logró sus mayores éxitos. De momento hay bandera roja pero no te vayas muy lejos, Lancia…