Era un fin de semana complicado. Se intentó llevar adelante la prueba completamente ajenos a lo que estaba sucediendo en el resto del mundo, ayudado en este caso por los pocos contagios confirmados que se habían dado en México durante las últimas semanas, sin embargo, el problema no estaba en el país, sino a muchos kilómetros de distancia, justo en el mismo lugar en el que la mayoría de pilotos, copilotos y miembros de los equipos tenían su cabeza. En casa. Con sus familias.
De esta forma, a nadie le extraño que el familiar Sébastien Ogier no tuviera ganas de celebrar, ni tan siquiera descorchó el champán en la entrega de premios y únicamente se calzó las botas tradicionales y se puso el sombreo mexicano como muestra de respeto a organizadores y aficionados. Nadie podía culpar esa respuesta humana del hexacampeón. Cada uno, afronta como puede momentos así, y él lo hizo con respeto y profesionalidad, al igual que el resto de actores que forman parte de este espectáculo llamado Mundial de Rallyes.
Obviamente esa burbuja en la que decían los enviados especiales al Mundial de Fórmula 1 que había Melbourne aquí se mantuvo intacta. Sin casos en la zona del rally o en alguno de los integrantes de la estructura, no hubo motivos para que la presión social llevara a la cancelación de la prueba norteamericana, por lo que todos se pusieron el mono de trabajo y mostraron una vez más sus talentosas manos y competitividad. Aunque muy pocos quisieran estar en una situación tan excepcional.
Llegó la sexta victoria en México de la pareja Ogier e Ingrassia y lo hizo en el momento clave, con sus rivales de Hyundai claudicando y con Elfyn Evans perdiendo la senda del podio por primera vez en lo que llevamos del año. Al galés le pasó factura abrir pista, tal y como demostraba al reconocer abiertamente al final del rally que, aunque perdía el liderato estaba pensando en no abrir en las próximas pruebas de forma positiva. Su resultado y el del francés fueron una gran ganancia para Toyota GAZOO Racing en cuanto a constructores, especialmente teniendo en cuenta que los que habían fallado en ocasiones anteriores habían sido ellos y que parece haber pasado de cierta forma esa etapa de fragilidad mecánica.
Ese papel pasó en esta ocasión a ser ocupado por los de Andrea Adamo, con los abandonos de Neuville y Sordo en la jornada del viernes y el toque de Ott Tänak que le impidió poder estar más cerca de Ogier para pelear hasta el final. En el caso de Thierry se trató de un problema eléctrico lo que le dejaría KO, sin opciones de sumar puntos después de la cancelación de la Power Stage, mientras que, para Dani Sordo, la prueba ya estaba seriamente condicionada después de que su i20 Coupé WRC tuviera un manguito suelto y le obligara a parar para colocarlo en la primera especial sobre tierra de la prueba.
Seguramente esos problemas con el sistema de refrigeración terminarían influyendo en que el motor tuviera un fallo terminal apenas dos especiales más tarde por lo que el equipo apunta a que fue “sobrecalentamiento”. De nuevo le tocaba a Dani Sordo, de nuevo cuando había demostrado que al menos en las condiciones del viernes estaba en disposición de replicar los mejores tiempos. El fallo de la bomba de gasolina en Portugal, los problemas eléctricos de México 2019 que le privaron de pelear por el triunfo, el pinchazo en Turquía muy temprano y la caja de cambios en Alemania. Problemas que dejaron a Sordo fuera de juego en más de una ocasión cuando más competitivo era el cántabro.
Un Ford Fiesta WRC menos, un problema más para M-Sport
Peor aún fue el desenlace para Esapekka Lappi, con los momento de tensión vividos por el finlandés cuando lo que parecía que iba a ser simplemente un conato de incendio, terminó calcinando por completo uno de los Ford Fiesta WRC del equipo M-Sport. La cara de Richard Millener evidenciaba el varapalo económico que esto suponía y las dificultades en las que se puede ver la estructura británica para el futuro más inmediato. Ni tan siquiera el podio del cuestionado Teemu Suninen sirvió para rebajar el amargo desarrollo de la prueba.
En WRC2 la competición también quedo deslucida hasta el punto de que Pontus Tidemand parecía que había logrado su tercer triunfo en México casi sin despeinarse. Experiencia, competitividad del sueco y más regularidad que la que han mostrado hasta el momento Ole-Christian Veiby y Nikolay Gryazin, a los cuales Adamo ya les había exigido comenzar a lograr resultados. Sendos pinchazos los dejo sin posibilidades en una prueba en la que solo había tres inscritos después de la no presencia de los hombres de M-Sport y del líder de la general, Mads Ostberg. En WRC3, Marquito Bulacia se llevó su primera gran alegría en el Mundial. Victoria en su estreno con el Citroën C3 Rally2, siempre con un margen de seguridad y siendo consciente de la gran ventaja que tenía después de los abandonos de Oliver Solberg y Benito Guerra.