2 de noviembre de 2016, Volkswagen confirma lo que se venía rumoreando desde pocos días antes; los de Wolfsburgo abandonan el Mundial de Rallyes a falta de una prueba para finalizar la temporada, justo después de sellar el título en Gales. En ese momento, Malcolm Wilson, ya de regreso en su despacho de Cumbria planificaba la temporada 2017, después de un fin de semana digno de olvidar, con Mads Ostberg como mejor representante del equipo en octava posición y Eric Camilli, la última apuesta de Malcolm, cerraba el Top 10. En algún momento de ese día hace casi un año, Wilson tuvo una idea que a la postre cambiaría el futuro de M-Sport.
Durante esa semana, Wilson se quitó cualquier complejo de inferioridad que pudiera tener una formación sin apoyo oficial y decidió desbloquear su smartphone para realizar una llamada a Sébastien Ogier. Al final de cuentas ellos no tenían ni el apoyo económico ni los medios de un equipo de fábrica, pero seguían siendo una estructura decana en el Mundial de Rallyes, una que no se enfrentaba por primera vez a la necesidad de desarrollar un coche de cero con el tiempo y los recursos limitados, algo que Toyota, Citroën o Hyundai no podían decir.
En aquellos momentos, Wilson se acordó de unas declaraciones realizadas por Ogier hace ya algún tiempo, asegurando que “un día, le gustaría trabajar con M-Sport”. No pudo en su momento fichar a Sébastien Loeb, algo que podría haber cambiado la historia del WRC. Incluso se le escapó el propio Ogier al primer intento. Sin embargo, en esta ocasión el de Gap parecía estar dispuesto a escuchar las palabras del empresario británico.
Sabía lo que podían ofrecerle en Cumbria, estaba dispuesto a correr riesgos para demostrar al mundo lo que en su día no hizo Loeb y muchos le echaron en cara: ganar con otro coche y con otra marca, lejos de su posición de confort. El dinero no sería un problema, al menos no para un proyecto a corto plazo. El finiquito de Volkswagen y el apoyo inestimable de Red Bull le hacían tener menos dudas, preguntas que se despejaron cuando pudo probar los dos únicos coches disponibles por aquel entonces.
Se montaban Ogier e Ingrassia en un coche que no habían desarrollado, sabedor de que la temporada se podía hacer muy larga y que tanto Hyundai como Citroën partían como principales favoritos ya por el simple hecho de que eran respaldadas por dos de los 10 fabricantes más importantes a nivel mundial. Pero le convencía el proyecto de Malcolm Wilson y siempre existía la opción de que la presencia de un tetracampeón en el equipo pudiera atraer a Ford cinco años después de abandonar la disciplina.
Estos cinco párrafos podríamos decir que es el comienzo de un cuento con final feliz. Un cuento que no siempre parecía que iba tener un desenlace tan positivo para M-Sport como el que finalmente han tenido; Campeones del Mundo de fabricantes tras una sequía de 10 años y primera ocasión que un piloto del equipo (y su copiloto) se corona Campeón del Mundo a título individual. No es fácil decir esto cuando por sus filas han pasado celebridades como Colin McRae, Juha Kankkunen o Marcus Grönholm, pero así ha sido. Tuvo que llegar Ogier a la formación británica para acabar con un trabajo que había empezado hace justo 20 años, el día en que Ford les había designado como responsables del nuevo Ford Escort WRC.
Y lo hizo de una forma a la que no nos tiene acostumbrados. Sólo dos victorias en 12 rallyes disputados hasta el momento. Por primera vez en los últimos cinco años, Ogier no conseguía más triunfos que el resto de pilotos, ni tan siquiera es uno de los que más scratchs acumula en este 2017, superado por sus dos compañeros de equipo en esta faceta. Está claro que el Ford Fiesta RS WRC se está mostrando como el vehículo más versátil de los cuatro, algo que le ha permitido acumular cinco triunfos este año, sin embargo, Ogier fue consciente desde muy pronto que tendría que explotar otra de las facetas que siempre le han caracterizado: su regularidad.
Esa fue la clave de esta temporada, el cometer menos errores que el resto y esto siempre se traduce en una frase que un servido ha repetido en más de una ocasión “Ogier sólo comete un fallo por temporada”, en el caso de esta campaña que nos ocupa, se tradujo en el abandono del Rally de Finlandia que le puso contra las cuerdas. Por primera vez llegaba a la segunda mitad del campeonato sin ser líder y con la historia apuntando a que Thierry Neuville ha hecho tradicionalmente mejores finales de temporada que inicios. Las actuaciones en Alemania, España y finalmente Gales, demuestran que Ogier sigue siendo el mejor a la hora de gestionar la presión. También que Thierry volvió a fallar cuando más cerca lo tuvo. El cuento terminó bien, al menos para el equipo M-Sport.
Lo vivido este fin de semana en la última cita europea es sin duda el premio al trabajo bien hecho, a las decisiones arriesgadas y a la perseverancia. Elfyn Evans conseguía su primer triunfo en el Mundial después de una carrera deportiva que ha tenido unos cuantos altibajos. Tal vez llegó demasiado pronto a la presión de un equipo de primer nivel, sin embargo, las decisiones que se tomaron en torno a él desde entonces fueron clave para que el galés terminara consiguiendo cumplir su sueño de ganar un rally del WRC. Algo parecido a lo que ocurrió con Ott Tänak, el cual tuvo que dar un paso atrás en 2016 y volvió con más fuerza. Gran responsable de este éxito es la propia DMACK, la cual confió en ambos en su momento y que ahora, siete años y 88 rallyes después, ha conseguido el sueño de batir a un fabricante de nivel mundial como es Michelin.
Historias de constancia como la de M-Sport, de arriesgar para ser más grande en el caso de Sébastien Ogier y de luchar por un sueño como representan el propio Evans o DMACK, difícilmente se puede encontrar un final de temporada más poético, aunque esto signifique que el Rally de Australia pasará prácticamente de inadvertido en el viejo continente, debido a la diferencia horaria y a que ‘todo el pescado está vendido’. ¿Y ahora qué? Pues falta por conocer el futuro de los nuevos pentacampeones mundiales. Estoy seguro de que, a la pareja francesa le ha animado a seguir no sólo este título tan peleado, sino también el ver a Sébastien Loeb en el parque de asistencia este fin de semana. El año que viene pueden volver a encontrarse en los tramos con el alsaciano y Daniel Elena, veremos si con el mismo coche o con un nuevo duelo M-Sport vs Citroën.
En cuanto al resto, Thierry Neuville tuvo un desastroso inicio de carrera. La penalización y la salida de pista en el primer tramo del viernes añadieron dramatismo a su ya complicada situación. Llegado el momento, el belga sacó casta y terminó la prueba haciendo lo que tenía que hacer, ser segundo, ganar la Power Stage y esperar un fallo de Ogier que nunca llegó. Él mismo es consciente de que ha sido una gran oportunidad perdida este 2017 y se acordará mucho de Monte-Carlo y Suecia. A buen seguro sin ese inicio del cuento, la historia hubiera tenido otro desenlace distinto.
Andreas Mikkelsen también terminó muy a gusto con el Hyundai i20 WRC Coupé, los dos amigos prometen ser una formación muy a tener en cuenta en 2018, a la espera de ver qué sucede con Hayden Paddon y Dani Sordo. Mientras que el neozelandés no dio grandes muestras de mejora (le está costando mucho adaptarse a estos nuevos coches), el cántabro se despedía de su temporada con un futuro incierto. Tiene contrato para la próxima temporada, sin embargo, todavía no sabe si será con un programa parcial o completo. Las sensaciones en Gales no fueron buenas, algo que se reflejó en la noche del sábado, con una frustración más que evidente.
Esapekka Lappi y Juho Hänninen tampoco hicieron el mejor rally de sus respectivas temporadas. El veterano finlandés tenía la presión de despedirse realizando una gran actuación. La ‘retirada’ de su copiloto y el final de su contrato con Toyota pueden significar el adiós de Hänninen al mundial, por lo que era un buen momento para continuar con la progresión mostrada en los tres rallyes anteriores. No pudo ser y nos quedamos en el recuerdo con una versión incompleta de uno de los pilotos más rápidos que hemos visto al volante de un S2000, el único en la historia que pudo ganar IRC, ERC y SWRC. En el caso de Lappi, ha ido de más a menos este año en lo que ha sido una buena prueba de su talento. Tiene que seguir aprendiendo tal y como él reconocía, pero la rapidez está ahí.
La otra gran historia del fin de semana la puso Craig Breen. Abandonando por un trompo ‘tonto’ que lo dejó enganchado en una pequeña poza, el norirlandés se acercó a Elfyn Evans y le pidió a este que ganara por la memoria de Gareth Roberts, el que fue copiloto de ambos en distintos puntos de sus respectivas carreras. De nuevo se demuestra la calidad humana del piloto de Citroën. Para el final, aunque no menos importante, la actuación de Pontus Tidemand. El sueco no tenía nada que perder, por lo que no dudó en dar un importante correctivo a las ‘nuevas estrellas’ del WRC2, entre los que se encontraban Jari Huttunen, Kalle Rovanperä, Ole-Christian Veiby o Juuso Nordgren.
Se convierte así en el piloto con más victoria en esta segunda división del Mundial, algo que demuestra que la categoría se le ha quedado pequeña, algo parecido a lo que le sucede a Teemu Suninen después de sus exhibiciones este año con el Ford Fiesta RS WRC. En el caso del finés se habla de un programa de seis pruebas, en el de Pontus, habrá que esperar cómo se desarrolla el mercado… Tal vez ‘Tito’ Wilson tenga sitio para otras dos jóvenes promesas con las que arriesgar.