Concluida la primera edición del Dakar en Arabia Saudí es momento de reflexionar acerca de lo que nos ha dado esta carrera. Y quien escribe estas palabras lleva tiempo rumiando que ASO probablemente haya salvado su carrera trasladándola a Arabia Saudí pero aún no ha dado con la tecla para los próximos años. Su marcha de Sudamérica le ha ofrecido estabilidad financiera, un terreno nuevo por explorar y menores inconvenientes políticos, ¿pero nos ha dado una buena carrera?
Para responder a esa pregunta hay que intentar alejarse de sentimentalismos. Pocos no se alegran con el triunfo de Carlos Sainz y Lucas Cruz en coches o con que Honda haya podido al fin terminar con la hegemonía de KTM en motos. Tampoco el desarrollo de la lucha por la victoria es un buen indicador. Del mismo modo que los coches han estado apretados y las motos resueltas desde casi el inicio, en Sudamérica también vivimos ediciones donde ocurrió lo contrario (recordemos el segundo triunfo de Sainz).
La promesa para este Dakar 2020 era clara. Se iba a recuperar la navegación y los participantes podrían volver a sentirse perdidos en la inmensidad del desierto como ocurría antaño en el Sáhara. ¿Pero se ha logrado? El libro de ruta ‘secreto’ ha complicado la vida ligeramente a los participantes, pero no ha hecho diferencias dramáticas en las clasificaciones generales, cada vez más apretadas. Es más, la única desorientación acabó con la organización corrigiendo tiempos de motos por el fallo de un punto de paso.
Al final nos hemos encontrado con un recorrido y desarrollo bastante linear, salvo por los pinchazos de los Toyota en los terrenos más pedregosos, y unas dunas abundantes pero que no fueron claves en el devenir de la carrera. Por supuesto quedará ahí para la anécdota el vuelco de Fernando Alonso, mas no es nada que no hayamos visto cada año en algún punto del recorrido. La cuestión es que se va muy rápido, porque el terreno es más sencillo y abierto que en Sudamérica y porque todo (pilotos, copilotos, máquinas…) ha mejorado con respecto a los viejos tiempos de África. Donde antiguamente había margen para el error, para ir sobre seguro, ahora ha desaparecido.
La carrera ha cambiado para los que luchan por el triunfo absoluto, pero también para los amateurs. Sonará frívolo en una edición donde hemos tenido que lamentar el fallecimiento de un piloto y otro ha sido hospitalizado en estado crítico, pero las escenas épicas por continuar en el Dakar prácticamente han desaparecido al no ser una prueba tan exigente físicamente (temperaturas, altura, estado de las dunas) como en Sudamérica. La carrera ha pasado a ser una sucesión de etapas como las que podríamos encontrar en cualquier raid del norte de África, sin la variedad que sí brindaba el Dakar africano. Y si pasa algo, te reenganchas al día siguiente. Nada que ver con las cribas de hace pocos años, pero tampoco con el Dakar original.
Ojo, insisto en que la supervivencia de la prueba estaba por encima de cualquier otro objetivo y por ello ASO debe sentirse satisfecha con la transición orquestrada por David Castera. Y al final la salud de este Dakar se medirá en función de los inscritos para 2021. Pero aún debe encontrar una identidad clara en Arabia Saudí y posiblemente ésta no pase por intentar recuperar un Dakar africano que ya no existe ni volverá.
Foto | X-Raid