El abandono de Joan Barreda el pasado jueves en la penúltima etapa del Dakar 2021 merece una profunda reflexión. El hecho de que el castellonense dijera adiós a la prueba cuando tenía opciones de triunfo por saltarse un punto de repostaje abrió medios deportivos y generalistas por lo insólito. Pero detrás de ello hay una cuestión que el Dakar y los deportes de motor deben tomarse mucho más en serio si quieren garantizar su supervivencia.
Barreda acabó en el hospital, donde se le realizaron escáneres al achacar lo sucedido a un golpe sufrido dos días antes, cuando perdió el conocimiento en una caída sobre la que él mismo explicó al acabar la etapa no recordar gran cosa. En similares circunstancias debió también retirarse su compañero de equipo Nacho Cornejo, líder de la carrera. Y no cuesta nada encontrar declaraciones de otros pilotos de motos que dicen no recordar las circunstancias de caídas sufridas durante las especiales de este Dakar 2021…
Es obvio que el Dakar es deporte extremo y lamentablemente casi todos los años nos lo recuerda de la peor manera. Tampoco se puede negar que ASO, FIM y FIA han dado pasos de gigante a la hora de aumentar la seguridad en carrera, tanto con la implementación de elementos de seguridad como airbags también para pilotos de motos como por los sistemas de seguimiento y aviso en caso de emergencia. Pero en un punto tan caliente actualmente en el deporte global como son las conmociones, federaciones y organización están obligadas a actuar rápido si no desean sufrir pronto fuertes críticas. Lo que tarden los medios en pasar de tomarse un abandono de como el de Barreda a broma a hacerlo en serio y con denuncias de por medio.
Como decimos, no se trata de una problemática específica del Dakar o los deportes de motor. Son ampliamente conocidos los efectos de las conmociones en el boxeo o el fútbol americano, estamos viendo de forma muy reciente denuncias en rugby y el fútbol intenta hacer oídos sordos a una amenaza muy creíble. El problema no es que existan las conmociones, sino que no se implementen protocolos de actuación rápida cuando sabemos de sus efectos a corto, medio y largo plazo (tanto fallecimientos por fuertes conmociones reiteradas como demencias futuras por múltiples impactos menores) y existe la posibilidad técnica de hacer seguimiento en tiempo real de todos y cada uno de los participantes, realizar evaluaciones in situ y hasta devoluciones de tiempo si todo está finalmente en orden, del mismo modo que comisiones médicas validan licencias en deportes de combate o se producen sustituciones temporales por golpes en la cabeza en deportes de equipo.
Cierto es que ya se han venido realizando estudios acerca de las conmociones en el mundo del motor los últimos años. Algunas de ellas incluso patrocinadas por la FIA y la FIM. Pero de nada sirven si no se aplican sus recomendaciones, si los pilotos no son conscientes del riesgo y si los medios de comunicación no explican bien lo sucedido. Sin ir más lejos, el Código Médico de la FIM habla de aplicar el protocolo SCAT5. Un protocolo que dice explícitamente que haber perdido el conocimiento es ya en sí «una bandera roja» por la cual «el deportista debe abandonar inmediatamente y de forma segura la participación y someterse a una evaluación por un médico o profesional sanitario cualificado». Proteger a los pilotos de las consecuencias a medio y largo plazo implica un cambio de cultura, especialmente en un evento que se presta tanto a elogiar la resistencia ante cualquier adversidad como el Dakar.
Es lógico que al leer estas palabras la reacción parezca tremendista, en especial cuando hablamos de lesiones que no son tan visibles como una fractura. Pero los deportes de motor están muy expuestos a este riesgo y ya hemos tenido ejemplos claros en los últimos años. En Estados Unidos Dario Franchitti y Dale Earnhardt Jr. optaron por la retirada bajo consejo médico por golpes reiterados en accidente. También James Hinchcliffe sufrió una conmoción en IndyCar por el impacto de una pieza en su casco y Oliver Askew debió dejar de pilotar mediada la temporada pasada por un accidente sucedido semanas antes en Indianápolis. En F1 Fernando Alonso también protagonizó un suceso similar con su accidente en test durante la pretemporada 2015 (otro suceso que como el de Barreda muchos se tomaron a guasa), mientras que Sergio Pérez debió perderse el GP de Canadá de 2011 al no sentirse cómodo en libres tras su fuerte accidente en Mónaco dos semanas antes. Y eso, pese a que le dieron el visto bueno en una supervisión médica previa al evento.
Bastantes riesgos hay ya inherentes a los deportes de motor y bastantes amenazas sufre ya en la actualidad como para exponerse a una más por no hacer lo suficiente. A la hora de defenderse de una demanda o contener la subida de las primas de seguros no valdrá con escudarse en el manido “Motorsport is dangerous”.
Foto | HRC