Me sigue pareciendo apasionante el hecho de partir prácticamente de una hoja en blanco y poder desarrollar y construir un prototipo lo suficientemente rápido como llegar a las nubes. Es cierto que el reto ahora que está completamente asfaltada es menor, tanto para diseñadores e ingeniero como para los pilotos, sin embargo, seguimos estando ante uno de esos eventos que no están al alcance de todos. Se puede ir rápido en Pikes Peak, pero es muy difícil ir al límite, Más difícil incluso que el sobrepasarlo.
Obviamente ya no estamos ante el mismo recorrido de tierra o mixto que nos encandiló, en el que Vatanen tapó el sol con la mano y en el que Walter Röhrl domó a uno de los Audi S1 Quattro más extremos del planeta. Sin embargo, para el recuerdo nos han quedado alguna de las máquinas más bestiales e indomables del automovilismo, entre ellas, el famoso Toyota Tacoma Pikes Peak con el que Rod Millen, padre de la también estrella neozelandesa, Rhys Millen, compitió los años 1998 y 1999.
En su tiempo, retuvo el récord de la Subida a Pikes Peak durante años (hasta que se asfaltó parte de la subida), e incluso ahora, sigue teniendo el honor de ser uno de los tiempos más rápidos en el recorrido de tierra, sin embargo, los años pasan y el asfaltado completo de los casi 20 kilómetros debido a la presión de los ecologistas ha hecho que poco a poco pierda su sitio dentro del Top 50 de los vehículos más veloces en completar la carrera.
Y es que, en su momento, bajar de la barrera de los 10 minutos era considerado como uno de los mayores retos del automovilismo, ahora, el listón puesto por Sébastien Loeb en 2013 se encuentra en los 8 minutos y 13,878 segundos, cuando el mejor tiempo del Toyota Tacoma Unlimited se situó en los 10 minutos, 7 segundos y siete décimas. Casi dos décadas después, Rod Millen sigue aprovechado el espectáculo del Festival de la Velocidad de Goodwood para hacer rugir a esta bestia.
Obviamente poco o nada tiene que ver con la popular pick-up que Toyota comercializaba en el pasado en Estados Unidos. Únicamente la silueta realizada en fibra de carbono se asemeja a la famosa 4×4. Debajo de la misma, un cuerpo realizado por tubos de cromo-molibdeno que lo permitían que el peso total del conjunto se quedara en apenas 831 kilógramos para una potencia que se acercaba a los 900 CV gracias a un motor en posición central de cuatro cilindros y 2.1 litros que acoplaba uno de los ya habituales gigantescos turbos que permitían que los efectos de la altura hicieran menos mella en el prototipo según se iba avanzando a cotas superiores de la subida. Esto era especialmente importante en el pasado, cuando la subida era completamente de tierra, ya que, sin potencia, era muy difícil ser competitivo en las horquillas cercanas a la cumbre.
Con estas cifras de potencia, una relación de cinco velocidades y tracción a las cuatro ruedas, estamos ante un prototipo capaz de hacer el 0 a 200 km/h en apenas 4,5 segundos, mientras que la velocidad punta es de 211 km/h, obviamente limitada por el desarrollo de cambio elegido. En él Rod Millen había plasmado toda su obsesión con la Subida a Pikes Peak. Tal era su deseo de ser el más rápido en la carrera hacia las nubes, que dejó su Nueva Zelanda natal, en la que consiguió varios títulos nacionales y del APRC, para instalarse en California.
Años después, Goodwood sigue permitiendo a Rod exprimir al máximo a la Toyota Tacoma. Sin embargo, no es fácil hacerlo en el corto y estrecho recorrido de la subida británica, tanto, que han sido varios los errores cometidos por el mayor de la saga Millen en sus participaciones. Sin embargo, se repone una y otra vez con la intención de mostrarle a todos los participantes en esta fiesta del motor su endiablada creación.