Los aficionados españoles al automovilismo deberíamos agradecer el hecho de poder disponer de una carrera de Fórmula 1. Ya sea por la presencia de Fernando Alonso, por la incansable afición por el deporte que no se cuenta en grandes cantidades o por simple colocación en el calendario a mediados del complicado mes de mayo, el Gran Premio de España es el acontecimiento anual de automovilismo más importante en nuestro país y hay que cuidarlo para que lo siga siendo durante mucho tiempo.
El Circuit de Barcelona-Catalunya sigue siendo una instalación de referencia para los test y las jornadas de pruebas, aunque su constante uso por parte de pilotos y equipos le convierte en un circuito poco propenso a las sorpresas. El trazado tampoco es el mejor para ver luchas entre coches, siendo más propenso para la acción en moto (como la mayoría de los circuitos españoles). Pero poder estar en un evento de gran magnitud suele dar oportunidades de visibilidad al periodista y al espectador.
Ver un Gran Premio desde el interior tiene su propio encanto. La tranquilidad relativa del paddock contrasta con la velocidad que adquieren los coches de Fórmula 1, Fórmula 2, GP3 y Porsche Supercup. El montaje del jueves permite hablar a una gran mayoría de los integrantes de los equipos y a los periodistas, con muchas caras conocidas entre los integrantes. La habitualidad europea hace que mucha gente ya se conozca de antemano, un elemento que puede ayudar y a la vez perjudicar a cualquier nuevo inquilino dentro del entorno.
El fin de semana estuvo soleado en su práctica totalidad, con un único atisbo de lluvia durante el mismo jueves. Una pequeña llovizna hizo aplazar momentáneamente la fotografía oficial de los pilotos de GP3. Algunos de ellos corrieron tanto como sus monoplazas cuando empezó a caer el líquido elemento pero la foto se pudo realizar sin mayores complicaciones. Julien Falchero se llevó los aplausos tras llegar tarde y forzar de forma involuntaria a que los pilotos aguantaran el breve chaparrón mientras sonreían de cara a la instantánea que guardarán durante años.
La carpa compartida por F2 y GP3 cumplió su simultánea función de buffet libre y lugar de trabajo, sin evitar los problemas de calor a pesar de los ventiladores. Los pilotos, representantes y mecánicos de dichos campeonatos paseaban a sus anchas cuando no tenían que salir a pista, de manera bastante cómoda e incluso con acceso para algunos invitados. Todo lo contrario que los jefes de equipo de la Porsche Supercup, que tenían menos espacio para sus coches y un stand mucho más grande en comparación con el de las feeder series de monoplazas.
Una de las entradas al paddock de la Fórmula 1 estaba casi siempre a rebosar de espectadores pacientes, todos a la espera de personalidades importantes para hacerse la foto o buscar la firma. No solo los pilotos, también otros acólitos e integrantes del circo como Charlie Whiting, Toto Wolff, Helmut Marko, Carlos Sainz padre o la familia Verstappen al completo eran víctimas pacíficas de un asalto en busca del recuerdo permanente, el “yo estuve allí” que tanto recompensa al aficionado al deporte. Todo ello complementado por el paseo de rigor de los pilotos de F2 y GP3, de los cuales Sergio Canamasas fue el rey con sus constantes idas y venidas en bicicleta.
Los dibujos de los pilotos recibieron buena aceptación por parte de los caricaturizados, llegando Nico Hülkenberg a posar enfrente de su «clon» pintado de color verde. No fueron dibujados ninguno de los pilotos de Fórmula 2, aunque la reunión de los jefes de equipo de esta categoría y de GP3 seguro que dejó temas interesantes que resolver. Del mismo modo se puede pensar respecto a la aparentemente amable conversación entre Adrián Campos y Canamasas, que ya se conocen desde hace años y colaboraron juntos en los pasados test de pretemporada.
En el sentido mediático, fue desesperante ver a Bernie Ecclestone. El antiguo mandamás de la Fórmula 1 llegó al paddock el domingo por la mañana y fue recibido por una inhumana multitud de público al que atendió de forma veloz a pesar de dar una media de dos pasos antes de detenerse para la foto o la firma de turno. Ver a Ecclestone reducido a un simple reducto fotográfico da envidia y pena al mismo tiempo, aunque es de suponer que la edad y el hecho de no tener ningún cargo de responsabilidad ayudan a verle de forma distinta.
Que Arjun Maini gane una carrera y acto seguido se vaya a un simulador a chocar el Fórmula 1 virtual ante las risas de Steijn Schothorst. Ver a Sean Gelael y a Antonio Giovinazzi, buenos amigos que van a los mismos sitios y dan una muestra de que la amistad no entiende de rapidez. La sonrisa de Nirei Fukuzumi tras su primera victoria en GP3, en pleno contraste con la seriedad de su compatriota Nobuharu Matsushita. Incluso el simple hecho de poder observar a Louis Delétraz y a su padre Jean-Dénis viendo la carrera de Fórmula 1 bajo la sombra de una carpa. Todos estos actos no se pagan con un pase de paddock ni con ningún tipo de moneda.
Sí, ir a un Gran Premio de Fórmula 1 mola. Los detalles del automovilismo hacen que el deporte sea aún más bonito y permite visualizar las carreras de otro modo más personal, en una disciplina a la que este redactor desea volver con más fervor que en anteriores ocasiones después de salir del circuito a pie y compartir camino con la gran cola de aficionados mayoritariamente extranjeros.