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El "peligroso" éxito de la Fórmula E para los campeonatos clásicos

La Fórmula E ha hecho muchas cosas bien desde su creación. A punto de comenzar la sexta temporada del campeonato de monoplazas eléctricos, las series se han consolidado en el automovilismo internacional, dejando atrás la etapa de equipos privados con arrojo y dinero suficiente como para enfrentarse a una opinión pública que todavía no estaba preparada para ver una competición de estas características: sin ruido, con monoplazas de diseño peculiar, en trazados 100% urbanos, con necesidad de parar en boxes para cambiar de coche por la limitada capacidad de las baterías o elementos tan extraños como el “fanboost”.

A semanas del inicio de la campaña 2019-20, se puede decir que sigue habiendo cosas que rechinan, sin embargo, la estrategia comercial y de gestión han sido impecables, hasta el punto de ser el único campeonato capaz de reunir los cuatro grandes fabricantes germanos bajo la misma normativa y reunir a su vez la tecnología europea frente a algunos representantes de la industria automotriz asiática. Por si fuera poco, los pilotos rebotados de la Fórmula 1 comenzaron a ver en la Fórmula E una alternativa para seguir sus carreras, mientras que los miembros de la resistencia encontraron en él una perfecta forma de complementar sus calendarios anuales con los añorados monoplazas y además sacar partido de sus conocimientos en materia de gestión de energía y capacidad para mantener un ritmo competitivo in grandes picos.

De no ser en muchas ocasiones por unos trazados que no invitaban a acoger grandes carreras y a los muchos contactos que permitían los monoplazas Gen2, la quinta temporada de la Fórmula E hubiera sido indiscutiblemente la mejor de su corta historia. Aun así, se evidenciaba el paso adelante dado con el estreno de los nuevos coches, baterías y el salto de calidad con los últimos fichajes. Muchos habían desterrado parte de esos prejuicios iniciales, ya sin argumentos o peros para poder seguir autoconvenciéndose de que no disfrutaba viendo esos vehículos eléctricos compitiendo a través de las pantallas de televisión.

Aunque siempre hay margen de mejora, más aún en una categoría completamente nueva, los responsables de la Fórmula E pueden estar satisfechos con la evolución y los primeros cinco años de vida del campeonato. La parrilla está repleta de grandes pilotos y de nombres de fabricantes de automóviles de primer nivel mundial, e incluso la limitación autoimpuesta en cuanto al número de equipos impide que sean incluso más abultado ese número.

¿Por qué la Fórmula E sí y el resto no?

Lo que ha sido todo un paso adelante para la Fórmula E se ha convertido en una peligrosa tendencia para el resto de campeonatos. En plena revolución eléctrica, el campeonato ideado por Alejandro Agag se ha convertido en la cúspide de la tecnología automotriz casi sin pretenderlo. Los fabricantes han visto en él una forma de publicitar su interés por los vehículos alimentados por baterías, conseguir una buena repercusión a través de una inversión reducida respecto a otros campeonatos y además acumular cierto bagaje y experiencia en este tipo de trenes motrices.

Se ha creado de esta forma un peligroso antecedente entre las firmas. La mayoría en pleno cambio de modelo de negocio y con los departamentos de competición dependiendo de los de marketing, ha surgido para muchas de ellas la Fórmula E como una buena forma de mantenerse en competición, acercarse a las ciudades y de paso vender esa imagen de vehículo eléctrico deportivo y dinámico. ¿Por qué la Fórmula E? Porque el resto no han conseguido cumplir con estos requisitos.

El paso atrás de ACO y FIA con los Hypercars, así como la estabilidad en el reglamento de la Fórmula 1, incluso con la revolucionaria normativa de 2021, han hecho que ambas dejen en parte de ser esa referencia “tecnología” que han sido durante esta década con la adopción de los híbridos, mientras que las opciones futuras de BTCC, WRC o DTM (en el caso de que este confirme su cambio a esta tecnología) no han terminado de convencer por los elementos estándar que se han convertido en una opción de doble filo: mantienen los costes controlados, pero limitan el uso de la competición como laboratorio y la posibilidad de promocionar tu propios sistemas como el súmmum de la propulsión del futuro.

Es precisamente lo que ha llevado a que otros proyectos 100% eléctricos como el E-TCR, Projekt E y e-WRX hayan tenido por el momento una incidencia muy limitada entre los proyectos oficiales. Solo Hyundai y Cupra se han involucrado entre los turismos, ambos por sus éxitos en el apartado carreras-clientes y como forma de promocionar sus vehículos alimentados por baterías recuperando parte de la inversión. Sí, los costes no son elevados y seguramente termine siendo una opción publicitaria para promocionar las formas de los modelos eléctricos más prestacionales, sin embargo, no hay lugar para sacar pecho acerca de las tecnologías de propulsión propias mientras se mantenga la consabida estandarización, algo que en el caso de los World Rally Cars por ejemplo se extenderá hasta 2024.

¿Habrá nuevos fabricantes interesados en hacer una inversión fuerte no solo para adaptar un sistema estándar a sus motores de combustión interna y por su fuera poco hacer un desarrollo aerodinámico como el que tienen los actuales WRC sabiendo que en 2024 tendrán que hacer otro paso más? ¿Y el WEC o la F1? ¿Tienen alguna opción los fabricantes que no sean de deportivos de dejarse ver en ambas series? «Permiteme que insista«… hasta que no se cumpla algunos de los requisitos antes mencionados que sí logra la Fórmula E parece complicado.

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Iván Fernández

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