Durante estos cinco días posteriores al anuncio de McLaren, Honda y Fernando Alonso de su participación en las 500 Millas de Indianápolis se han leído multitud de comparaciones y recuerdos a los pilotos que lograron imponerse a ambos lados del charco, así como quienes intentaron la transición de Fórmula 1 a IndyCar sin éxito. Sin embargo, soy de la opinión de que algo falla en el relato hasta ahora leído, visto y oído en los medios especializados sobre este desafío: nadie ha hecho lo que va a intentar Fernando Alonso este año.
Las condiciones en las que el asturiano ha aceptado participar en las 500 Millas de Indianápolis son muy distintas a aquellas en las que compitieron los nombres que más se han oído durante esta semana: Jim Clark, Graham Hill, Nigel Mansell, Teo Fabi, Kurt Busch, Alexander Rossi… Por ejemplo, ninguno de ellos llegó con menos preparación en óvalos que Alonso.
Alexander Rossi ganó el año pasado en Indianápolis como debutante. Pero disputó una carrera en Phoenix unas semanas antes. En el mismo escenario Nigel Mansell hizo su primer test meses antes de Indianápolis, si bien es cierto que se perdió la carrera por un fuerte accidente en entrenamientos. Teo Fabi directamente se bajó del coche asustado la primera vez que rodó en un óvalo y pensándose seriamente si repetiría alguna vez la experiencia, meses antes de marcar la pole en su debut en Indianápolis. Fernando Alonso no va a tener esos meses de margen para pensárselo y adaptarse. Y Kurt Busch realizó su primer test en Indianápolis un año antes de disputar las 500 Millas con Andretti Autosport, en 2014.
No he hablado de los protagonistas de la invasión británica de los años sesenta. Pero también debemos entender que Indianápolis era otra carrera. Hasta hace unos años, las 500 Millas de Indianápolis duraban todo el mes de mayo. Había cuatro días de clasificación y no bastaba con dos manos para contar los días de entrenamientos. Eso hace muy irreal cualquier comparación entre cómo afrontaron la transición los Clark, Hill (que años antes de ganar como debutante ya había realizado una intentona allí), Stewart (por cierto, bastante mejor que Hill el año en que éste logró su victoria, hasta el punto de recibir el premio a rookie del año) e incluso Mansell, Piquet o Fittipaldi años más tarde y cómo se realiza ahora. Las dos semanas que Fernando Alonso pasará en el Brickyard son una broma frente a eso.
El contexto técnico tampoco es el mismo que en los años sesenta. Esa década fue mágica en cuanto a la evolución del automovilismo, con Indianápolis como uno de sus mayores escenarios. Motor atrás, repostajes rápidos, aerodinámica… Aunque los locales mantuvieron cierta competitividad y el barniz de resistencia que tenía Indianápolis abría el abanico de posibilidades, la tecnología que mayoritariamente los europeos exportaron a las carreras en EEUU dio una clara ventaja competitiva a los pilotos de Fórmula 1 que decidieron probar suerte allí. Eso ya no existe. Fernando Alonso pilotará un coche muy parecido al de sus 32 rivales, que para más inri lo conocerán como la palma de su mano.
Por supuesto la estabilidad reglamentaria significa también que es muy complicado que Fernando Alonso no disponga de un coche competitivo. Ya no estamos a mediados de los noventa, cuando Penske pasó en un año de dominar Indianápolis (1994) a hacer el ridículo en clasificación (1995). Pero sí estamos ante un escenario en el que por hablar mal y pronto, hasta el más tonto hacer relojes. Y se corre prácticamente en pelotón. Si miramos ediciones previas al cambio de siglo son muy pocos los coches que encontraremos acabando en la vuelta del líder: las disparidades de ritmo eran mayores y la fiabilidad, escasa. En este 2017 una veintena de coches pueden llegar con expectativas reales de hacerse con la victoria, corriendo cuerpo a cuerpo durante casi tres horas, algo totalmente diferente a lo que el español conoce.
En resumen, aunque haya ejemplos del pasado que nos puedan hacer pensar que Fernando Alonso puede luchar fácilmente por la victoria, si nos paramos detenidamente a analizar el contexto nos daremos cuenta de que son falsas pistas. Aunque se nos quiera vender que el reto es aspirar a ganar las 500 Millas de Indianápolis (algo que el propio Alonso ha intentado relativizar al menos en este primer año) e ir a por la Triple Corona, ya el hecho de competir en Indianápolis sin haber corrido jamás en óvalo y realizando temporada completa en Fórmula 1, en los tiempos que corren, es una proeza. Para mí, el desafío deportivo del año.
Y si de verdad queremos una comparación ajustada a la realidad, pues al final son tan odiosas como inevitables, tomemos como ejemplo la participación de Kurt Busch en 2014: mínima experiencia en IndyCar, temporada completa en otra competición, monoplaza extra de Andretti Autosport y sexto puesto final. Firmaría ese resultado.
Foto | IndyCar Series