Contará con una moto de fábrica, el apoyo leal de KH7 y además estrenará nuevas alas de cara al Dakar 2018. Red Bull anunciaba ayer que Laia Sanz se incorporaba a la larga familia de deportistas que cuentan con el apoyo de la firma austriaca de cara al que será su octava participación en la carrera sudamericana. A pesar de que sigue divisando un futuro sobre cuatro ruedas, con la firma intención de suceder a Jutta Kleinschmidt, la motard catalana quiere seguir haciendo aún más grande su leyenda al manillar de la KTM.
Han pasado ya tres años desde que de Laia consiguiera hacer historia en el rally-raid sudamericano clasificándose entre los diez primeros (novena) de la general absoluta en motos. Siempre ha dado muestras de su gran velocidad, aunque el giro que ha dado la carrera desde el pasado enero, apostando más por la navegación, ayudará a que Sanz pueda exprimir sus grandes capacidades al manillar.
Me gusta lo que sé sobre la ruta. El Dakar había dado un giro en los últimos años donde la velocidad era realmente clave, pero ahora parece que la navegación es un factor decisivo de nuevo. Este año, estoy bien entrenada y, en un rally tan largo, todo puede suceder, así que no voy a renunciar a nada tampoco. La presión es buena porque significa que te has ganado el respeto de todos, pero tengo que ser realista, entrar en el top 15 es realmente difícil. Tengo que empezar dando lo mejor de mí y terminar el rally, que siempre es complicado.
A sus espaldas ya son siete participaciones, de todas ellas ha sacado algo que aprender y fuerzas para seguir una edición más. Recuerda especialmente su debut, momento en el que prácticamente todos ‘pecan de novatos’. En su caso, contaba con un ángel de la guarda como Arcarons que le llevó a terminar su primer gran raid. Lo que para muchos se convierte en casi imposible, para Laia Sanz es la única sensación que conoce: completar un Dakar, algo maravilloso.
En mi primer Dakar, experimenté una situación que raya en la deshidratación. Era una etapa de 600 km, los últimos 100 en arena y estaba completamente exhausta. Recuerdo que Jordi Arcarons estaba allí y le pregunté “¿cuánto queda?”. Él me dijo que 10 kilómetros. Al final, fueron 150 pero finalmente llegué a meta.