Hace una semana estuvimos hablando de la tradición de los pilotos finlandeses del Mundial de Rallyes que cumplían 50 años de edad. Este tipo de tradiciones han aportado al automovilismo esa unión con sus orígenes que ha enriquecido el deporte. También lo ha hecho la posibilidad de ver a pilotos del campeonato intercontinental dejándose ver al volante de vehículos de otras categorías, algo que servía incluso para dar más valor al nivel de unos pilotos que incluso en ocasiones pudieron estar a la altura de los mejores competidores de circuitos a pesar de haberse criado en un caldo de cultivo muy distinto al del karting.
Además de su paso por GT’s, DTM, Mundial de Turismos o por algunos de los campeonatos más prestigiosos de Norteamérica como fue el caso de Walter Röhrl y su aventura por el Trans-Am, ha formado desde hace tiempo parte de esa tradición el que los principales pilotos se pusieran al volante de un monoplaza de la Fórmula 1. Hace unos meses, mi compañero Àlex García hacia un concienzudo repaso a los competidores de rallyes que habían realizado algún test o carrera con un Open Wheel.
En la lista nos encontrábamos prestigiosos nombres como los de Sébastien Loeb, Colin McRae, Carlos Sainz (padre), Tommi Mäkinen, Dani Sordo o Mikko Hirvonen. En ella podíamos incorporar también el de Sébastien Ogier, el cual tras haber competido en la Fórmula 4, cumplía uno de sus sueños de juventud al probar un Fórmula 1 llegados al ecuador de la temporada 2017. Red Bull Racing le daba la oportunidad de hacer un test exclusivo en el trazado austriaco propiedad de la firma de las bebidas energéticas. Todo era poco para satisfacer al que a finales de ese mismo año se convertiría en pentacampeón.
En aquel repaso hubo una ausencia que ha surgido con el paso de los meses. Precisamente Markku Alén, del que hablábamos hace siete días, también tuvo la oportunidad de ponerse al volante de un monoplaza del Gran Circo. El finlandés estaba en la parte final de su carrera en el WRC, cuando en la temporada 1989, siendo ya uno de los ‘flying finn’ más veteranos en activo, era invitado por el equipo March a unas jornadas de test privadas.
Sería en Estoril, Portugal, lugar en el que Alén completaría uno de sus momentos más especiales de su carrera deportiva (años después también se dejaría ver en alguna prueba del DTM). No hacían falta prácticamente palabras. La sonrisa del finlandés, siempre muy mesurado en su gesto, y la impetuosidad de sus palabras al comentar con el responsable de March sus sensaciones, nos dejan ver que aquellas vueltas fueron un gran regalo para Markku, como también lo fueron sólo unos años antes cuando el desaparecido Henri Toivonen también recibía la oportunidad de sentarse en uno de sus coches, concretamente en Silverstone, con el March 821-Ford Cosworth, algo que aprovechó para demostrar su calidad y quedarse a 1,4 segundos del tiempo realizado por Raul Boesel, en aquellos tiempos piloto del equipo Rothmans March. Hannu Mikkola sería otro de los fineses mundialistas que no perdió la oportunidad de hacerlo, en su caso con Arrows en 1984.