A estas alturas, el experimento del gato de Schrödinger es suficientemente conocido como para no tener que explicarlo al detalle. Suficiente es con dejar claro que según la teoría de pensamiento de quien realizó el experimento mental en cuestión, el gato protagonista del mismo podía en un mismo momento estar vivo y muerto. Se trata de un experimento cuántico pero también puede relacionarse fácilmente con la probabilidad. Y todo esto, ¿qué tiene que ver con Fernando Alonso y una equivocación? Claro está, que su situación no dista tanto de la del pobre gato. El bicampeón del mundo -humano, no gato- cometió un error al dejar Ferrari para irse a McLaren pero a su vez también acertó. ¿Cómo es posible?
En los últimos días y con la dramática situación de un equipo McLaren que está mostrando en su tercer año con Honda su peor versión desde que la legendaria unión entre ambas partes se recuperó en 2015, uno de los mayores temas de conversación en el paddock, en las redes sociales, en los bares y en prácticamente todas partes -siempre que haya españoles de por medio, claro- es el de valorar si Fernando Alonso se equivocó al dejar Ferrari. Se lo preguntaron directamente al piloto y éste no podía hacer más que desear en voz alta que ojalá esa pregunta dejara de perseguirle y que con un poco de suerte a los 75 años dejarían de hacérsela. Lógico, sobre todo con una pregunta que en realidad tiene dos respuestas opuestas según el baremo que se use para buscar la conclusión.
Pero primero, vamos a lo fácil. Basándonos en los resultados puros, Fernando Alonso se equivocó al dejar Ferrari a finales de 2014 para irse a McLaren. El argumento que se esgrimía entonces era que con el equipo de Maranello no se podría luchar por el mundial por las particularidades del equipo italiano, las dificultades para superar su política y la falta de entendimiento final entre piloto y escuadra. Pero en 2015 el mismo equipo -con los cambios razonables- que con Alonso había logrado dos podios el año anterior, con Sebastian Vettel llegó a las tres victorias. No es que uno u otro piloto fueran mejores, el equipo estaba mejor organizado y los resultados empezaron a llegar. Mientras tanto, en McLaren se sufría para llegar a los puntos. Pero era el primer año y se podía justificar.
Llegó 2016 y las cosas mejoraron para McLaren… además de empeorar para Ferrari. Era el proceso que Fernando Alonso podía esperar -no por ir en contra de su anterior equipo sino por demostrar que su elección había sido la correcta- y el que tantísimos aficionados deseaban rabiosamente. La debacle roja y el ascenso del samurai español. Aún así, Ferrari fue claramente el tercer mejor equipo y McLaren a duras penas logró ser sexta en la general gracias a un buen empuje final y a buenas -o grandes, según la opinión- actuaciones de Alonso. Aún con esa tendencia, la diferencia entre ambos equipos seguía siendo grande y muy favorable a Maranello. Luego llegaron los cambios en Woking y el nacimiento de una nueva era. Muchas esperanzas, buen marketing… pero un desastre en pista.
Llega 2017 y McLaren cae en picado mientras Ferrari lleva ya dos victorias en cuatro carreras, estando Vettel metido de lleno en la lucha por el título contra la todopoderosa Mercedes. La normativa ha cambiado y teniendo en cuenta cómo funciona la Fórmula 1, es imposible que McLaren y Honda solucionen lo que tienen de un día para otro. Por muy bien que trabajen, en 2018 no van a estar a la altura de Ferrari y veremos si es posible lograrlo en 2019. ¿Qué estará haciendo para aquel entonces Fernando Alonso? Este año disputará las 500 millas de Indianápolis y está pensando ya en las 24 horas de Le Mans para lograr la Triple Corona. Ya no piensa exclusivamente en la categoría reina y a los 37 / 38 años que tendría en 2019, es difícil pensar en él como un líder de equipo capaz de pelear por el título.
¿Conclusión inicial? Con los resultados en la mano, la decisión fue a todas luces errónea. Ferrari ha vencido a corto y medio plazo, que eran los que necesitaba Alonso para ganar. Desde 2015, en el tiempo en el que Vettel ha logrado 576 puntos, cinco victorias y dos pole position, Alonso suma 65 puntos -menos que el alemán en las tres primeras carreras de este año- y un puñado de apariciones en la Q3. Sigue su sequía de podios desde el Gran Premio de Hungría de 2014 y la de victorias desde el Gran Premio de España de 2013. Salvo un milagro que no se ha visto nunca en la historia de la Fórmula 1, McLaren no estará para ganar carreras hasta 2019, si todo va exageradamente bien. Existe la posibilidad más real que nunca de que Fernando Alonso se retire de la Fórmula 1 sin ningún otro podio o victoria. Es innegable, por lo tanto, que en ese sentido se equivocó.
Pero como todo en la vida, la situación tiene otras formas de verse y especialmente en un mundo tan complejo como el de la Fórmula 1, sería de necios quedarse sólo con la visión del error -como también lo sería quedarse sólo con la justificación de sus acciones, claro- así que exploramos también la realidad del cambio de aires del asturiano. McLaren-Honda ofrecía una opción potencialmente interesante con un equipo capaz a nivel técnico y organizativo junto con un reconocido fabricante de motores. Cierto es que muchos olvidaron que entre la época ganadora de McLaren con Honda y 2015 hubo otras épocas donde la marca japonesa no llegó más que a ganar un inusual Gran Premio de Hungría en 2006 con Jenson Button. Pero dejando de lado las posibilidades -fueran las que fueran- de victoria, está claro que su paso a McLaren tenía sentido.
Fernando Alonso nunca acabó de cuajar al 100% dentro de la mentalidad de Ferrari. Para bien o para mal, en Maranello no gustan los pilotos que critican el equipo en público y aunque pueden tolerar «niñerías» como las de Vettel en 2016 o las ocasionales de Räikkönen, no les gusta que sus gladiadores dejen mal al equipo de cara a fuera. Para Alonso, ese modus operandi es algo natural. Es su forma de buscar una reacción en un equipo en el que empezó creyendo firmemente. También en Ferrari creían en él. Tenían todos los motivos para hacerlo puesto que se trata de uno de los mejores pilotos de la parrilla y probablemente el más completo cuando llegó a la Scuderia en 2010, frente a los jóvenes Vettel y Hamilton. Pero no se entendieron. En Ferrari buscaban algo que Alonso no tenía y este último buscaba algo que su equipo no le daba.
Hubo muchas ganas por parte de ambos de que la asociación llegara a buen puerto. Vivieron grandes momentos entre 2010 y 2013 pero en 2014 algo se rompió. Fernando Alonso ya no creía en el equipo y en Italia ya no veían en su piloto a un luchador irreductible sino a alguien cuya característica principal era el quejarse de su equipo cuando las cosas no iban bien y valorar su actuación personal cuando sí lo hacían. Los pilotos deben tener un gran ego para ganar en la Fórmula 1 pero para triunfar en Ferrari hay que saber ocultarlo muy bien. No significa eso que los pilotos no lo tengan pero se les añade una dimensión política a su ya difícil vida como deportistas y eso Alonso no supo gestionarlo adecuadamente. Llegados a ese punto, la mejor opción era salir de Ferrari.
No importaba qué opciones hubiera de que el equipo pudiera ir a mejor. La asociación Alonso-Ferrari no tenía más camino por recorrer y el equipo necesitaba la frescura de otra estrella en ciernes que pudiera revitalizar sus acciones. En definitiva, otros pilotos podrían o no triunfar en Ferrari pero para Alonso no era una opción. Había visto de qué pie cojeaban los rojos y era consciente de que aquello no tenía ningún futuro. Se abrían así varias puertas de cara a 2015, siendo una de ellas un auténtico desafío personal a nivel deportivo y emocional. Volver a McLaren, terminar la historia que quedó abierta y que terminó de forma dolorosa en 2007. Formar parte de una unión legendaria entre McLaren y Honda como la que soñaba de niño -aunque él asegura que la leyenda de McLaren y Honda le llegó con ese kart, regalo de su padre a los tres años… y por aquel entonces McLaren usaba motores Porsche-.
Evidentemente la llamada era demasiado fuerte y quien fuera supersticioso podría llegar a pensar que aquello era cosa del destino. Volver a McLaren con el retorno de Honda como motorista y cerrar todos los capítulos que quedaban abiertos con el equipo de Ron Dennis para lograr el tercer título e igualar a Ayrton Senna, ídolo de juventud del español. Podría haber sido una historia preciosa. Pero lo más importante es que tenía todo el sentido del mundo. No había otras opciones reales para Alonso -en Mercedes prefirieron mantener a sus pilotos- y por lo tanto la decisión resultó ser adecuada. Para Alonso, las opciones de Ferrari eran prácticamente nulas mientras en McLaren el sentido común decía que por lo menos en tres años deberían estar suficientemente arriba como para ganar carreras. Sin necesidad de demostrarle nada a nadie, ¿para qué iba a quedarse Alonso en Ferrari mirando de lejos los éxitos de Mercedes?
Ganar carreras está bien, luchar en cabeza también. Pero tras ser campeón en dos ocasiones, Alonso dejó claro que su objetivo no era seguir ganando carreras sino lograr un tercer título y eso en Ferrari no lo veía mientras en McLaren existía alguna posibilidad. Optó por aquello del «doble o nada». Salió nada. Mala suerte. Pero eso no implica que en el momento en que se tomó, su decisión fuera equivocada. De hecho, tenía todo el sentido del mundo para alguien en su situación. Ganar carreras de forma relativamente segura frente a una posibilidad de ganar el título. La decisión para alguien con los números históricos de Alonso estaba clara. No se equivocó entonces al tomar la decisión de irse de Ferrari y acabar en McLaren, puesto que arriesgó con algo que pudo haberle dado muy buenos resultados, dejando de lado algo que no le habría funcionado.
Es innegable que Ferrari ha logrado mejores resultados y que si Fernando Alonso se hubiera mantenido allí, habría seguido siendo una figura destacada de la Fórmula 1, incrementando incluso su fama como piloto de pelea y eterno candidato al título que habría merecido mejores resultados. También es innegable que eso no era suficiente para un piloto ambicioso y con ganas de llegar al tercer título. Siguió su corazón y su cabeza y aunque el resultado es lamentable, su decisión no puede ser demasiado criticada. Ahí radica la dualidad de Fernando Alonso en este caso. El resultado de su decisión es un fracaso fruto de una decisión que el tiempo mostró como errónea. Pero la propia decisión en el punto crítico fue la adecuada, con la información de la que se disponía y con los objetivos que existían en mente del piloto.
Una dualidad que no se ha entendido a día de hoy con tantos elementos que no comprenden ni aceptan que los resultados de Fernando Alonso serían infinitamente mejores en Ferrari como aquellos que no logran ver que esos resultados habrían supuesto una derrota por defecto al estar buscando el piloto el título de campeón del mundo. E incluso si Sebastian Vettel lograra ser campeón con Ferrari en 2017, 2018 o cuando fuera, no habría ninguna garantía de que en caso de estar Alonso allí el equipo hubiera seguido el mismo camino hasta transformarse en una escuadra con la que ser campeón. Yendo más allá, hay que asumir que en caso de poder asegurar que el equipo habría llegado también con Alonso, la progresión que se le había visto a Ferrari hasta 2014 no hacía pensar en un futuro optimista. Aunque claro, siempre es más fácil opinar desde casa que cuando se encuentra uno en la situación, ¿no?