Cuando Ken block presentó la primera versión del Hoonicorn, el Ford Mustang de 1965 del estadounidense era una forma de unir lo mejor de cada mundo. La imagen del clásico norteamericano, con una potencia desmesurada más propia de un vehículo de la NASCAR y la capacidad de tracción de un World Rally Car. Estos ingredientes se hicieron todavía más radicales con la llegada de la segunda versión, momento en el que Block y los suyos decidieron acoplar dos grandes turbos. ¿Por qué? Porque como decía la película de James Bond, “nunca es suficiente”.
Creado específicamente para sus Gymkhanas, era difícil medir el rendimiento real que habían alcanzado los creadores de este coche único y que partía prácticamente de una hoja en blanco. Ahora, todos los apasionados por el mundo del automóvil se pueden hacer una ligera idea de hasta dónde es capaz de empujar el Ford Mustang Hoonicorn V2 al haberlo puesto, frente a frente, con el también único ejemplar del McLaren Senna Merlin conducido por Nick Iannotti.
Obviamente, los datos sobre el papel presentan una carrera con una amplia desigualdad, especialmente si tenemos en cuenta que el Hoonicorn, además de tracción total, esconde bajo su capó un V8 de 6.7 litros biturbo que es capaz de entregar en torno a 1.400 CV de potencia y que además quema metanol para conseguir esa patada salvaje. En el caso de su rival británico, los 800 CV de potencia que generan el V8 biturbo de 4.0 litros van a parar directamente al eje trasero, algo que lo permite hacer el 0 a 100 km/h en menos de tres segundos, pero que teóricamente no tiene ninguna posibilidad frente a un coche que con neumáticos especiales es capaz de hacer una aceleración incluso mejor que la de un Supercar de rallycross.
¿El resultado? Tenéis el vídeo para comprobarlo si únicamente os interesan los resultados finales más allá de las charlas en torno a ambos coches. Quizás, junto al Ford RS200 es uno de los ejemplares más deseados del garaje de Block, seguramente no apto para puristas, pero impresionante de cualquier forma. Para el que busque otro tipo de duelo, también recordamos esa batalla de drag entre el McLaren 720S y el Volkswagen I.D R Pikes Peak en un nuevo ejemplo de que los deportivos británicos se han convertido en una de esas varas de medir perfecta para valorar la capacidad de algunos de los prototipos más excepcionales y exóticos que actualmente existen.