Muchas veces hemos escuchado dudas acerca de lo que hubieran sido capaces algunos de los grandes pilotos modernos con los vehículos que protagonizaron grandes carreras durante el pasado siglo XX. Podemos entender estas cuestiones, en parte porque en una era tan tecnológica como actual, la imagen de los vehículos muchas veces no permite hacer llegar al aficionado la misma sensación de pilotaje al límite que sí lo hacían los anteriores vehículos con suspensiones, frenos y neumáticos mucho más arcaicos, así como el particular sonido del motor sin filtros o las vibraciones en la imagen de la cámara.
Año tras año, el Goodwood Revival nos permite disfrutar de otra forma de automovilismo, tal vez uno de los más puros y analógicos que podemos ver en la actualidad en un circuito. Y no siempre tenemos que prestar atención al lujoso trofeo Kinrara, el mismo en el que se dan cita los Jaguar, Maserati o Ferrari, sino que la acción que nos encontramos en el St. Mary’s Trophy nos puede dejar al borde del asiento a pesar de ser una carrera de exhibición.
Obviamente entre pilotos profesionales no existe este tipo de expresiones: ‘exhibición’, ‘carrera testimonial’, ‘todo por el show’… Y lo hemos podido ver a la perfección con el piloto del BTCC y del Mundial de RallyCross, Andrew Jordan, el cual este fin de semana era piloto Motul y compartía pista con su padre, Mike Jordan, ex-piloto del BTCC y campeón de su país en GT’s en el año 2000.
Al volante de un bamboleante Ford Lotus Cortina Mk1 de 1963, el británico ha dado una exhibición continua durante este fin de semana y su lucha puerta con puerta con el Ford Galaxie de Romain Dumas nos ha dejado grandes momentos de lo que es un David vs Goliat. Andrew terminaría siendo tercero después de salir desde la 30ª posición de parrilla después de ser excluido en la clasificación por disconformidades técnicas. ¿De qué serían capaces los pilotos modernos con los coches de competición del albor de la competición? Pues relájate y disfruta.