Tras la dura batalla entre Michael Schumacher y Mika Häkkinen a lo largo de la temporada de 1998, las expectativas para 1999 eran enormes. Ferrari y McLaren seguirían arriba, el campeonato entraba en una corta era de monopolio de neumáticos por parte de Bridgestone y debutaba el equipo BAR con Jacques Villeneuve en sus filas. Además, para los aficionados españoles el Gran Premio de Australia de 1999 iba a tener el aliciente de contar con dos pilotos españoles, Pedro de la Rosa y Marc Gené. Aunque fuera con los dos peores equipos de la parrilla, estaban ahí. Pero la mayor sorpresa iba a ser otra.
El fin de semana comenzó con un aparente dominio de McLaren, con sus dos coches mostrándose claramente superiores a todos sus rivales en la sesión clasificatoria. Mika Häkkinen firmó la pole position por delante de David Coulthard mientras que Michael Schumacher y un sorprendente Rubens Barrichello con el Stewart GP ocuparían la segunda fila. Heinz-Harald Frentzen y Eddie Irvine venían por detrás y en la cola de la parrilla, Pedro de la Rosa obtuvo un valorable y valorado décimoctavo puesto mientras Marc Gené se conformó con ser último pero estar en parrilla.
El casi tradicional caos de Melbourne comenzó antes de la vuelta de formación con un equipo McLaren en pánico al ver que el monoplaza de Häkkinen no arrancaba. In extremis se logró que el finlandés se subiera al coche de reserva y tomara su posición al frente de la parrilla. Todo parecía proceder con normalidad y en ese sentido la vuelta de formación no tuvo ninguna sorpresa… sí la hubo al llegar a parrilla con los dos coches de Stewart Grand Prix con sendas fugas de aceite que causaron incendios en la parte inferior de los monoplazas. Con un coche de reserva, sólo Barrichello pudo volver mientras Johnny Herbert quedaba fuera a las primeras de cambio.
Pero hubo más. Al comenzar la segunda vuelta de instalación, Häkkinen caló su McLaren y los mecánicos del equipo rápidamente fueron a asistir a su piloto. Justo detrás, Schumacher esperaba pacientemente con su Ferrari a que el coche de delante arrancara para no realizar ninguna acción peligrosa. La mala suerte quiso que el alemán calara el coche mientras esperaba y cuando pudo arrancar, todos los coches habían cruzado ya la línea blanca al final de la salida del carril de boxes. Esto significaba que el primer piloto de Ferrari iba a tener que salir desde la última posición. Häkkinen se había salvado.
Tanta acción casi había hecho olvidar que había un Gran Premio que disputar y cuando este finalmente comenzó -programado a 57 giros al anularse la primera salida-, lo hizo con los dos Mclaren en cabeza y con Eddie Irvine subiendo hasta el tercer puesto. Sabiendo que la obligación de llevar la batalla a las flechas de plata recaía en él, el norirlandés supo aplicarse. El otro Ferrari estaba en plena remontada y tras nueve vueltas Schumacher había llegado ya a la undécima posición aunque había que tener en cuenta que esa era la mitad de parrilla «fácil» de adelantar. Entonces, en la vuelta 15 llegó el primer golpe de efecto.
Coulthard entró a boxes de forma inesperada y no volvió a salir, retirándose con problemas en la transmisión. Una vuelta más tarde la fortuna volvió a aliarse con Irvine al salir el coche de seguridad y reducirse la enorme ventaja de la que disponía Häkkinen. El causante había sido un Villeneuve que había perdido el alerón trasero y que afortunadamente se salvó de sufrir un fuerte accidente. En la resalida, el líder de carrera no parecía especialmente inspirado pero pronto resultó evidente que tenía problemas con el acelerador. Irvine tomó la primera posición pero todas las miradas se centraban en un Häkkinen que se vio obligado a abandonar en la vuelta 21.
En aquel entonces y gracias en parte a la presencia de un total de dos coches de seguridad, Michael Schumacher era cuarto y la posibilidad de ganar no era ya una quimera pero en la vuelta 27 sufrió un pinchazo que le hizo parar a boxes. Camino a su garaje llegó a dañar el alerón delantero por las vibraciones y al cambiarlo, ¡montó uno con el dorsal número 4 de Eddie Irvine! Esto le hizo perder posiciones y tiempo que ya no llegó a recuperar. Aún sufriría dos problemas mal, pasando por el carril de boxes sin parar una vez y parando para cambiar el volante otra. ¡Una carrera para olvidar! Acabó siendo séptimo.
Bastante más memorable fue el día para otros pilotos, siendo el primero de ellos Eddie Irvine. En su cuarta temporada como piloto de Ferrari y tras haber visto a su compañero ganar un total de catorce veces hasta ese momento, finalmente llegó su momento para brillar al lograr su primer triunfo en la Fórmula 1. A su lado, Heinz-Harald Frentzen se estrenó de la mejor forma posible en su llegada a Jordan y pocos intuían que el alemán iba a tener su mejor año. Tercero fue Ralf Schumacher, completando un podio en el que todos eran compañeros del entonces bicampeón: Irvine compañero actual, Frentzen compañero en el Mercedes Junior Team y «Ralf», su hermano.
Giancarlo Fisichella y Rubens Barrichello fueron cuarto y quinto respectivamente. Ambos habían promocionado posiciones en las últimas vueltas en detrimento de un hombre que a pesar de todo estaba igual de feliz que el mismísimo ganador. Pedro de la Rosa logró finalizar su primera carrera de Fórmula 1 y lo hizo en una magnífica sexta posición. Aunque le habían beneficiado los problemas de sus rivales, el catalán no falló y aguantó una carrera complicada para un piloto experimentado y aún más para un novato. No volvería a puntuar a lo largo de 1999 pero la alegría de ese día iba a durar un buen tiempo.