La temporada de 1990 de Fórmula 1 es conocida por suponer la gran explosión final de la rivalidad entre Alain Prost y Ayrton Senna, cada uno en un equipo distinto y con un precioso duelo de toda la temporada que se resolvió de la peor forma posible (o mejor, algunos dirían) con un accidente en el Gran Premio de Japón en Suzuka. Muchos meses antes, Senna comenzaba su segunda temporada triunfal con un monoplaza ultra competitivo pero sin suerte en el Gran Premio de Brasil. Su exceso de confianza junto a la buena gestión táctica de la carrera de Alain Prost hicieron que este último lograra en Interlagos su primer triunfo vestido de rojo. Mientras tanto, Senna quedaba en tercera posición tras su compañero Berger para sufrir la falta de éxito en casa.
El Gran Premio de Brasil de 1990 era la segunda cita de la temporada, además de suponer el retorno de la Fórmula 1 a Interlagos, un circuito que había estado en el calendario por última vez en 1980. En aquel entonces el circuito era tres kilómetros y medio más largo. Una década después, el circuito era algo más moderno, estrenando un trazado que permanece esencialmente inalterado hoy en día. De hecho, la diferencia es de apenas 14 metros por leves cambios en el perfil de alguna de las curvas. Para Senna, la carrera cobraba un significado especial pues al ser nacido en São Paulo, la cita brasileña del Campeonato del Mundo de Fórmula 1 pasaba a disputarse esencialmente en su casa. Tras vencer en Phoenix y con Alain Prost y Ferrari como principales rivales, las ganas del campeón de 1988 de ganar eran más que nunca.
En la sesión clasificatoria, Ayrton Senna fue el más veloz y fue el único piloto en bajar al 1:17 en ambas jornadas, batiendo a Gerhard Berger con el otro McLaren-Honda por algo más de seis décimas. Sorprendentemente, la segunda fila la coparon los Williams con Thierry Boutsen por delante de Riccardo Patrese, mientras Nigel Mansell y Alain Prost en los Ferrari eran quinto y sexto. Tras ellos, Jean Alesi en el Tyrrell y Pierluigi Martini en el Minardi buscaban entrar en los puntos, con Andrea de Cesaris y Philippe Alliot cerrando el top 10. Para el ídolo local, era la pole position número 43. Por detrás y en el anecdotario del sábado, los Leyton House de Adrian Newey quedaban ambos fuera de carrera al ser los más lentos en las sesiones clasificatorias…
En la salida, Senna mantuvo la primera posición por delante de Berger, mientras Prost y Mansell superaron a Patrese. Por detrás, Alesi golpeó a De Cesaris, que quedó fuera de carrera. En las primeras vueltas Berger puso algo de presión sobre su compañero de equipo, pero acabó siendo superado por Boutsen en la vuelta 8 y por Prost en la 17. El piloto de Williams tomaba la segunda posición e intentaba ir a por Senna pero su parada en la vuelta 30 fue un desastre, al golpear uno de los neumáticos que le esperaban, requiriendo un cambio de frontal. Volvió a pista undécimo y lejos de los hombres de carrera. Esto permitió a Prost hacerse ‘fácilmente’ con la segunda posición, ayudándole a meter presión al líder. Llegando al ecuador de carrera, estaba a menos de diez segundos del brasileño y con buenos registros.
Tras él andaban Patrese, Berger y Piquet, pero el momento cumbre se viviría por delante. Cuando Senna alcanzó a Satoru Nakajima para realizar el doblaje, ambos coches contactaron y el de McLaren tuvo que parar para cambiar el frontal de su monoplaza. Tras volver a pista, hizo acopio de todo su talento pero ello no le valió para luchar por la victoria. A fin de cuentas, los daños en su coche iban algo más allá del frontal y con menos agarre, este era complicado de pilotar. Aún tuvo suerte por la retirada de Patrese a cinco vueltas del final con problemas de refrigeración de aceite, lo que disparó la presión y le obligó a abandonar. Era la primera retirada de altos vuelos de una carrera en la que habían sufrido principalmente los equipos menos competitivos.
Por delante, Alain Prost se llevó la victoria (su cuadragésima en la categoría reina) con trece segundos de ventaja sobre Gerhard Berger, mientras Ayrton Senna llegaba tercero a 37 segundos del vencedor. La presencia en el podio no servía de consuelo y en todo caso le obligaba a vivir el éxito de su rival de cerca. Nigel Mansell fue cuarto a diez segundos de Senna, mientras Thierry Boutsen logró recuperarse hasta el quinto puesto, dejando a Nelson Piquet sexto con el último punto. Fuera de los puntos quedaron los Tyrrell de Jean Alesi y Satoru Nakajima, el Minardi de Pierluigi Martini y el Benetton de un Alessandro Nannini cuyo coche había sufrido daños en el incidente de la salida.
En el podio, lágrimas para los dos protagonistas. Ayrton Senna las ocultaba lo mejor posible, pero la decepción de perder una victoria segura le pesaba como una enorme losa sobre sus hombros. A pesar de ser campeón del mundo, no había ganado aún un Gran Premio de Brasil. Por su parte, Satoru Nakajima se justificaba como buenamente podía, explicando que se apartó al ver las banderas azules pero la suciedad de la pista hizo que su Tyrrell deslizara… pero el aún líder de la general era consciente que su optimismo le había llevado a tomar un riesgo excesivo en el doblaje que le había penalizado de la peor forma imaginable. Como muy elocuentemente explicó Prost: «Tantas veces ha ganado carreras gracias a sus atrevidos adelantamientos, que seguro que podrá soportar el hecho de perder una por ellos».
Para el francés había también lágrimas, desencadenadas en brazos de Cesare Fiorio. Después del difícil arranque de temporada en Estados Unidos, la victoria en casa de Senna no podía llegar en mejor momento. Era el triunfo número 40 de Prost, que a pesar de todo reconocía que había mucho trabajo por delante para llegar a la altura de McLaren. Quien no estuvo en el podio fue Jean-Marie Balestre, entonces presidente de la FIA, odiado en Brasil por su apoyo público a Alain Prost. Diría a la prensa que no quería darles a los aficionados un pretexto para insultarle y abuchearle… curiosamente, el avión en el que viajaba de retorno a casa (y en el que también estaban Bernie Ecclestone y Ron Dennis) estuvo inmovilizado por cuatro horas por una falsa alarma de bomba.