Las historias, como las canciones tradicionales, tienden a cambiar con el tiempo. Sobre una guerra, sobre una fiesta local, sobre algo que generó emoción hasta cierto grado. Ya sea alegría, tristeza, odio, esperanza… así es el ser humano, y que se pueda ver ese aspecto en un mundo tan cuadriculado como es la Fórmula 1 es de agradecer.
Puede parecer pretencioso, pero lo visto ayer en Mónaco raya la leyenda, la canción que se cantará a los futuros pilotos. Cómo dos de los caracteres más duros de la parrilla coincidieron, durante más de 60 vueltas, y cómo pugnaron. Y esos caracteres son los que realmente dan vida a una historia que, de tener otros protagonistas, hubiese pasado desapercibida, ¿a que sí, Gran Premio de Mónaco de 2006?
Max Verstappen y Lewis Hamilton demostraron por qué son de los pilotos más temidos de la parrilla. El primero por su incansable hambre de victoria. El segundo, por ser muy pasional y querer ganar sin el mínimo de los problemas. Muchos mensajes por radio de alto nerviosismo y mucha duda. Esa duda, esa imprevisibilidad es lo que nos mantuvo también con el corazón en un puño.
Sí, puede parecer que Hamilton ayer fuese un ‘llorón’, pero no. No fue un llorón. Era un hombre que necesitaba esa victoria. Que quería esa victoria. ¿Es una forma negativa de pedir datos al equipo? Puede, pero también deja bien claros sus sentimientos: deseaba la victoria, quizá más que nadie.
La danza de los leones. Uno, el rey de la parrilla con sus cinco títulos. El otro, joven y agresivo, que quiere demostrar aún más de lo que es capaz. El lugar no podía ser mejor: Monte-Carlo. En la memoria, duelos como el de Senna y Mansell de hace 27 años. Quizá se me señale como hereje por comparar el duelo de ayer al de 1992, aunque la situación en ambos es bastante parecida.
El Gran Premio de 1992 se recordará como la magistral defensa de posición de Ayrton Senna y así desbancar a Nigel Mansell de la racha de victorias que llevaba con su FW14B. Todo hubiese sido distinto de no ser por el pinchazo de Mansell, que le obligó a ceder la primera posición al parar en boxes. Con gomas mucho más nuevas que las de Senna, cargó y no pudo ganar. Senna mantuvo a raya a Mansell. Como ayer Hamilton a Verstappen.
Max, que sigue sin subirse al cajón en Mónaco, salió con los ojos encendidos desde el minuto 1. Cuando se apagaron los semáforos, buscó adelantar a Valtteri Bottas pero no lo logró. En la parada masiva en boxes en periodo de coche de seguridad, consiguió rebasar al finlandés… pero con perjuicio: cinco segundos de sanción por reincorporación peligrosa. El equipo consiguió lanzarle delante del Mercedes, pero no lo suficiente como para evitar el contacto.
A partir de ahí, caza y captura a un Lewis Hamilton que se arriesgó con gomas medias. El resto montó duras, por si acaso. El británico dudó de la decisión, y conforme pasaban las vueltas, tuvo que ganarse el pan con más ahínco. La extrema agresividad de Verstappen entra en juego. De ser Vettel, Hamilton no hubiese sufrido tanto. Pero claro, con Verstappen sí. Porque a Verstappen le importa un bledo Hamilton. Hambre de campeón, de pisar a todos. Y es que, a opinión propia, el único al que teme el británico en un cuerpo a cuerpo es al de Red Bull.
Esa explosividad que estuvo guardando el neerlandés durante más de 60 vueltas (algo a destacar dado el historial que arrastra) sacó la cabeza en la vuelta 76, cuando se lanzó al interior en la chicane del puerto. Era el momento en el que más cerca estuvo Verstappen de Hamilton a lo largo del túnel, y lo intentó. Muy astuto, y jugando con la agresividad típica de Verstappen, Hamilton le cerró la puerta en la frenada. Ambos se tocaron, pero sin mayores problemas. Hamilton ganó, y Verstappen fue cuarto. ¿Hubiese merecido el podio? Yo creo que sí, pero las carreras son así.
Un Gran Premio que quizá en caliente no parezca tan bueno como realmente ha sido. Este tipo de historias, de las que se podrían hacer canciones, son las que mejoran con el tiempo. Como dice cierto personaje de una polémica serie: no hay nada más poderoso en el mundo que una buena historia. Aunque parezcan lejanas al principio, con el tiempo se situan en su lugar. Por muchas más danzas de este estilo. Por demostraciones de que los pilotos son humanos. Por más historias así.
Fotos | Red Bull Content Pool / Mercedes Media Service