El pasado viernes 27 de febrero, Vesa Mikkola, hijo de Hannu Mikkola, anunciaba la triste noticia del fallecimiento de su padre. Un cáncer se lo llevaba a los 78 años de edad, lamentablemente unos años después de que también un viernes, a los 70 años de edad, el que fuera su compañero de equipo, rival y amigo Bjorn Waldegard falleciera también víctima de un cáncer en 2014. Sin estos dos nombres no se entendería gran parte de la historia del Mundial de Rallyes y tampoco se conocería una de las más profundas señales de respeto y deportividad de la disciplina.
El sueco pasó a los libros del WRC como el primer Campeón del Mundo del Mundial de Rallyes, con su creación en 1979, mientras que Mikkola hizo lo propio en 1983, pasando a ser el primer ganador de la disciplina en la era Grupo B. Obviamente las carreras de ambos están unidas desde que compartieran equipo con Ford, y lo cierto que fue esa relación entre ambos la que definió esos primeros años de competición dentro del campeonato.
La protagonista de esta historia es la temporada de 1979, en la que ‘Walle’, tal y como se le apodaba en su Suecia natal, ganó los rallyes Acrópolis y Quebec, llevándose el título por un punto de diferencia sobre Mikkola. Bjorn, al igual que Hannu, no era un piloto a tiempo completo para los fabricantes, algo que no se estilaba del todo para la época ya que había marcas que preferían elegir ciertas pruebas en las que consideraban que sus vehículos iban a demostrar ser más competitivos.
La temporada, que comenzó en Monte-Carlo pudo ser una victoria más para Waldegard, sin embargo, cuando contaba con una sólida ventaja sobre Bernard Darniche hasta que unas piedras que bloqueaban el camino en uno de los tramos obligó a que Hans Thorszelius, su copiloto, tuviera que bajarse a retirarlas, lo que dilapidó su ventaja y terminó perdiendo la prueba por seis segundos respecto al francés.
El escandinavo pilotó un Ford Escort RS1800 Mk.II oficial en las pruebas europeas y un Mercedes 450 SLC en el Safari y en la cita de Bandama, Costa de Marfil, una estrategia igual que la de su compañero finés, llegando a un pacto ambos de que realizarían el mismo número de rallyes para así tener las mismas opciones de victoria. La campaña de Mikkola fue incluso mejor que la de Waldegard, con cuatro victorias en aquel año en Nueva Zelanda, RAC, Costa de Marfil (con el Mercedes) y Portugal, por lo que apuntaba a ser el gran favorito al título. Sin embargo, problemas de motor tanto en el 1.000 Lagos, como en Acrópolis lo llevaron a ceder el mando de la general a favor de Bjorn.
En esos momentos recibió la llamada de Ford Europa para compensarle con la participación en algún rally extra. Lo podría haber hecho, ya que además de las pruebas que ya tenía confirmadas, también estaban en el calendario San Remo y Córcega a las que prácticamente ninguno de los pilotos nórdicos quiso ir salvo Markku Alén y Timo Salonen que sí estuvieron en la cita italiana. Hannu declinó la oferta y se ciñó al acuerdo que había alcanzado precisamente con Waldegard.
En declaraciones recogidas por Motorsport Magazine así corroboró dicha información: “Bjorn y yo competíamos tanto con Ford como con Mercedes y al comienzo de la temporada acordamos hacer el mismo número de rallyes. El desafortunado fui yo: me retiré tres veces por problemas técnicos. Ford llamó y dijo: ‘Mira, tu motor se ha vuelto a apagar, así que te daremos una oportunidad en otro rally’. Sin embargo, me negué porque le había prometido a Bjorn que no haría ningún evento adicional y quería cumplir mi palabra«.
Aunque su recta final de año fue perfecta, no fue suficiente para neutralizar la ventaja que había acumulado su compañero tras haber ganado en Grecia y haber finalizado tercero en Finlandia. Sin abandonos, y a pesar de que en el RAC únicamente pudo arañar un noveno puesto, Waldegard se hacía con el título por un único punto, pero Mikkola se llevaba en el bolsillo un respeto eterno a su figura como deportista. Ambos serán recordados como lo que fueron, dos de los grandes pioneros, con carreras que se trazan de forma paralela y con éxitos similares.
Un campeonato del Mundo para cada uno, considerados especialistas en las carreras africanas y con un dilatado palmarés, conformado por 16 triunfos para Waldegard, el último de ellos en el Safari de 1990, por lo que ostenta el récord de piloto de más edad en ganar una prueba del WRC con 47 años. Mikkola alcanzaría las 18 victorias, la última de ellas curiosamente tres años antes que Bjorn, en 1987 y también en el Safari. Ambos siguieron compitiendo en el Mundial hasta los noventa e incluso se dejaron ver durante años en otras pruebas, no perdiendo nunca el contacto con los rallyes.