No es la primera vez que hablamos de la cara oculta del rally-raid más conocido del planeta. Todos esos prototipos que no aparecen en televisión por no estar luchando por las posiciones de cabeza o que simplemente abandonan antes ni tan siquiera de dejar su impronta. Sin embargo, también hay otros muchos casos que no pasaron de un diseño en un papel o un proto que se encuentra perdido bajo una manta. Ese es el caso del Venturi 260 Rallye-Raid.
La idea surgió por parte de Jean-Louis Maigret, el cual buscaba una forma de promocionar el producto de la marca francesa más allá de las fronteras, especialmente de cara al mercado asiático. En ese momento, las altas esferas de la firma estaban más pendientes de la Fórmula 1 que de un posible proyecto en competiciones off-road. Aun así, un pequeño reducto de trabajadores de la empresa (unas cuatro personas), dirigidos por Jean-Christophe Boulay aprovechó las horas muertas para realizar una versión Rallye-Raid proto.
La idea inicial era la de instalar un nuevo motor turbo de cuatro cilindros que pudiera erogar hasta 350 CV de potencia. Todo un tracción total muy aerodinámico que plantara cara a los pesados y en ocasiones ortopédicos 4×4 de finales de la década de los ochenta (siempre al margen de los dominadores como Mitsubishi o Peugeot/Citroën). Todo ello aderezado con una estética que estaba al alimón entre el Ferrari de Corrupción en Miami, el Corvette de 1984, una trasera que recordaba al Ford RS200 y la raíces off-road del Peugeot 405 T16 Grand Raid.
El prototipo tan sólo tenía dos ruedas motrices y mantenía el motor V6 PRV del 260 Coupé (260 CV de potencia y 2.8 litros). La idea era ponerlo en competición en la edición de 1992 del Dakar, como muy tarde en la de 1993 e incluso se consideró la posibilidad de crear más unidades carrera-cliente para sacar algo de beneficio de todo el esfuerzo realizado.
Sin embargo, la situación financiera de la empresa hace aguas y la llegada del nuevo propietario, Hubert O’Neil, elimina cualquier opción de que el Venturi 260 Rallye-Raid termine viendo la luz. En el año 2000, Gildo Pallanca Pastor, un empresario monegasco de éxito, se convierte en nuevo CEO de Venturi y manda restaurar esta unidad, rescatándola del garaje en el que se encontraba recluida y dándole un nuevo corazón, en este caso el del Venturi 300 Atlantique 3.0L que entregaba 310 CV. Todavía hoy en día se le puede ver por Mónaco haciendo girar cabezas muy lejos del que debió haber sido su terreno, la arena del desierto de Mauritania. Otra de esas historias pérdidas del Dakar.