Si sigues un poco el mundo de las carreras sabrás que Gerhard Berger se ha convertido en poco más que un meme. El máximo responsable del DTM ha dejado claro en estos últimos años que su capacidad de gestión brilla por su ausencia como demuestran el hundimiento de las antiguas Fórmula 3 Euro Series, la marcha de Mercedes y Aston Martin o el fracaso del reglamento Clase Uno y la integración con el Super GT japonés. Eso lógicamente le hace a él y a su campeonato poco de fiar. Pero es justo reconocer que el DTM se encuentra en una posición tan difícil como bastantes otros campeonatos y que no está claro que con otro hombre al frente la situación se hubiera encauzado mejor.
Tenemos un campeonato con una imagen reconocible, que durante años fue considerado como la mejor alternativa para ser piloto profesional fuera de la Fórmula 1, con cobertura televisiva decente e implicación de las marcas. Todo sonaba genial… para un mundo que ya no existe. El dieselgate de VAG lo cambió todo. Las prioridades de las marcas, especialmente las alemanas, son otras. Y resulta complicado justificar una inversión millonaria en un campeonato que proyecta valores totalmente opuestos a los que les toca mostrar ahora.
El DTM tenía dos caminos. O apostaba por un regreso a los orígenes basado en los equipos privados y rebajando sus aspiraciones, o se adentraba en el mundo de los eléctricos para contentar a su sostén desde hace veinte años, los fabricantes. La respuesta de Berger deja frío a todo el mundo: pretende combinar un DTM con vehículos GT3 (de momento, nada de GT3+, nadie es tan tonto como para gastar dinero en una idea sin garantías de éxito), con un DTM eléctrico a partir de 2023, todo mezclado con clásicos, esports, los GT4 del DTM Trophy…
El problema es que la música hace rato que dejó de sonar y no hay sillas disponibles. El DTM llega tarde. Ya hay un buen puñado de certámenes de GT3 con enorme éxito y que dan mayores garantías de seguir su curso. ¿Por qué nadie iba a inscribirse en un DTM que además te obliga a realizar desplazamientos costosos como el de su cita inaugural en Rusia y que impide repartir costes entre dos pilotos por coche al pretender hacer carreras al sprint? ¿Qué gana un fabricante pagando la fiesta, cuando puede limitarse a ofrecer apoyo a equipos privados y ceder pilotos profesionales para que acompañen a paganinis?
Sigue siendo una idea dentro del marco conceptual del DTM reciente: que paguen las marcas por mostrar que su coche es el mejor con sus mejores pilotos y así impresionar a sus clientes invitados al circuito. Pero las marcas ya no quieren pagar y los clientes potenciales de los modelos de calle que inspiran a los GT3 no son los de las berlinas que teníamos hasta ahora. Bentley, Lamborghini o McLaren encajan con la exclusividad y el pijerío que rezuman los eventos de Stéphane Ratel, no con las gradas llenas y regalos en los stands promocionales que uno asocia al DTM.
Queda la tabla de salvación del DTM eléctrico, me dirás. Pues me temo que sigue teniendo la misma vulnerabilidad que los GT3. ¿Por qué iba a salvar el DTM esa papeleta a los fabricantes cuando ya hay otros certámenes eléctricos que dan mucha más confianza? La Fórmula E está vivita y coleando, con sus creadores sacando ahora Extreme E para saciar aún más necesidades de las marcas. Y si Alejandro Agag no es de tu gusto, ahí tienes a Marcello Lotti y sus E-TCR. Él sí ha comprendido los dos pilares sobre los cuales se va a sustentar el automovilismo en la próxima década: carreras-cliente asequibles con los TCR y prototipos eléctricos para las fábricas con los E-TCR. Y lo tienen ahora, no dentro de tres años. Con varios coches ya listos, no con un concept car modificado a última hora.
Insisto. Podemos reírnos todo lo que queramos de Gerhard Berger, pero más allá de su fanfarronería y múltiples errores, tenía una papeleta difícil y simplemente parece abocado al fracaso como le hubiera ocurrido a la mayoría. Lo preocupante es que esto no va a ocurrirle sólo al DTM y en el automovilismo hay bastantes elefantes que serán demasiado torpes para moverse con agilidad en los tiempos que se nos vienen…
Foto | DTM