La última reunión del Consejo Mundial de los Deportes de Motor trajo consigo novedades en cuanto al reglamento que regirá la categoría reina de las 24 Horas de Le Mans y el Mundial de Resistencia. Sobre todo en los referido a los requerimientos para homologar estos exclusivos coches, pues en el pasado mes de junio ya quedó claro que la filosofía será estandarizar tanto como sea posible para contener los costes. Sin embargo a mí me deja una sensación muy agridulce.
La principal barrera de entrada será la necesidad de fabricar 25 vehículos el primer año o 100 a partir de la segunda temporada de vigencia del campeonato de cara a poder homologar uno de estos hipercoches para conquistar la carrera de resistencia más célebre del mundo. Obviamente tal requerimiento se hace para evitar la fabricación de coches fantasma como fueron algunos de los GT1 de finales de los noventa, como el Toyota GT-One o el Nissan R390, pero se trata de un arma de doble filo.
Estamos hablando de coches de competición que tendrán que debutar supuestamente en agosto de 2020. Es decir, en 20 meses. Por mucho que se limite el desarrollo y se estandaricen partes, cualquier programa en competición mínimamente serio ya iría con retraso si empieza ahora. Y sabemos que Ford o Ferrari se retiraron de la mesa de negociaciones antes incluso de que este reglamento viera la luz. ¿Luego quién va a tener la capacidad técnica de desarrollar un coche capaz de ganar Le Mans y fabricar a su vez 25 unidades de calle en poco más de año y medio?
Por ahora sólo tenemos a Toyota, presuponiendo que el GR Super Sport presentado hace meses fuera una declaración de intenciones. McLaren y Aston Martin se dejan querer, pero también andan ocupadas con otros proyectos. Y hasta el momento sólo la Scuderia Glickenhaus y BYKOLLES se han comprometido, quedando muy en entredicho su capacidad para cumplir con los plazos. Otra cosa es que se asuma que la temporada 2020-2021 del WEC será una campaña perdida y casi nadie tendrá listos los coches nuevos hasta Le Mans 2021…