No es la primera ni será la última vez que una carrera de NASCAR se decida de forma polémica. Los accidentes y los problemas post-carrera son un habitual en el stock car norteamericano, que ha vivido y promocionado este tipo de competición desde que Donnie Allison y Cale Yarborough chocasen en la última vuelta de la Daytona 500 de 1979, la primera transmisión completa de un evento que cambió la fisonomía del automovilismo en Estados Unidos. Este domingo se vio un nuevo episodio de controversia y diversión por igual en Chicagoland, un circuito no siempre propenso a la acción pero cuyo cambio de fecha le ha sentado bien.
Kyle Busch lideró las últimas 59 vueltas de la Overton’s 400 y sumó su quinta victoria del año, segunda en Chicago. Su triunfo no fue nada cómodo al tener que aguantar los ataques de Kevin Harvick, el otro gran dominador de 2018, al que siguió Kyle Larson. El popular piloto de Ganassi llevaba desde septiembre de 2017 sin ganar y recortó la distancia con Busch en los giros finales para asegurarse el pase a un Play-off que de momento tiene bien asegurado. La mayor velocidad de Larson se hizo notar al recortar cuatro segundos de déficit, pero dos toques con el muro a falta de siete vueltas parecían darle el triunfo a Busch.
Sin embargo, Busch maniobró mal con Ross Chastain, Kurt Busch y Ricky Stenhouse Jr., perdiendo toda su ventaja. Larson alcanzó y pasó a Busch por el interior de la primera curva, yendo el de Gibbs a por su rival y no dudando en empujarle en plena curva 3. Busch se fue al muro y pinchó un neumático, mientras Larson trompeó a medias y recuperó el coche en la posición correcta. Ambos llegaron a meta primero y segundo, ganando Busch con un coche dañado y manteniendo Larson su sequía. Es difícil no ver situaciones como esta más a menudo con el nuevo sistema que premia las victorias, pero conociendo la filosofía de NASCAR, la organización tomará como bienvenidos los choques siempre y cuando los pilotos no se hagan daño.