Admito que el reciente Gran Premio de Australia dejó sensaciones encontradas. Por una parte, regocijo por la particular victoria de Ferrari, y por otra, cierta turbación por el deficiente desempeño de Toro Rosso. Sostengo la creencia de que si Red Bull no logra descifrar las carencias de Honda nadie lo hará por el simple hecho de que los nuevos dueños de la Fórmula 1 son los otros fabricantes. En Australia, quedó en evidencia que no hay más alternativas, los equipos clientes tienen poco que buscar más allá de intentar sumar algunos puntos. En particular, lo de Mercedes y su motor en configuración «Party Mode» es manifiesto tácito de saltarse las reglas, pero desde la FIA se hacen los distraídos.
Supuestamente, los motores y sus accesorios serían similares para todos, tanto escuderías oficiales como clientes. Hasta ahora, Ferrari y Renault poseen argumentos para certificar que actúan de buena fe, los italianos les han concedido a Haas un conjunto muy bueno; en tanto Red Bull y McLaren evidenciaron ritmos decentes, aunque no suficiente para competir directamente contra los equipos Ferrari y Mercedes. La cuestión acá es que los clientes de Mercedes están lejos de todo y ninguno dispone del misterioso «Party Mode». Ni hablar de Honda que parece tener una nube negra encima ya que cada vez que intenta aproximarse a sus adversarios, estos colocan más distancia de por medio.
Supuestamente, otra geometría de poder se estaría gestando para 2021, fecha tentativa para introducir nuevos motores. Entonces de aquí hasta allá debería permanecer la misma dualidad Mercedes-Ferrari, con ventaja para los alemanes ya que su configuración especial los llevará a estar al frente en la clasificación con la ventaja que ello representa para la carrera. Se entiende que la actual Fórmula 1 no sobrevivirá sin la presencia de las escuderías oficiales, pero concederles todo el protagonismo y además permitir semejante ventajismo es un error que ni la FIA ni Liberty Media saben cómo enmendar sin que se pronuncien amenazas de abandonar la categoría.
Sobre esta situación, las reflexiones de Helmut Marko y de Damon Hill, realizadas el reciente fin de semana, resultan muy interesantes. El asesor de Red Bull criticó abiertamente a Mercedes y a la FIA porque desde el equipo alemán pueden configurar y desconfigurar su motor como les venga en gana, que esa aplicación más extrema sea capaz de otorgar medio segundo en clasificación, en la primera fecha del calendario y en un circuito como Albert Park, luce como una afrenta tanto al resto de los competidores como a las mismas autoridades. Para Marko, la FIA debería intervenir, tal como lo han hecho con anterioridad, para limitar o eliminar ciertos elementos que concedan una ventaja tan descarada.
Por su parte, Damon Hill, a través de su cuenta Twitter, expresó que desearía observar a Ferrari y a Mercedes despegar en el campeonato lo más pronto posible para manifestar a viva voz que los fabricantes están acabando con el deporte ya que no hay manera de hacerles entender que fomentando la competitividad se genera interés en la Fórmula 1 y no al contrario. Si en la primera carrera de la temporada ya se tiene idea de quién será el campeón o en cuál equipo estará, entonces no se puede hablar de sentido deportivo.
La postura de Hill halló respuesta desde Mercedes, el responsable de la cuenta Twitter no tuvo mayor argumento que preguntar al ex piloto por qué nunca se quejó de la ausencia de espíritu deportivo cuando estuvo en Williams Renault. La respuesta fue simple pero contundente: el equipo Williams era un inoportuno garajista y él nunca ganó tanto. Y es que de verdad no puede haber comparación posible porque en aquella época, cuando el británico se alzó con el título, eran escuderías como Williams, Benetton y McLaren; todas garajistas, las referencias en la Fórmula 1.
Esa alternativa de observar a un particular vencer a equipos oficiales terminó con la era de los V8, cuando a Red Bull le cortaron las alas porque supuestamente la categoría era aburrida, aunque dos campeonatos alcanzados por los de Milton Keynes se definieron en la última carrera. Ahora los equipos clientes tienen, si acaso, una remota posibilidad de ganar una carrera y eso pasa porque se presenten condiciones muy excepcionales. Los que están arriba cada temporada aumentan su dominio y si a esa situación se le añade que también son proveedores de quienes están abajo y además amenazan con irse si cambian las reglas, entonces no se advierte una salida coherente.
Por otra parte, lo que sucede con Honda, tal como indiqué con anterioridad, tendrá connotaciones negativas por todas partes si Red Bull no logra al menos mantener a los japoneses en la Fórmula 1. El fracaso de Honda sería una señal de peligro, de perder todo el dinero, para otros proveedores de motor interesados en ingresar en la temporada 2021, con todo y que se hable de un propulsor más sencillo, que a día de hoy nadie tiene idea de cómo será. Quienes ostentan el poder en las reuniones para confeccionar el nuevo reglamento técnico son las mismas personas que llevaron a la Fórmula 1 al punto donde se encuentra hoy. Habrá que ser muy ingenuo para creer que diseñarán unas reglas para salir perjudicados y conceder privilegios a los de nuevo ingreso y a los equipos clientes.
Para finalizar, con todo y el tropiezo padecido en Australia, mantengo la fe en el sistema de trabajo, recursos y personal de Red Bull Racing para afrontar el reto e intentar enderezar el camino de Honda. De resultar infructuosa toda la inversión, y el proyecto Toro Rosso-Honda culmina en tal fracaso que al final de la temporada no es capaz de confrontar con regularidad a los equipos de media tabla, no tendré ningún reparo en admitir que me equivoqué en mi suposición.