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La imagen del día: han pasado... 322 días

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8 Jun 2019

Dudaba de qué hablar en este post. El accidente de Magnussen, la pintura defectuosa en los boxes… pero hablando con mi gran amigo y compañero de aventuras Àlex García, hemos llegado a la conclusión de que la Pole de Sebastian Vettel tiene su aquel. Porque todo el mundo le daba por muerto, y no estaba muerto. Ni de parranda. Estaba en un momento duro de su trayectoria profesional. Sí, la Pole de Vettel es más que una Pole. Es una joya en el fondo del mar encontrada tras 322 días.

Es una joya por el pilotaje. Es una joya porque es la luz a la esperanza de un no doblete de Mercedes (que siempre puede ocurrir, ojo). Es una joya a nivel deportivo, porque reinstaura un poco la confianza en uno de los candidatos al título, un título que muchos damos por sentenciado. Se habla mucho de que en la actualidad no hay caracter suficiente en los pilotos. Quizá es que no se lo atribuimos cegados por la nostalgia y las luchas del pasado. No son tan viscerales, pero sí deportivas. No hay triquiñuelas, pero sí momentos de tensión.

Nos remontamos al GP de Alemania de 2018. Hace 322 días, la lucha por el mundial era a degüello, pero sin pasarse. Duelo de titanes, de poder. Ferrari contra Mercedes. Ese 21 de julio, Lewis Hamilton se lamentaba de una rotura en su Mercedes mientras su rival en el mundial, Sebastian Vettel, se llevaba la pole en casa. Una Pole que, unida a la victoria en territorio rival (ganó en Silverstone contra todo pronóstico), le giraba la tortilla a Hamilton, que veía que su poder empezaba a desmoronarse. A ello se añade el ¿narcisismo? de los pilotos de carreras: quieren ser únicos. Luchaban por ser un pentacampeón y diferenciarse el uno del otro.

Curiosamente, 24 horas después de que Hamilton se quedase tirado en clasificación y expresase su frustración, Vettel chocaba contra el muro en el GP de casa. Furia y llanto tras perder la victoria mientras dominaba y por un error de novato. La tortilla dio un giro completo, y Hamilton cenó bien esa noche. Y las que llegaron. Un festín de ego, de motivación y de confianza. Quedó encantado. Blessed, que dice el británico.

Desde entonces, Vettel entró en barrena, al igual que Ferrari. Motivado, Hamilton rebanó el pescuezo a los de Maranello en Monza con una victoria legendaria, y en Singapur, les remató. Vettel cayó en la oscuridad, al igual que las esperanzas del quinto título. Alirón incluido, Hamilton igualó a Fangio y se convirtió en el tercer piloto con más títulos de la historia. Vettel, relegado al cuarto y empatado con Alain Prost.

Llegó 2019. Charles Leclerc se estrenaba en Ferrari y en los test de pretemporada, las balas rojas fueron muy rápido… hasta que Mercedes sacó la maquinaria pesada. La historia de esta temporada no es bonita para Vettel. Leclerc consiguió una Pole antes que él, tenía en su mano la victoria en Baréin y acabó sin ella. Pero el talento está ahí. La rivalidad, también. A nivel mediático, Vettel parecía más que nunca el mimado del equipo, con órdenes claras en su favor. Lógico, pues es el primer piloto, pero siempre duele ser el malo, o que te vean como el malo.

Con un nivel parejo, Vettel poco a poco ha ido limando asperezas. En las últimas carreras, Leclerc parece desquiciado. Vettel no tanto. La tortilla, en este caso interna, vuelve a girar. En los Libres del Gran Premio de Canadá, Leclerc ha estado muy a la par de Vettel. Incluso por encima. Además, Vettel siempre ha sido un hombre muy orgulloso con su rendimiento a una vuelta. Hamilton es el piloto que se considera más rápido a un giro de la parrilla, y superarle es un extra. Superar a Leclerc y a Hamilton, es el doble extra. Y hoy, Vettel lo ha logrado.

En el momento que más importaba ha conseguido una Pole que quizá no sea efectiva en el futuro, pero abre la puerta a algo más. A una victoria. A renacer. Se ha encontrado de nuevo la joya, esa que brilló. Han pasado 322 días, y por suerte no han sido 84 años como la famosa broma de internet. Por suerte, mañana hay carrera.

Foto | Ferrari Media Services

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