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La imagen del día: salsa de tomate en Ferrari

¡Qué fácil habría sido titular nuestra imagen del día «sangre en Ferrari»! Demasiado fácil, incluso. Conflicto de intereses entre dos pilotos, un coche que no está a la altura y una muy difícil decisión que tomar que siempre, siempre iba a beneficiar a uno de los dos, quienquiera que fuera el elegido. Habrá un antes y un después de la carrera número 1000 de la categoría reina, del GP de China de 2019. La gente hablará de cómo Ferrari ha fastidiado la carrera de Charles Leclerc, de cómo han cedido ante Sebastian Vettel, criticarán su debilidad ante un piloto al que no consideran ‘digno’. Desde un cómodo sofá en casa, relajadetes y con la confianza de juzgar a posteriori, que eso se nos da bien a todos. ¿La realidad? Más que sangre, lo que hemos visto es salsa de tomate. Mancha de color rojo, cuesta que se marche y obliga a cambiarse de ropa. Pero no hay una herida debajo.

Puede que nos estemos saltando un poco nuestras propias normas en el sentido de que no hay una imagen individual sino una situación que se vive en Ferrari que es claramente la ‘imagen del día’, aunque seguramente lo más remarcable no está tanto a nivel visual como auditivo. Las radios entre Ferrari y Charles Leclerc han dado la ‘salsa’ de la primera parte de carrera. El equipo le pidió al monegasco que aumentara el ritmo para que Vettel, que venía detrás, no tuviera problemas con los neumáticos. El alemán llegaba con algo más de ritmo y la presencia de su compañero le era un problema. En situación normal, dejar que los pilotos de un equipo peleen es lo ideal… pero en Ferrari buscaban intentar posicionarse para atacar a Mercedes y consideraron que lo mejor era darle a su piloto más rápido la mejor opción de ir a por las flechas de plata.

Al final, Vettel no llegó a escaparse de Leclerc, que gracias al DRS en un principio y a alguna bloqueada de su veterano coequipier luego logró mantenerse razonablemente cerca. Sí, Vettel tenía mejor ritmo de carrera. En ese sentido, Ferrari no se equivocó a la hora de intercambiar posiciones aunque lógicamente Leclerc tuviera que o bien hacerse el disgustado o bien realmente lo estuviera. A ningún piloto le gusta que le dejen por detrás de su compañero, con o sin razón. Si lo que se pretendía era ir a por Mercedes, tenía sentido. Pero como suele ocurrir en la Fórmula 1 en tiempos recientes, Max Verstappen trajo el extra de impredecibilidad y al alcanzar a los Ferrari, complicó la jugada para los de Maranello, que de golpe no podían invertir las posiciones como habría sucedido al quedar claro que Vettel no podía ir a por Hamilton y Bottas.

Llega aquí el segundo punto polémico, menos dentro del equipo que fuera, con unas primeras paradas en boxes que tuvieron a Vettel pasando por el pit-lane antes que Leclerc. No protegieron al monegasco, dirían algunos… pero en caso de haber parado primero el expiloto de Sauber y luego Vettel, ambos habrían vuelto a pista por detrás de un Verstappen que jugó al ‘undercut’ parando antes. Desaofortunadamente para los coches rojos, en ese momento los de Red Bull les ganaron la partida estratégica, obligándoles a defender a Vettel si querían optar al podio. Lo demás, como suele decirse, es historia. Aunque quizás más curioso pueda resultar que Vettel casi empujara a Verstappen fuera de pista y este, lejos de quejarse, dijo que le pareció una defensa justa y que él habría hecho exactamente lo mismo. Coherente, ¿no?

Si algo sabemos es que ninguno de los grandes pilotos de la Fórmula 1 es un santurrón. No lo es Vettel, como tampoco no lo era Alonso ni lo es Hamilton. Que puedan jugar a serlo es una cosa, como también el alemán lo hacía en los mejores momentos de su asociación con Red Bull. Sería un error pensar ahora que Leclerc solo es un niño bueno y que si se queja es porque siempre va a tener razón. Si tiene hambre de éxito y la ambición y el talento para lograrlo como muchos suponemos, lo normal es que poco a poco intente hacerse con un hueco potente en la Scuderia Ferrari. Esto implica no solo ser el más rápido siempre que pueda sino tomar el equipo por las riendas, políticamente hablando. Lógicamente, esta jugada incluye intentar que el equipo le favorezca, sea o no la jugada más justa. Para ganar, hay que estar en todo.

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