Hace ya tiempo que se ha marcado la quinta temporada de la Fórmula E como la referencia para ver a la competición de monoplazas eléctricos despegar. Mientras que el Mundial de RallyCross o competiciones como la Subida a Pikes Peak o el Trofeo Andros ya contemplan a los vehículos alimentados por baterías como competidores de las categorías reinas, las series comandadas por Alejandro Agag quieren seguir haciéndose un hueco entre los principales campeonatos internacionales bajo el paraguas de la FIA.
Llegados a este punto, los responsables de la Fórmula E han ido dando pasos poco a poco para añadir la credibilidad que muchos pedían al campeonato. Han llegado fabricantes, se ha mejorado el rendimiento progresivamente de los monoplazas, se han formado categorías teloneras, se está trabajando en la llegada de las nuevas baterías que nos eviten ese incomodo momento de ver a los pilotos emular a los competidores de Moto GP con el cambio de coche y se está trabajando incluso más en la concepción de los trazados urbanos para darnos ePrix tan emocionantes como el que pudimos vivir este pasado fin de semana en Chile.
Aun así, hay muchos sectores de aficionados y profesionales dentro de la competición (en los distintos estamentos que nos encontramos) que todavía se muestran recelosos ante el presente de la competición, algo que ni tan siquiera ha conseguido solucionar la llegada de marcas como Mercedes-Benz, Porsche, BMW o la propia Audi. ¿Un problema de fondo? Que el actual monoplaza no ayuda, ni por reacciones ni por estética, alegan muchos. ¿La solución? La llegada de la segunda generación de coches.
Presentado durante la pasada semana, el nuevo chasis de Spark mantiene la imagen futurista que Agag ha buscado siempre para su campeonato y en términos de rendimiento, se espera que la potencia supere los 400 CV en los momentos de la sesión de clasificación en los que se esté utilizando el máximo nivel de energía. Según declaraciones de Lucas Di Grassi a Motorsport.com, se espera que este aumento de ‘potencia’ para el tren de potencia les permita pasar de la actual velocidad punta de 225 km/h a superar la barrera de los 300 km/h. Según el brasileño de Audi, estas cifras de prestaciones dejarán sin argumentos a todos aquellos que se atrevan a decir que estos coches no son lo suficientemente rápidos.
La última pregunta que se debe hacer la Fórmula E, sus aficionados y sus detractores es si realmente es necesario llegar a esas velocidades para un campeonato que fue concebido no como una versión eléctrica de la Fórmula 1, sino como una disciplina nueva que permitiera acercar las carreras a las grandes ciudades gracias a las nuevas alternativas de propulsión. ¿Es necesario ver coches a 300 km/h en rectas kilométricas para ser considerada una competición más seria? Permítanme dudarlo.
Las series eléctricas se harán un hueco con carreras como las del sábado y el trabajo continuado. Mejorar la realización televisiva, promocionar y seguir difundiendo los secretos técnicos de su competición, pasan por ser la hoja de ruta. El talento de los pilotos, la llegada de fabricantes y la evolución de las tecnologías de propulsión eléctricas harán el resto, más cuando otros campeonatos como el Mundial de Motociclismo también se ha apuntado a esto de los eléctricos a partir de 2019.