El reciente Gran Premio de Bahréin ha dejado en evidencia muchas de las estrategias para esta temporada, mismas que salieron a la luz por motivos de fuerza mayor. Las escuderías italianas Ferrari y Toro Rosso fueron las protagonistas de la carrera, ambas con objetivos muy bien definidos, pero han preferido empezar con humildad, modestia y discreción en lugar de la vanidad y la prepotencia. Están conscientes de lo que tienen entre sus manos y aún así prefieren señalar a los demás como mejores, pasar desapercibidos hasta que no puedan ocultar sus verdaderas intenciones. En esta fábula, el caballo y el toro provenientes de Italia van a ir borrando las risotadas y las burlas que el resto de la fauna, que vive de la Fórmula 1, ha mantenido desde hace cierto tiempo.
Sebastian Vettel y Ferrari tienen como metas ambos campeonatos, mientras de forma permanente insisten en señalar a Mercedes como los favoritos. En tanto, Toro Rosso y Honda van por el asalto al cuarto lugar entre los constructores, y aunque apenas se han realizado dos carreras, a estas alturas las dos escuderías lucen del tamaño de una catedral bizantina. La demostración de Vettel en Bahréin fue soberbia, digna del gran campeón que es. El piloto alemán es ahora quien tiene el control y a diferencia de 2017, este año no habrán bujías defectuosas en Japón, ni desequilibrios en Bakú, ni choques en Singapur. Vettel logró la pole y además se impuso en Sakhir, cuando las probabilidades indicaban que el compuesto blando no le haría mantener un ritmo ganador durante 39 vueltas, demostró entonces que su simbiosis con el SF71H es ideal.
En el Gran Premio de Bahréin que observé, vi triunfar a Sebastian Vettel y no a Valtteri Bottas. La noticia es que Ferrari ganó y no que Mercedes perdió. La escudería italiana ha concebido un coche excepcional, sinónimo de contar con el personal adecuado, incluyendo a sus pilotos. Ahora se advierte que sí pueden mantener el liderato hasta el final de la temporada. Ciertamente, el camino es largo, pero ya le han enviado un mensaje codificado a Mercedes. Si Toto Wolff no está perdiendo el tiempo practicando sus actuaciones de cómo golpear una mesa cuando las cámaras lo enfocan, tal vez caiga en cuenta que la misma estrategia utilizada por Ferrari en la carrera de Sakhir puede ser una metáfora de lo que sucederá esta temporada.
En esta nueva confrontación entre los dos mejores pilotos de la última década, ambos tetracampeones y líderes en casi todas las estadísticas históricas, Sebastian Vettel tendrá la tarea de mantener a Ferrari en la cima. A diferencia del año pasado, el coche rojo luce capaz de inquietar a los Mercedes los días sábados, inclusive con Kimi Räikkönen. Allí radica el principal factor diferenciador con respecto a 2017. Y es que tanto en Australia como en Sakhir ha quedado en evidencia que el Mercedes W09 es vulnerable si no está al frente y no es efectivo detrás del SF71H.
Tal vez en Mercedes van a esperar otra vez que el caballo italiano aminore su paso en esta travesía de nueve meses, porque en otras ocasiones no aguantó. Pero en esta ocasión parece que será Mercedes la que sucumba ante el desespero y el agotamiento que causará perseguir durante largo tiempo a su adversario y no poder alcanzarlo. Lewis Hamilton es imparable cuando tiene la moral muy alta, pero ahora no puede contar con que a él le irá bien y a Ferrari mal porque es la tradición, todos los días no es Navidad. En la escudería italiana, aunque no lo confiesen a viva voz, se ve que ahora sí creen en el título.
Hablando del caballo y del toro, tras observar lo sucedido en Bahréin, con Toro Rosso, McLaren y Renault, recordé aquella fábula donde los animales del bosque jugaban a la gallinita ciega y un topo pidió que lo dejaran jugar. Cuando los demás animales le dicen que sí, que se aproxime para que participe, observaron con asombro como el topo tropezaba a su paso y no tenía la más remota idea de a dónde dirigirse. Con todo y su evidente ceguera, el topo pidió que le colocaran la venda en los ojos… La moraleja acá es que por mala costumbre no se suelen admitir la ignorancia y los defectos por más evidentes que sean.
En Bahréin, Toro Rosso y Honda enviaron un mensaje contundente a sus detractores, a los equipos de media tabla y a todos aquellos fablistanes que durante 57 vueltas mantuvieron tensos sus esfínteres y sus hemorroides ligando que el motor japonés estallara para reeditar la sarta de argumentos que arrastran y repiten desde hace tres años. Y lo más cumbre de este asunto es que dentro de poco tiempo, de mantenerse la progresión, el plantel de Faenza pasará por un costado tanto a McLaren como a Renault y originará una cacería de brujas, un desfile de cesanteados que resulta previsible, el vertiginoso ascenso de Toro Rosso-Honda propiciará situaciones muy complicadas de explicar para cierta gente, como cuando al topo le quitan la venda de los ojos.
Desde hace meses sostengo que Cyril Abiteboul será uno de los damnificados y otro debería ser Eric Boullier. El primero reportará a la plana mayor de Renault las razones por las cuales el motor francés es el más deficiente de todos y por qué la escudería oficial no muestra mejoría a pesar de la inversión y el tiempo concedido. Además, si Renault mantiene a Abiteboul al frente, tendrán que lidiar con el vendaval de críticas que vendrá desde Red Bull Racing, porque no es solamente que no es contendiente al título por las carencias del propulsor, también Toro Rosso va camino a acumular más puntos con Honda esta temporada que con Renault el año pasado.
En un momento llegué a creer que las propuestas técnicas de Bob Bell y el aporte de Nico Hülkenberg serían una base lo suficientemente sólida para que Renault hiciera valer su condición de escudería oficial y lograra establecerse por detrás de Mercedes, Ferrari y Red Bull. Pero no fue así, en mi análisis no llegué a considerar que Cyril Abiteboul gestionara a Renault como un equipo cliente, mientras es aleccionado en cada gran premio por Red Bull, el equipo cliente con gestión y mentalidad de escudería oficial. Abiteboul no es un líder motivador, no arriesga, solo espera tener mucha suerte y que las cosas pasen. ¿Entonces para qué comprar Lotus? ¿Para intentar enseñarle algo a Red Bull? Desde varios flancos la marca francesa será torpedeada, y más si los de Milton Keynes instalan los motores Honda en 2019, así que será preferible colocar a alguien distinto como jefe a tener que soportar estoicamente lo que se desatará, porque no hay argumentos para responder.
El caso de McLaren, de exponer al escarnio público a Honda sin asumir su cuota de culpas traerá pésimas consecuencias. Ahora la revancha la otorga el destino y un posible despido de Eric Boullier estaría en el ambiente, de esos movimientos cuando se sacrifica al entrenador porque no se puede echar a toda la plantilla. Aunque al parecer, es tradición en McLaren no hacer autocrítica ni admitir errores, así vean a un Toro Rosso-Honda estar por delante, así le hayan regalado un motor oficial a Red Bull Racing, así hayan conservado el mismo departamento técnico que fue un fracaso con un motor Mercedes híbrido, así hayan perdido su habitual cartera de patrocinadores. La noche será larga para Renault y McLaren porque la temporada no concluye mañana.
Por otra parte, se debe indicar que la exhibición de Pierre Gasly en Bahréin no fue casualidad, no se le presentó la carrera porque desde las primeras prácticas libres asomó lo que estaba por venir. La clasificación y el gran premio lo confirmaron. Mención aparte merece la eficiente tarea que está cumpliendo Brendon Hartley, quienes en realidad comprendan la dinámica de la Fórmula 1 entenderán a qué me refiero. Las próximas carreras en Shanghai y en Baku también se presentan como escenarios ideales para que Toro Rosso prosiga su desarrollo, mientras es más que probable que Adrian Newey haya iniciado la fase de diseño del RB15 a partir del motor Honda.
He de señalar además que al observar la destacada actuación de Pierre Gasly durante todo el fin de semana, vino a mi mente el trabajo de investigación realizado por Andrew Bell, titulado “Un modelo multinivel para determinar el éxito y el rendimiento en la fórmula 1”, y por supuesto la absurda y estéril discusión de tal o cual es el mejor piloto porque hizo esto y aquello con tal coche. En teoría, cuando el Toro Rosso STR13 desembarcó en Bahréin era el peor coche del campeonato y Honda el motor más patético de los últimos años. También sería la séptima carrera en la Fórmula 1 para Pierre Gasly, quien no había logrado punto alguno y además clasificó último en Australia.
Si se juntan todos esos elementos para obtener un resultado, tendríamos que lo hecho por Gasly raya en lo fantástico, pero igual se caería en el terreno de las suposiciones sustentadas en «Si X piloto logra un cuarto lugar con Z coche, entonces W piloto ganará con Z coche». Por tal razón, esos supuestos delirantes no deberían utilizarse como argumentos porque se corre el riesgo de que la ecuación señale que Pierre Gasly sea hoy el mejor piloto del planeta y parte de la Constelación de Perseo y que también Marcus Ericsson debería estar entre los cinco mejores. De allí que no suelo perder tiempo divagando en universos paralelos y en campeonatos hipotéticos ya que podría aparecer un Gasly y su Toro Rosso y derrumbar en un instante todos esos castillos construidos sobre las nubes.