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Luego de quince años, Nissan regresó a la cima del Super GT

Nissan, a través de los pilotos Bertrand Baguette y Kazuki Hiramine, logró alzarse con el cetro entre los fabricantes que compiten en el Super GT con el Z GT500 del equipo Impul. El circuito de Motegi, donde se disputó la última fecha del calendario, fue el escenario en el cual tres equipos se disputaron el campeonato. Allí, el belga y el japonés se combinaron para finalizar en segunda posición, tras Naoki Yamamoto y Tadasuke Makino del Team Kunimitsu, quienes no estaban en la pelea por el título.

Baguette llegó a Japón en el año 2014 tras formar parte de OAK Racing, equipo que ganó el título de la clase LMP2 del Campeonato Mundial de Resistencia con un Morgan-Nissan. El belga fue considerado aspirante para obtener un asiento en la Fórmula 1 tras coronarse en la Fórmula Renault 3.5 en el año 2009, sin embargo, sus recursos financieros no fueron suficientes para proseguir en series de monoplazas, así que, tras sufrir varias decepciones, decidió recalar en tierras niponas para mantener activa su trayectoria profesional.

La pareja del equipo Impul llegó a Motegi como segundos en la tabla, por detrás de los pilotos del NDDP-Nissan, Katsumasa Chiyo y Mitsunori Takaboshi. Pero tras Chiyo colisionar con el ARTA-Honda de Tomoki Nojiri en la primera vuelta, sus opciones se desvanecieron en gran parte porque el Super GT es una serie muy competida y las remontadas no resultan sencillas. Por su parte, Baguette inició la carrera desde el tercer lugar y se mantuvo allí hasta que su predecesor, el Toyota GR Supra del equipo Bandoh, realizó una lenta detención en boxes, así que heredó el segundo lugar tras el Honda NSX Type S de Yamamoto y Makino.

Al llegar el turno de Hiramine, el japonés admitió tras la carrera que estaba muy nervioso en las últimas vueltas del recorrido porque apenas es su tercer año en la clase GT500 y nunca había ganado algún título importante. Indicó que la responsabilidad le llevó a un nivel de concentración tal que por vez primera sintió que 40 vueltas era una eternidad. Pero su experiencia de siete años en la clase GT300 le ayudo a controlarse para llegar a la meta y lograr el objetivo. Los otros aspirantes al cetro, Nobuharu Matsushita y Koudai Tsukakoshi, apenas finalizaron en la quinta posición.

En palabras de Kazuki Hiramine:

Fueron las cuarenta vueltas más duras de mi vida. Lloré después de cruzar la línea de meta. Tuve un par de años malos en mi carrera. Vi las caras de quienes me pusieron de nuevo ante una oportunidad. Les estoy muy agradecido.

Vía | Super GT

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Humberto Gutiérrez

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