Prácticamente todos los participantes que pudieron vivir la etapa africana del Dakar han estado repitiendo durante los últimos días que este nuevo rally en Arabia Saudí ha recuperado parte de esa leyenda de la carrera. Nuevos paisajes, algunas instantáneas que recordaban a África y la novedad del Roadbook entregado por la mañana, todo un trabajo detallado del que se han encargado Thierry Magnaldi y Jean-Paul Cottret y con el que prácticamente todos han confirmado estar encantados.
Se ha regresado a esa filosofía de competición, pero también se han recuperado figuras tradicionales. Es cierto que Vaidotas Zala no es del todo un piloto amateur, e incluso su montura no es apta para todos los bolsillos. El lituano se anotó la primera victoria de esta edición del Dakar 2020, pero él sí tiene un bagaje en competición, incluido en rallyes de velocidad del Campeonato de Europa, con alguna aparición incluso con un R5.
Sin embargo, fue Mathieu Serradori el que devolvió la figura del piloto amateur con su victoria de la octava etapa. Habían pasado 32 años desde que un piloto no profesional consiguiera el triunfo, precisamente el belga Guy Deladrière en el Dakar de 1988, el cual se alzó con la victoria de etapa en la penúltima jornada de la edición con un Proto y sin dedicarse profesionalmente a la competición. Era un experto mecánico que pasó gran parte de su infancia en el Congo Belga y que conoció prácticamente todos los raids y rallyes africanos en su etapa de competición.
Con su padre como jefe de equipo, con su amigo de copiloto:
En el caso de Serradori, se encarga de gestionar su propia compañía especializada en electricidad, el cual decide cada mes de enero desplazarse con su propio equipo de apenas 15 personas que es dirigido por su padre, con esos mismos mecánicos de su confianza desplazando todo el material por el día y trabajando en poner a punto el buggy CR6 de la compañía sudafricana Century Racing cada noche. Lejos queda cuando tomó la decisión de competir por primera vez en el Dakar sudamericano, tomando parte de la primera internada del rally-raid al otro lado del charco al manillar de una moto.
Es por ello que fue uno de los primeros que tuvo palabras para el recuerdo a Paulo Gonçalves. A pesar de no ir al ritmo de los pilotos de cabeza, Serradori era consciente de los riesgos que se toman sobre dos ruedas, e incluso compartía la curiosidad de que ambos nacieron un día cinco del año 1979, apenas separados por ocho meses: “Esta mañana, nos subimos los calcetines y dejamos a todos detrás de nosotros. Me gustaría dedicar esta victoria a Paulo porque soy un exmotorista”, decía Serradori casi entre lágrimas al conocer que acaba de vencer su primera etapa en el Dakar.
Rememorando a los viejos tiempos del Dakar africano:
¿Un francés ganando al volante de un buggy? La historia obviamente nos recuerda a la figura de Jean-Louis Schlesser, y fue precisamente en la carrera organizada por el dos veces ganador del Dakar, la Africa Eco Race, la que le dio su mayor éxito (también fueron terceros en el último Rally de Marruecos) hasta el momento sobre cuatro ruedas cuando llegó a orillas del Lago Rosa de Dakar con la victoria en el bolsillo en 2018. Esto le dio alas para dar un paso más y afrontar el Dakar 2019, el último sudamericano, el cual se desarrolló íntegramente en Perú. La pasión por los rally-raids se la tatuó en el pecho gracias a ver los resúmenes de la televisión francesa junto a su abuelo, mientras que tejería una relación de amistad con su compañero de equipo en el Dakar 2011, Fabian Lurquin, que terminaría por ser su copiloto.
Por si fuera poco, en toda esta historia romántica hay otro final feliz más allá de la victoria de etapa conseguida el pasado lunes. Concretamente 6.000 razones que igualan los euros que por ahora donará el equipo a la asociación Léo, la misma cuyo propósito es el de ayudar a las familias cuyos hijos padecen cáncer y con los que Serradori se ha comprometido a donar un euro por cada kilómetro recorrido. A muchos les traerá a la memoria esas iniciativas solidarias que tenían los equipos con las poblaciones africanas, a las que llevaban medicamentos y material de primer necesidad de forma paralela a la disputa del Dakar. Como en los viejos tiempos.