La contundencia como piloto e incluso como persona de Max Verstappen es un arma de doble filo. El holandés es uno de los personajes rebeldes del paddock de la F1 y sus particulares situaciones ayudan a verle como alguien arisco o egoísta. No ayuda a su reputación verle como un piloto que apenas da tres minutos de declaraciones por prisa previa, hecho que descontenta a otros personajes del paddock y deja un regusto amargo en su excelente pilotaje. Es indudable el trabajo en equipo dentro de Red Bull, incluyendo una buena relación con Pierre Gasly.
«No es un día perfecto pero sí uno bueno», empezó Verstappen. «Hay elementos que es preferible chequear antes que esperar a que se rompan aunque hemos dado 120 vueltas, cuantas más vueltas mejor», dejó ir dentro de una bronca provisional disfrazada de optimismo lícito. El holandés es sin embargo una persona que compensa lo que da y lo que recibe y da un verdadero mensaje de positivismo en la pelea de la zona alta.
«Me parece bien la posición del equipo y todos parecen contentos y concentrados, está bien tener al personal así», dijo respecto a la moral del equipo antes de entrar a comentar el motivo del parón del miércoles, que curiosamente no fue una detención de la unidad de potencia como se esperaba. «No pasó nada malo con el motor, tuvimos que chequear y sacar la caja de cambios para fijarnos del todo y asegurarnos de que no nos reventase, nada extraño», acabó.