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Mazda recupera parte de su historia deportiva al encontrarse 35 años después con el RX-7 254i

Muchas veces hemos hablado de la importancia de que los fabricantes sepan preservar parte de su historia y eso en muchas ocasiones no se ha tomado en serio hasta que alguien en un despacho se preguntó: “Oye, ¿Por qué no tenemos ningún coche X en la colección?”. Es a partir de ese momento en el que se realiza una intensa tarea de investigación para buscar alguna de esas unidades perdidas, un trabajo de búsqueda que en muchas ocasiones se vuelve imposible con vehículos que apenas tuvieron recorrido en competición.

Un buen ejemplo de ello es este Mazda RX-7 254i que ha surgido prácticamente de la nada. Normalmente asociamos al Mazda 787B con las 24 Horas de Le Mans, pero es cierto que la firma nipona tuvo un pasado en dicha competición. Uno de los primeros proyectos para asaltar la icónica carrera de la resistencia fue precisamente el de llevar al emblemático deportivo con una silueta propia del Grupo 5 a competir de tú a tú con otros grandes fabricantes en la cita de La Sarthe.

Solo se construyeron dos unidades y solo una de ellas ha sobrevivido a los 35 años que han pasado desde que naciera dicho proyecto. Uno de ellos con el dorsal #83 (Tom Walkinshaw, Chuck Nicholson y Peter Lovett) no pudo terminar la carrera, mientras que el segundo, con el #82 (Yojiro Terada, Allan Mofatt y Takashi Yorino), consiguió terminar la prueba en la 14ª posición. Participarían durante otros dos años en algunas pruebas en Japón del JPSC y una previa a Le Mans en las 6 Horas de Silverstone, sin embargo, los resultados estuvieron lejos de ser los más satisfactorios. Nada que el tiempo no pudiera curar.

En este caso, el Mazda RX-7 254i era directamente una evolución del 253i con motor bi-rotor de 1.3 litros. Lo más peculiar del conjunto era sin duda la espectacular silueta, muy en la línea de otros modelos como Porsche 935-78, BMW 320i Turbo, Lancia Beta Montecarlo y Ford Escort Zankspeed. Aunque el #82 fue siniestrado en un accidente, ahora se ha descubierto la localización concreta de la otra unidad, en este caso en la Prefectura de Okayama, permitiendo a Mazda recuperarla y encargándole a Powercraft su restauración para que pase a formar parte de su museo.

Un mecánico del proyecto original lo confirmó después de revisar suspensión y frenos, así como ver que bajo la capa blanca había una rosa y otra dorada, los tonos que utilizó en Le Mans y JPSC. No había duda, era la única unidad superviviente del proyecto. Hoy hay una persona en un despacho de Hiroshima que dormirá tranquilo después de recuperar una joya única de la historia de Mazda.

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Iván Fernández

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