El mundo echaba a rodar de nuevo para el WRC. El Rally de Estonia era la forma perfecta de volver a ponerse en marcha tras casi seis meses de parón, en la clara demostración de que la organización liderada por Urmo Aava estaba lista para el reto de organizar una prueba de las series intercontinentales. Aunque la mayoría de pilotos habían realizado algunas pruebas a modo de shakedown, el ritmo de una prueba mundialista y sus condiciones son muy difíciles de extrapolar fuera del mismo, por lo que hasta el favoritismo del piloto local y vigente campeón debía ponerse en ‘cuarentena’.
Habría quizás que comenzar con una reflexión. Ott Tänak y Sébastien Ogier han sido los pilotos que más se han movido durante el último lustro, eso es algo que lo reflejan los datos de forma completamente objetivas, compitiendo con tres equipos distintos desde que se adoptó la nueva reglamentación de lo que la FIA conoce como los Rally1. Primer fue el francés ya hora el estonio los que han conseguido vencer con cada uno de los coches de la actual generación, lo que en el caso de Tänak demuestra a la perfección esa capacidad de adaptación, venciendo su primer rally con el Fiesta WRC en Cerdeña, su séptima prueba, mientras que con el Toyota solo tuvo que esperar cinco, a Argentina. Aquí se daba el gusto de hacerlo a la cuarta, en este caso si excluimos las pruebas extracurriculares realizadas fuera del marco del Mundial.
Fueron pocas las fisuras que mostró Tänak durante el fin de semana, más allá de ese pinchazo en el primer tramo del sábado que le hizo perder unos segundos y que le dio a Kalle Rovanperä ese liderato fugaz hasta que el neumático trasero derecho de su Yaris WRC se delaminó. A partir de ahí, Tänak no cometió errores y supo imprimir un ritmo muy alto en el momento en el que se iba a decidir gran parte del rally, el bucle matinal del sábado. No hubo respuesta posible de Ogier ante el ritmo que impusieron los Hyundai, los cuales se mostraron más efectivos que nunca, muy a gusto en los tramos estonios, ligeramente más estrechos y lentos que los finlandeses.
Craig Breen se pone el mono de Thierry Neuville:
Hubo lugar para el susto también para Tänak, como es normal en una prueba como esta en la que las líneas posibles son muy reducidas. Un cabeceo, un micro-infarto para Andrea Adamo y una reacción muy rápida que llevó a que apenas se dañara el paragolpes trasero del i20 Coupé WRC de la pareja ganadora. La situación evidentemente contrasta con la de Thierry Neuville, el cual en una acción similar vio cómo sus opciones de título prácticamente se han vuelto a evaporar cuando apenas restan tres citas para terminar el año y la última de ellas iba a contar con el factor cancha que había tenido este fin de semana su compañero de equipo.
Por mucho que se puedan cargar tintas respecto a la oportunidad perdida por parte de Neuville, lo cierto es que era muy difícil estimar a esa velocidad que las roderas creadas en la primera pasada pudieran catapultarte de tal forma, con la mala suerte de golpear con algo de la dureza que le terminaría arrancando la rueda. Ahora el factor Ypres queda muy lejos, teniendo en cuenta que son 37 los puntos que tiene de desventaja Neuville respecto a Ogier y que significan más de un rally de brecha parecen una losa demasiado pesada en una temporada tan comprimida como la de este 2020.
En su lugar, el desempeño de Craig Breen fue magnifico, a la altura de merecer una oportunidad en caso de que haya hueco en la estructura para la próxima temporada. Debemos recordar que el irlandés ha disputado dos de las cuatro pruebas de esta temporada, por lo que su aporte en forma de puntos es vital en la persecución del segundo título de fabricantes consecutivo en una táctica que si bien está reportando importantes réditos en este apartado sí que lastra al equipo a la hora de tener un tercer espada frente a los de Toyota.
Ott Tänak: «Welcome to our home roads»
En el caso de Toyota, se mostraron sorprendidos por la velocidad de los i20 Coupé WRC en este tipo de terreno, hasta el punto que Tommi Mäkinen deslizara en una de sus declaraciones que habían fallado al probar en la previa en recorridos demasiado rápidos, reglando el Yaris WRC para unas características un tanto distintas de tramos. A pesar de ello, Sébastien Ogier salvó la papeleta, consiguiendo el podio y manteniendo a raya a sus compañeros de equipo, comenzando por el incisivo Elfyn Evans y seguido por un Kalle Rovanperä que destapó aún más su talento con esos cinco scratchs y la victoria en la Power Stage en dos jornadas en las que el finlandés se mostró muy concentrado, dejando entrever su gran adaptación y que la victoria puede no estar tan lejos.
Obviamente será objeto de investigación el saber por qué únicamente Toyota reprodujo problemas con los neumáticos Michelin medios durante la jornada del sábado, la que se disputó en seco y en tramos con velocidades muy altas salpicados además por algunas secciones de asfalto. Esa delaminación no puede ser casualidad cuando se da en tres de los cuatro coches del equipo y no se ve en los otros dos World Rally Cars presentes, por lo que tendrán trabajo Tom Fowler y los suyos.
También tendrán que hacer alguna hora extra en la reparación de la unidad de un Takamoto Katsuta que lo estaba bordando hasta el momento del accidente. No solo es importante el encontrarse ya por debajo del segundo por kilómetro, sino que también lo es saber dónde se ha fallado y el japonés inmediatamente se dio cuenta de que esa nota de derechas había sido demasiado optimista, lo que le llevó al vuelco del que afortunadamente tanto él como Dan Barritt salieron ilesos. Su primer gran accidente con el Yaris WRC llegó en su mejor rally hasta la fecha, pero ha quedado patente que Takamoto ha dado pasos adelante.
Por su parte, Pierre-Louis Loubet mostró obviamente la tendencia de los pilotos rookies, mucho más confiados en las segundas pasadas, estando el sábado consistentemente por debajo del s/km. La rotura de la dirección fue un mal final, aunque debemos recordar que el Hyundai de 2018, unidad empleada por el francés aquí, era propenso a tener estos problemas. Gus Greensmith por su parte tuvo que padecer de todo, desde su inexperiencia y falta de kilometraje por la pandemia a los problemas que ha tenido el Ford Fiesta WRC en Estonia, sufriendo trompos los tres pilotos de M-Sport cuando trataban de acercarse al límite.
En la categorías soporte, obviamente destacó Oliver Solberg, con el que será recordado a buen seguro por él como uno de sus mejores veranos «a pesar de la que nos está cayendo encima». El sueco dominó en WRC3 a pesar de un combativo Egon Kaur y además terminó como el R5 más rápido después de que el pinchazo de Mads Ostberg, ganador en WRC2 le hiciera perder mucho tiempo pero no la victoria en una categoría que tiene dominada frente a pilotos mucho más irregulares y propensos al error. Para Jan Solans por su parte vimos un rally de aprendizaje, lejos de las referencias y con mucho margen de mejora, aunque sabiendo de su talento, no parece que no haya nada que no pueda solventar con trabajo y rallyes.