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Pat Moss: La indomable reina del rally que abrió camino a las mujeres en el automovilismo

No se puede negar que las figuras de pilotos como Jutta Kleinschmidt o la de Michèle Mouton han sido toda una demostración dentro del mundo del motor de que las mujeres son capaces de batir a los hombres en igualdad de condiciones, en un entorno tan difícil como era entonces tanto el Dakar de principios del Siglo XXI, todavía celebrándose en África y con una variedad de monturas que permitía que más pilotos estuvieran en la lucha, así como en plena era de los Grupo B, cuando Mouton fue capaz de adaptarse de la conducción de los Grupo 4 de tracción trasera para pasar a competir con esas bestias de tracción total de la década de los ochenta.

Sin embargo, si seguramente queremos destacar una figura pionera dentro del papel de las mujeres pilotos dentro de la competición, entonces no tenemos que ir incluso más lejos. Patricia Ann Moss-Carlsson, nacida en 1934 e hija del primer británico en participar en las 500 Millas de Indianápolis, Alfred Moss y de Aileen, también piloto de carreras de montaña y conductora de ambulancias durante la primera guerra mundial, fue seguramente una de las féminas más importantes de la historia del automovilismo.

Esto no se debía únicamente porque entre sus apellidos nos encontráramos con el de Moss, Stirling, su hermano mayor y uno de los considerados como mejores pilotos que nunca lograron lograr un título Mundial, así como el apellido de casada, Carlsson, que adoptó después de casarse con Erik ‘On the Roof’ Carlsson, también una de las grandes estrellas del automovilismo internacional por sus grandes habilidades en los rallyes.

Pat Moss tuvo el suficiente carácter intrépido, talento y trabajo continuo que la llevó a ser conocida y respetada por sus actuaciones personales, y pocos son los que la recuerdan con la simpleza única de ser “la mujer de…” o “la hermana de…”. La británica tenía una capacidad increíble para gestionar las pruebas largas, lo que la llevó a ser una de las principales referencias de los rallyes y a nadie le habría extrañado que, en esas décadas de los sesenta, quizás podría haber peleado por la victoria en alguna de las grandes citas internacionales de no haber dado también mucha importancia a su otra gran pasión: la equitación (compartida también con Stirling y muy bien representada en el libro “Harnessing Horsepower: The Pat Moss Carlsson Story” de Stuart Turner), o de haber dejado de competir muy pronto tras el nacimiento de su primera hija en 1969.

Él se burlaba de mí y solíamos pelearnos como el infierno. Nunca nos pegamos ni nada, pero yo era la hermana pequeña que le molestaba. Mamá decía: ‘¿Por qué no llevas a Pat al cine?’ ‘Oh, no voy a llevar a mi hermana pequeña’. Ese tipo de cosas, pero básicamente nos llevábamos muy bien. A los dos nos encantaban los ponis, los saltos, las gymkhanas y las exhibiciones, e íbamos con nuestros ponis a las exhibiciones para divertirnos. Si además coleccionábamos copas y rosetas, era un plus – Pat Moss

Aunque en un principio se centró en la equitación, llegando incluso a formar parte del equipo Nacional Británico, su relación con Ken Gregory, el que por entonces era manager de Stirling, la acercó también a los tramos de rallyes, por lo que decidió empezar a competir cuando apenas se encontraba en la veintena. Primero con un Morris Minor apodado «Granny» en rallyes nacionales, después con un Triumph TR2 aparentemente comprado con su propio dinero y posteriormente para BMC (British Motor Corporation, marca que fabricaba los automóviles Austin, Morris, MG y Austin-Healey), con la que llegó a un acuerdo después de que Standard-Triumph decidiera no ofrecerle un contrato interesante.

Al volante de un MG TF 1500 de fábrica (aquí recomendaré el libro en el que también figura Stuart Turner como uno de los co-autores: “BMC Competitions Department Secrets”), encontró la opción de seguir compitiendo con los gastos pagados y la opción de además afrontar alguna prueba con participación internacional como era el Rally Tulip, o Rally de los Tulipanes, en 1955, cuando realizó su primera salida fuera de las fronteras británicas con el MG Magnette.

En 1960 el Royal Automobile Club (RAC) le entregó el premio a la Piloto del Año, pero las reglas no permitían a las mujeres entrar en el salón de banquetes del club y esta regla tuvo que suspenderse mientras se le entregaba el premio

Su asociación con BMC le permitió ir poco a poco descubriendo rallyes y además lucirse con maquinaria tanto ligera como mucho más pesada y potente. Fue Campeona Europea de Rallyes dentro de la categoría femenina en cinco ocasiones, pero la determinación de Pat Moss fue lo suficiente como para seguir superándose en esa década de los cincuenta, hasta que, en 1960, consiguió añadir el triunfo absoluto en la agotadora prueba de Lieja-Roma-Lieja con el precioso Austin-Healey 3000.

Probablemente al principio les pareció extraño. Dos mujeres en un cochecito raro. Pero una vez que se acostumbraron a que Pat ganara, no les pareció nada extraño; esperaban que ella les ganara. No muchas chicas tenían la oportunidad de conducir para un equipo oficial y cobrar. Pero no había nadie tan buena como Pat, era una conductora brillante – su copiloto, Ann Wisdom, considerada por muchos como la primera copiloto profesional

Nadie dudaba por aquel entonces ya de sus capacidades y los dos siguientes años, 1961 y 1962 fueron la perfecta demostración de que tenía potencial para ganar a los mejores, logrando un segundo puesto y un tercer en el Rally RAC, participando en el East African Safari Rally del 62 y llegando al podio o logrando quitarse la espinita en el Rally de los Tulipanes de 1962 al lograr la victoria con el icónico Mini Cooper (en una lista con 143 equipos con rivales destacados como Erik Carlsson Rauno Aaltonen, Joachim Walter o Gunnar Andersson, y 2.500 km de itinerario entre Noordwijk-Monte Carlo-Noordwijk) y junto con su copiloto Ann Wisdom (en aquel momento embarazada y que se había librado del trabajo diciendo que estaba enferma para poder competir), en la primera demostración internacional de fuerza del pequeño modelo británico en rallyes antes de que años más tarde, Paddy Hopkirk.

Cuenta la leyenda que el jefe de Ann Wisdom vio a la copiloto en las revistas celebrando su victoria junto a Pat Moss y se enteró de que realmente no había estado enferma, sino disputando el Rally de los Tulipanes.

Ford se fijó en ella, e incluso le firmó un contrato que apenas duró un año para pilotar el potente y pesado Ford Cortina GT antes de que en 1964 hiciera otro cambio y se uniera a su marido en Saab. En esos momentos había llegado a una edad óptima, los treinta años, algo que era clave para los pilotos de rallyes en esa época, ya que la experiencia y la capacidad de leer el terreno era incluso más importante por aquel entonces por las características de los coches.

Era el momento de empezar a despuntar, aprovechando que los Saab 96 Sport y Saab 96 V4 demostraron en más de una ocasión ser capaces de ganar en las principales competiciones internacionales. Pat fue capaz de terminar tercera en el europeo de 1964 y parecía que entonces sí, todo estaba listo para dar el último y definitivo paso. Incluso en el Rally de Monte-Carlo de 1965, acabó tercera en una de las ediciones con más nieve que se recuerde de aquellos años, detrás del Cooper S de Timo Mäkinen y el Porsche 904 de Eugen Böhringer.

Según algunos medios de la época, Pat, de sólo 1,62 m de altura, utilizó en más de una ocasión calzos de madera para llegar a los pedales, así como un sistema de notas similar al que su hermano Stirling Moss también empleó en la Mille Miglia

Sin embargo, el de 1965 fue su último título como Campeona europea dentro de la categoría de féminas (Copa de la Damas que se decía por aquel entonces) y aunque después pilotaría un Lancia Fulvia a finales de la década de los sesenta, los resultados no llegaron y poco después su embarazo la apartó de las carreras.

Su amor por los rallyes no cesó, seguramente se transformó por el nacimiento de su hija Suzy, pero esto no hizo aun así que no se decidiera a enfundarse en más de una vez el mono de carreras para volver a pilotar a primer nivel, como cuando en 1972 y 1973 compitió en el Rally de Monte-Carlo al frente del Team Aseptogyl y con el icónico Alpine A110 1800 de color rosa. Su décimo puesto absoluto en el 72 y el sexto en el Manx Rally del 73 fueron sus dos últimas guindas en el pastel dentro de su carrera deportiva, una que seguramente la habría encumbrado de haber seguido otros cauces, pero que a la postre, siguieron la hoja de ruta que Pat Moss quiso hacer, una nueva muestra de su determinación e inconformismo.

Un espejo en el que también vemos reflejado a Stirling, su hermano cinco años mayor (el cual le enseñó a conducir a la tierna edad de 11 años), cuyo inmenso talento lo ha convertido en uno de los mejores pilotos de la historia sin haber conseguido nunca un Mundial. Pat, a imagen y semejanza tampoco lo logró, pero su figura, al igual que la de Mouton y la de Jutta ha inspirado a muchas niñas y mujeres desde entonces, y han servido de admiración para todos los aficionados, sean del genero que sean.

Sólo estaba allí para ser la mejor, y eso no tenía nada que ver con el género. Nunca se consideró una mujer, una dama o un chiste. No quería el premio femenino, quería el campeonato mundial. Cuando estaba en el coche, no importaba quién se sentara delante o a su lado, lo importante era la persona que estaba en la máquina – su hija, Susie Rawding

El año 2025, una demostración de la presencia femenina:

En pleno Siglo XXI, sigue habiendo todavía la falta de referencia dela figura de mujeres pilotos en las principales competiciones internacionales, sin embargo, las iniciativas poco a poco van fluyendo, como es el caso del programa Beyond Rally Women’s Driver Development Programme que ha llevado a una joven piloto a competir en el JWRC toda la temporada, el esfuerzo del equipo Iron Dames para llevar a una competidora francesa al WRC2 para enfrentarse a, entre otros, a Rachele Somaschini, cuyo trabajo y coraje no sólo le permite lidiar con su fibrosis quística, sino también la lucha por conseguir el presupuesto para esta en el Mundial.

A ello se suman los resultados excelentes de Laia Sanz, Cristina Gutiérrez, Aliyyah Koloc o Dania Akeel para demostrar que en algunas de las carreras más difíciles y duras como son el Rally Dakar u otras fechas valederas para el W2RC son plenamente competitivas para pelear por los triunfos. A iniciativas como las de la Fórmula E o la F1 Academy, pero especialmente a todos esos equipos que dan la oportunidad a las mujeres pilotos para que compitan de tú a tú con los chicos a igualdad de material y de oportunidades. Este homenaje, ya superado por unos minutos el día 8 de marzo de 2025, va por todas aquellas pioneras que afrontan cada reto que se plantean con el mismo coraje de Patt Moss.

Fotos | MINI, Veloce Group, Pirelli

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Iván Fernández

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