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Porsche, Richard Lietz y Montmeló: Un sueño de una calurosa tarde de verano

Subirse a un coche en un circuito de carreras siempre es una experiencia especial. Hacerlo con alguien que sabe de qué va esto al lado añade a la experiencia el 100% de las veces. Hacerlo en el circuito de casa tiene ese punto ‘casero’ que te permite apreciar cada curva por cómo las conoces. El pasado martes, gracias al Circuit de Barcelona-Catalunya, al WEC y a Porsche, tuve la oportunidad de experimentar una vez más las altas velocidades en un circuito. ¡Y eso que eran con un coche de calle! Uno solo puede empezar a plantearse cómo debe ser estar dentro de un coche de competición.

Primer día del Prólogo de la temporada 2019-20 del WEC. Un calor infernal con más de 35ºC en el ambiente y sin nada de brisa. Parón para descansar después de la sesión matutina… cuando me llegó la propuesta de salir a dar un ‘garbeo’ en el nuevo Porsche 911 Carrera 4S (992), no me lo pensé demasiado. Cierto es que habría sido mejor aún poder conducir yo, pero en ningún momento se me pasó por la cabeza que Porsche fuera a dejarme uno de sus flamantes nuevos modelos a mi, un cualquiera. Me ponen en situación sobre datos de potencia (casi 450 caballos; ya lo sabía) y charlamos brevemente sobre diseño. «Cualquiera puede hacer un SUV», me dice el encargado de la marca «… pero seguir reinventando un modelo mítico como el 911 no es fácil».

«No me gustan los SUV’s», respondo sin tapujos. Es la verdad. No van conmigo. Entiendo el motivo de su existencia (creo), pero no es lo que a mi me gusta. Mi interlocutor, que representa a una marca con un elevado número de ventas del Cayenne y el Macan, sonríe. «Te entiendo perfectamente». Esto empieza bien. No me van a vender motos. Si los SUV’s no molan, se dice y se acabó. Dentro del coche me espera ‘mi’ piloto, Richard Lietz. A mi edad había ganado tres veces las 24 horas de Le Mans en su clase y ha compartido coche con gente como Marc Lieb, Romain Dumas, Frédéric Makowiecki, Jörg Bergmeister, Gianmaria Bruni… en definitiva, un auténtico profesional y alguien con ‘el culo pelado’ en esto.

Mientras circulamos por el carril de boxes, una corta conversación, ya que tengo previsto disfrutar a tope de la experiencia a la vez que le dejo hacer lo suyo una vez salgamos a pista. Lietz me cuenta que hoy es la primera vez que prueba el coche pero que va bien. Pero de nuevo, la candidez y la sinceridad: «Hombre, en circuito se nota que no es el deportivo más agresivo… pero se puede disfrutar bastante». A fin de cuentas, el coche se parece poco al LMGTE que pilotará estos días. Lógico que le parezca poco. A mi no me lo parece, pero puedo entender a qué se refiere. El coche no deja de ser algo que puede usarse por carretera sin que sea demasiado estridente ni demasiado incómodo pero luego consigue conservar ese carácter deportivo. Aceleramos tras salir a pista… y a por ello.

Ir rápido en un coche en un circuito es… violento. No pongo en duda que algunos de nuestros lectores serán muy rápidos circulando por sus carreteras favoritas y las sensaciones seguro que son especiales. Un servidor también tiene sus días. Pero estar dentro de un coche deportivo con un piloto que sabe lo que es sacarle provecho en un circuito es algo que va mucho más allá. Para empezar, las fuerzas que forman parte del juego son una locura. Llegas a 241 km/h a final de recta, el motor empujando al máximo… la frenada es fortísima aunque relativamente larga (de nuevo, es lógico; se trata de un coche de calle con neumáticos de calle). Pero cuando Lietz ataca la primera curva de derechas, lo hace con total decisión. Busca el vértice, sube el piano lo justo, cruza hacia el otro lado y devora la segunda curva casi sin darse cuenta.

La subida en la curva 3 es fantástica y permite ver cómo un motor de 450 caballos es suficiente para impresionar. Noto como modula el gas en dos momentos para no ir demasiado largo. Y entonces llega la frenada para la curva 4, quizás una de las más impresionantes de todo el trazado. La frenada es fuerte pero la curva es engañosamente rápida y en la primera de las dos pasadas que realizamos, noto perfectamente el momento en que la trasera empieza a deslizar ligerísimamente. Me siento como Niki Lauda en la película «Rush», alabando su trasero por las sensaciones que le transmite. En la segunda pasada, en la vuelta siguiente, mi ‘chófer’ es mucho más fino al encontrar la trazada ideal. La curva 5 es relativamente lenta pero ahí percibo de forma clarísima lo vivo que es un coche deportivo en estas condiciones. En todo rato parece que busque moverse por su cuenta.

Tras la ligerísima curva 6, llega entonces la 7-8, la zona favorita de Richard Lietz según me cuenta cuando le pregunto. «Es una curva muy compleja. La entrada te pide ir muy rápido pero a la vez, sabes que si entras demasiado fuerte te vas largo para la segunda. Pero cuando aciertas, es muy gratificante», afirma. La primera vez la hace algo más tranquilo pero en la segunda pasada busca el exterior y por una fracción de segundo consigue sorprenderme de verdad. El alma de piloto siempre está ahí y hasta cuando hay que llevar a invitados, estos hombres y mujeres buscan ir rápido. Pero es extraño verles buscar el límite. Noto que el austriaco se divierte al volante y siente genuina curiosidad por ver cómo puede explotar su montura en esa curva. Puede que sea por todo en general. O quizás sea simplemente que esa es su curva favorita de Montmeló…

Después de encontrar la mejor trazada para salir de la rápida chicane, nos lanzamos de nuevo en subida para tomar la siempre espectacular curva 9. Quizás de las menos impresionantes en este coche, al ser una curva en la que es relativamente fácil trazar rápido y sin nervios en el coche. O por lo menos, mi acompañante lo hace fácil. Eso sí, la frenada de entrada en el estadio vuelve a ser una sensación especial y llego a notar como juega con la trasera ligeramente para meterse con mayor facilidad en el ángulo. Poco a poco, avanzamos por el revirado sector final en el que el coche se comporta mejor de lo esperado, con menos torpeza de la que yo pensaba. Se cierra una vuelta y vamos a por la siguiente.

La experiencia es de un total de dos giros: una vuelta de salida y otra de entrada. Los disfruto tanto como puedo, estas oportunidades son escasas. Y aún así, cuando estamos en el pit-lane sí me doy cuenta de una cosa. Después de haberme subido al SEAT León TCR en Montmeló y a varios coches (entre ellos un Nissan GT-R NISMO) en Sugo, las sensaciones no disminuyen pero sí sorprenden menos. Uno ya sabe qué esperar. Mientras circulamos los últimos metros juntos, Richard me dice que he tenido suerte: «Como he dado tres vueltas antes, ahora los neumáticos ya tienen temperatura. Sino, sería imposible empujar así». También es cierto que los casi 50ºC de temperatura en el asfalto ayudan. Me bajo del coche y noto el aire calentísimo que sale del conjunto de las ruedas. «¡Tócalas, tócalas!» me dice el piloto. «¡Están hirviendo!». Una mano en el neumático lo confirma. Y yo también hiervo. Porque me pasaría el día dando vueltas.

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