Jean Todt fue reelegido como presidente de la FIA por tercer mandato consecutivo hace apenas una semana, en lo que fue la segunda elección como único candidato del ex director de Peugeot y la Scuderia Ferrari. Su presidencia se ha visto marcada por diferentes incursiones de la Federación en el mundo eléctrico y en la promoción de mayor seguridad y nuevas tecnologías, aún con alguna polémica en asuntos como la entrada de Carmen Jordá en la Comisión de Mujeres. Todt es el undécimo presidente de la FIA en más de 100 años de existencia, una lista de predecesores que desglosaremos durante varias semanas en Diariomotor Competición.
Abrió la veda el barón Étienne van Zuylen van Nyevelt, hombre rico e influyente de finales del siglo XIX y principios del XX. Nacido en Bélgica en 1860, formó parte de una familia con orígenes en el siglo XIII que adquirió el castillo de Nyevelt y lo añadió al nombre familiar original. Étienne se casó con la heredera judía Helena de Rothschild, propietaria de una de las fortunas más elevadas de la época en una familia que posee varias ramas en países europeos después de forjar su elevado capital a través de los bancos y seguir hoy en día con diferentes negocios financieros y vitícolas.
Van Zuylen van Nyevelt se dedicó a diferentes actividades durante su vida, entre ellas la hípica, disciplina en la que participó en los Juegos Olímpicos de 1900 (en la curiosa modalidad de reparto de correo en caballo). El barón conoció en 1894 a Jules-Albert de Dion, creador de una de las primeras marcas de automoviles de su tiempo, y ambos decidieron poner en pista a algunos de esos primeros coches en la París-Burdeos-París de 1895, considerada la primera carrera profesional de la historia del automovilismo. Émile Levassor cruzó el primero la meta en 48 horas, pero no se le otorgó la victoria por no disponer de un coche de cuatro plazas, ya que su Panhard solo tenía dos. Doce horas después llegó el considerado vencedor, el Peugeot de cuatro asientos de Paul Koechlin.
El éxito de esas alocadas carreras de finales de siglo propició la creación de diferentes clubes automovilísticos nacionales, entre ellos el Automobile Club de France que Van Zuylen van Nyevelt y De Dion fundaron en 1895. No se quedó ahí el trabajo del noble belga, que en su afán de ampliar el mercado del automovilismo y de juntar el máximo número de agrupaciones posibles creó en 1904 la Association Internationale des Automobile Clubs Reconnus (AIACR), la predecesora de la actual Federación Internacional de Automovilismo.
El mandato del barón duró 27 años en ambos de los clubes que presidió (entre 1895 y 1922 en el club francés, entre 1904 y 1931 en la AIACR). También fue partícipe del consejo de dirección de la revista L’Auto y director de De Dion-Bouton. Fueron destacadas las infidelidades mutuas que mantuvo con su mujer, Helena de Rothschild, en una maniobra que parecía habitual entre nobles. Van Zuylen van Nyevelt dejó la presidencia de la AIACR y falleció tres años después de su marcha en Niza, con un deporte motor consolidado dentro de unos tiempos que no tardarían en revolucionarse.