En un hecho poco diferenciador y sin embargo representativo de su época, el segundo presidente de la predecesora de la FIA también procedía de una familia adinerada. Hijo del arqueólogo y miembro de la Academia Francesa Melchior de Vogüé, Robert Ursin Adrien de Vogüé entró en la Association Internationale des Automobile Clubs Reconnus (AIACR) tras acumular experiencia en sectores militares de élite. Es necesario no confundirle con su sobrino, Robert Jean de Vogüé, oficial de Artilleria en la Primera Guerra Mundial y posterior director de Moet & Chandon.
La familia De Vogüé tenía sus antepasados en el siglo XI y se compuso de caballeros, doncellas y obispos debido a la posesión de castillos y tierras en la región de la Ardecha, en el sureste de Francia. Poblaciones como La Villedieu (dónde construyeron un monasterio), Rochecolombe y la que lleva el nombre familiar, Vogüé, fueron algunas de las propiedades de esa primera generación. La raíz original se rompió en 1326 tras la muerte de Raymond de Vogüé, pero se rehízo unos años después en la población de Allex, no muy lejos de la actual Valence.
El orden genealógico se ha mantenido desde entonces, con posesiones y viñedos de distinta índole, cargos militares, políticos, bancarios y eclesiásticos entre los involucrados. Robert de Vogüé nació en 1870 y siguió parte de la tradición familiar, además de ser presidente de una compañía de seguros. También realizó sus primeras incursiones en carreras de agua y ganó campeonatos nacionales en aguas abiertas, antes de participar en la Primera Guerra Mundial como oficial de la Marina gala. Su actuación en el conflicto le valió para ser condecorado con dos medallas: la Cruz de Guerra y la Legión de Honor.
El conde De Vogüé fue designado como sucesor de Étienne van Zuylen van Nyevelt tanto en el Automóvil Club de Francia como en la AIACR, tomando ambos cargos en 1922 y 1931 respectivamente. Su herencia no dejó mucho a comentar, en parte por la estabilidad que intentó mantener en una época convulsa en Europa. Robert de Vogüé estuvo en ambos cargos poco tiempo, ya que murió de forma repentina en 1936 después de sumar apenas cinco años en la presidencia de la AIACR y forzando así una elección rápida de su sucesor.