Creo que a todos los que nos ha tocado probar un coche ya sea para una prueba o para una ‘review’ en profundidad nos ha sobrevenido en algún momento esa sensación de responsabilidad que produce al conducir un coche que no es tuyo, más aún si estamos hablando de uno que vale varias decenas de miles de euros. Porque los accidentes suceden y en una jungla de asfalto, en plena hora punta, hay incluso más posibilidades de que esa moto o ciclista que se mueve ágilmente entre los coches, termine arañando o llevándose consigo el retrovisor… en el mejor de los casos.
Si me tuviera que poner en los zapatos de Alborz Fallah, redactor en una conocida web de coches australiana, estoy seguro de que además de un gran honor también tuvo momentos en el que su espalda pasó a ser un rio de sudor frío al conocer la oportunidad de conducir en ciudad uno de los Hyundai i20 WRC 2017 oficiales. Concretamente sería la unidad empleada por Andreas Mikkelsen para disputar la cita oceánica, una ocasión única que en el caso de los medios australianos se ha convertido prácticamente en una tradición, al haber sucedido algo similar con el vehículo de la generación pasada.
A pesar de los consejos de David Maurici, mecánico jefe del equipo Hyundai Motorsport, sentarte dentro de un World Rally Car moderno es hacerlo prácticamente en una nave espacial. En el caso del copiloto vas situado muy abajo, lo máximo posible para bajar el centro de gravedad sin que te limite la visibilidad. En cuanto al piloto, va muy atrás, llegando en ocasiones a estar sentado a la altura del pilar B también para favorecer el reparto de masas.
Con la llegada del diferencial central electrónico, nos encontramos que el volante aloja incluso más interruptores, encontrándonos con una estampa similar a la que observamos en vehículos de circuitos. El embrague con muy poco desplazamiento es una tortura a la hora de hacer una conducción urbana (en este caso por las calles de Sidney) y los más de 120 decibelios que produce el motor al ralentí es capaz de hacerte vibrar todo el cuerpo a pesar de que a pilotos como a Dani Sordo le puede llegar a producir cierto letargo en los enlaces.
A buen seguro en el equipo con sede en Alzenau tomaron las respectivas medidas preventivas, mapa motor en modo enlace, neumáticos usados, propulsor en sus últimos kilómetros de vida y las directrices al periodista para que no hiciera locuras con un coche que en condiciones de competición entrega hasta 380 CV de potencia y más de 450 Nm de par máximo y especialmente, su valor supera ampliamente el medio millón de euros. ¿Lo mejor de todo? Es que con los reglajes de tierra a buen seguro que los badenes ni se apreciaban.