Para las estadísticas, Max Verstappen ganó el Gran Premio de Malasia al volante de un Red Bull TAG Heuer, lo que significa que el propulsor ha alcanzado cuatro victorias, superando las tres que obtuvo Renault con la escudería en la era híbrida. Y aunque para quienes están enterados de lo que sucede con el proveedor de motor tal particularidad no debería tener mayor trascendencia, lo cierto es que la estructura creada por Dietrich Mateschitz, a partir de los despojos de Jaguar Racing, se ha transformado en un extraordinario fenómeno del merchandising. Que sea una marca de relojes la que inscriba su nombre en los registros de ganadores, en tanto el consorcio francés que fabrica el motor ni publicidad pueda hacer al respecto, es un indicador de la gran visión que posee el magnate austriaco para con los negocios.
Con anterioridad se ha tratado el tema tanto de los motores renombrados como de la publicidad en la Fórmula 1, pero lo de Red Bull no tiene precedentes por lo rentable y exitoso que ha resultado en todos los ámbitos. Cierto es que existen antecedentes como el motor TAG fabricado por Porsche y el equipo Red Bull Sauber Petronas, casos en los cuales la publicidad y el marco legal dejó en segundo plano a los fabricantes, pero las generaciones por venir se encontraran en las estadísticas que un Red Bull Tag Heuer superó a Mercedes, Ferrari y Renault. Tal vez se pregunten en qué lugar quedó el equipo Coca Cola Hublot y el Monster Energy Omega.
Para tener una noción del rumbo que lleva el merchandising, en 2018, los de Milton Keynes se presentarán a correr como Aston Martin Red Bull Tag Heuer y allí la aristocrática firma inglesa solo será patrocinador, pero, similar a lo que sucede con TAG Heuer, por asociación resultará beneficiada por el trabajo que Renault realizará desde el anonimato. Así que una marca de bebidas construirá el monoplaza, un constructor de coches será el patrocinador y un patrocinador será proveedor de motor. Lo más cumbre del asunto es que tal convergencia de marcas comerciales estará en condición de ganar. No es el mundo al revés, es el exitoso modelo gerencial aplicado por Dietrich Mateschitz, mismo que le llevó a comprar por unos 110 millones de dólares un caótico equipo de Fórmula 1 que en menos de una década ascendió de la ruina a la estratósfera.
Red Bull ha resucitado el espíritu de los antiguos garajistas y eso sin duda lo ha transformado en un imán para atraer poderosas firmas comerciales. Aunque a decir verdad, Mateschitz está reeditando lo que hizo McLaren en 1981, cuando Ron Dennis, John Barnard, Marlboro, TAG, Niki Lauda y Alain Prost demostraron que sí se pueden ganar grandes premios y títulos sin necesidad del apoyo de un fabricante. Mateschitz aplicó la misma receta, en su caso es propietario y patrocinador, reunió a Christian Horner, Adrian Newey y Helmut Marko. A partir de esa base construyó el equipo privado que más dolores de cabeza ha causado a las escuderías oficiales en la última década.
Ahora Red Bull se ha permitido el lujo de ganar con un propulsor TAG Heuer, las disyuntivas entre Renault y los austriacos volvió a darle la razón a la tropa de Milton Keynes ya que los franceses aceptaron la opción del rebadged, tal vez con los casos de Mecachrome y Playlife en mente, para evitar las reiteradas críticas públicas hacia su motor y tecnología. Decidieron por lo tanto montar tienda aparte y hasta se llevaron a Infiniti. Ahora no pueden ni afirmar que su motor ganó la carrera de Malasia, aunque en teoría sea así, porque en Red Bull no hay nada que refiera a Renault. Aunque no parezca importante, a nivel comercial es un gran revés para el constructor, similar al que tuvo Porsche cuando se le impidió asociar su nombre o realizar algún tipo de publicidad para sus coches utilizando imágenes de McLaren.
A la Fórmula 1 le hacía mucha falta un equipo como Red Bull, pero no sé hasta qué punto sea capaz de llegar con su exitosa filosofía porque creo que su ciclo vital se está apagando, en el sentido de no advertirse una renovación en su directiva, ni tampoco se van a aventurar a construir su propio motor porque eso sería regalar el dinero. Red Bull triunfó donde equipos con abolengo como Jaguar, BMW, Toyota y Honda sucumbieron, pero la diferencia radica en que Red Bull es básicamente un producto, una bebida, un patrocinador, una empresa que tiene una gran visión para invertir y generar ganancias, pero en ningún caso un fabricante de coches comerciales. Por tal razón, estoy casi convencido de que antes del próximo ciclo de la Fórmula 1, Dietrich Mateschitz estaría vendiendo o negociando buena parte de su escudería principal, ahora que vale mucho dinero y resulta atractiva para realizar multimillonarios acuerdos. Lo más probable es que permanezca vinculado a las carreras como patrocinador y promotor, tal como empezó.