Tener dos pilotos tan distintos en un equipo como Ferrari está claro que ayuda a hacer piña en torno a Sebastian Vettel. El alemán es según Toni Cuquerella uno de esos hombres que crean equipo, que hace que mecánicos y técnicos se involucren, se suban al coche con él y sientan más tanto las decepciones como las victorias. Vettel no sólo llegó a Ferrari para seguir ganando títulos, sino que lo hizo para cumplir su sueño de niñez, ganar vestido de rojo, marcar una época dentro de la Scuderia tal y como lo hizo Michael Schumacher.
Esto es algo que no sólo se ve en las declaraciones, en las típicas entrevistas en las que proclamas a los cuatro vientos tu amor por el equipo, del que eras aficionado desde pequeño y en las que, continuando con el símil futbolístico, prácticamente les falta besar el escudo. El teutón, cuatro veces Campeón lo demuestra cada vez que se queda en el box trabajando con el equipo o simplemente acompañando el trabajo del equipo hasta prácticamente la medianoche o también con pequeños gestos como el que se ha visto hoy, tras la que ha sido su 43ª victoria (la 225 de la historia de Ferrari en el que es su 70 aniversario), en la que se ha fundido en un abrazo con el equipo antes de realizar su ya conocida y personal celebración con el dedo índice a cámara.
El compromiso de Vettel con la escudería es más que evidente. Tras dos años en los que sólo ha conseguido tres victorias, todas ellas en 2015, y la pésima segunda mitad de 2016 socavaron en la moral tanto del equipo como del alemán. Tanto que muchos empezaron a hablar de que Sebastian podría estudiar otras opciones para 2018, una vez que su contrato con los italianos haya expirado. Obviamente Mercedes AMG, la cual se había quedado ya sin Nico Rosberg, surgió como principal alternativa. ¿Qué equipo germano no querría tener a un compatriota del nivel de Vettel con su nivel de compromiso?
Mientras tanto, Vettel ha agachado la cabeza y ha seguido trabajando en Maranello como si del primer día se tratara. Esos meses de trabajo, esfuerzo y silencio han dado hoy su primer fruto. Bien es cierto que la aparición de Verstappen ha sido providencial y que, sin él, el nerviosismo de Lewis Hamilton y la incapacidad de reaccionar por parte de Mercedes AMG ante la necesidad de poner freno al ataque de nervios sufrido por el británico, posiblemente no hubiera sido posible el triunfo. Aun así, está claro que este año Ferrari sí tiene coche. El SF-70H es competitivo, capaz de plantar cara al W08, eso sólo el tiempo lo dirá.
Las campanas han vuelto a redoblar hoy en Maranello muy temprano, más de lo que lo han hecho durante el último año. Ferrari ya no es la segunda fuerza ni tampoco la tercera. Ahora es una opción real y más cuando Mercedes se muestra vulnerable, como ha sido el caso hoy. Ni su posible salida rumbo a la firma de la estrella, ni sus resultados de 2016, hoy sólo se habla de la evolución de la Scuderia, de su tranquilidad a la hora de decidir estrategia cuando Hamilton ha entrado a boxes y lo más fácil era entrar a la siguiente vuelta para minimizar ‘daños’ y por último, la gran carrera de Vettel, el piloto que nunca ha dejado de confiar que puede triunfar con Ferrari, un hecho similar a lo que ocurrió con Michael Schumacher hace más de dos décadas.
Líderes del Mundial entre los equipos, líder del Mundial entre los pilotos, ganadores del primer Gran Premio de la temporada y autores de la vuelta rápida. Prácticamente nadie auguraba un resultado tal antes de la primera semana de test, tras la pretemporada en la que el equipo italiano ha guardado más silencio que nunca, incluso en lo que respecta a las famosas filtraciones a los medios italianos. Lo dicho, cuestión de confianza.