El 20 de diciembre de 1992 Ayrton Senna amenazó con remover los cimientos del automovilismo internacional. La gran figura de la Fórmula 1 evaluaba sus posibilidades ante la marcha de Honda, la incertidumbre sobre el futuro de McLaren y el aplastante dominio ejercido por Williams-Renault. Y los patrocinios de Marlboro a un lado y otro del Atlántico permitieron que probara en Arizona uno de los IndyCar de Penske. 25 años después Marshall Pruett recuerda aquel test único.
La firma del periodista estadounidense ya es de por sí garantía de calidad, pero una vez visto el producto no defrauda. Sólo el inicio, con Paul Tracy contando cómo Emerson Fittipaldi y Ayrton Senna se bajaron de la limusina para que el astro brasileño catara un monoplaza norteamericano, ya capta la atención de quien lo vea. Y el resto de testimonios (Roger Penske, Rick Mears…) son igualmente impagables.
Senna fue rápido nada más montarse en el monoplaza de Penske y giró más rápido que Fittipaldi en el circuito de Firebird. Pero finalmente su decisión fue seguir en Fórmula 1 cobrar por carrera en McLaren, a la espera de que quedase un hueco libre en Williams para 1994… El final todos lo conocemos y quizá la IndyCar jamás volvió a estar tan cerca de la Fórmula 1, mermada un par de años más tarde por su traumático cisma.