Pudo ser más, pero también muchos menos. La carrera de Carlos Sainz parecía ponerse contra las cuerdas en la primera curva, cuando el madrileño, tras recuperar varias posiciones desde su retrasada posición de parrilla (era 15º después de sumar los puestos de penalización del GP de Canadá), debía esquivar la reentrada de Daniil Kvyat. En la acción, Sainz perdía el Toro Rosso y quedaba trompeado en la pista. Carlos se veía beneficiado por una carrera loca y con muchos coches de seguridad, algo que finalmente le hacía salir de Bakú con una sonrisa.
Sin embargo, no era el único motivo para alegría de Sainz los puntos del octavo lugar. El piloto de Toro Rosso reconocía que habían encontrado uno de los problemas o quebraderos de cabeza que les ha acompañado durante esta primera parte de la temporada, algo que se ha demostrado durante la carrera, en la que el propio piloto español ha mantenido numerosos duelos con otros monoplazas de la zona media de la parrilla y en los que ha salido victorioso en su mayoría.
Era o chocar y los dos coches fuera o evitarlo y eso es lo que ha pasado, le he tenido que evitar, me había puesto catorce o trece en la salida y me hubiera gustado remontar desde ahí en vez desde el último puesto, hubiera llegado delante de Magnussen, pero eso es lo que hay.
Finalmente, uno de los grandes premios más completos y sólidos, en los que el resultado se tornaba en uno de los más inesperados en esta campaña 2017. La lucha con Fernando Alonso en distintos puntos de la carrera quedaba culminada con Sainz superando en la recta final al bicampeón, el cual arrastraba problemas con la potencia de su McLaren-Honda. El terminar por delante del asturiano seguro que le dará un motivo para regodearse durante los próximos días y sobre todo, el positivo Gran Premio de Azerbaiyán le permitirá recomponerse tras lo vivido en Montreal.
En Austria, dentro de dos semanas, habrá más opciones de sumar un buen resultado, posiblemente en una carrera con menos variables que la vivida hoy en Bakú.