Séptimo año al volante de un buggy, para el piloto que se ha convertido en toda una referencia en lo que se refiere a competir al volante de estos prototipos ligeros de tracción trasera, incluso cuestionándole este título al gran Jean-Louis Schlesser y su indomable temperamento. Carlos Sainz es todo un experto en hacer competitivos a este tipo de vehículos, algo que demostró ya desde sus primeras aventuras con las unidades de Jefferies Racing que Nasser Al-Attiyah mandó construir para su equipo con el apoyo de Red Bull y Qatar, y que quedó refrendado cuando el madrileño fue capaz de tomar el obsoleto SMG y cambiarle por completo la cara y el rendimiento.
Tras ello, el bicampeón del WRC y desde el pasado enero dos veces ganador del Dakar, fue la pieza fundamental para lograr hacer competitivo al Peugeot 2008 DKR, aquel primer experimento de la firma del león que era propenso a ponerse a dos ruedas y que no aprovechaba al máximo el reglamento. El 2008 DKR16 enmendó gran parte de sus problemas y Stéphane Peterhansel y su copiloto, Jean-Paul Cottret (a partir de ahora a la derecha de Despres) se aprovecharon a la perfección de ello para llevarse la victoria después de aquel desgraciado abandono de Sainz por el golpe contra una roca que dañó la suspensión y la caja de cambios.
El año 2017 supuso la llegada de la imagen del Peugeot 3008, el otro SUV de la marca gala, y un rendimiento indiscutible. El buggy francés era capaz de ser competitivo no solo en el fuera pista, sino que además ese déficit de manejabilidad que tenía en los tramos más de rally se veía reducido frente a los 4×4 de Toyota y MINI. Habían encontrado la forma de cerrar esa brecha y eso es algo que no gustó a los demás competidores ya que los hacía prácticamente imbatibles en todos los terrenos. La versión Maxi de 2018 era simplemente la evolución lógica, rizar el rizo de un coche que no cumplía con la normativa FIA, pero que sí lo hacía a rajatabla con la del Dakar. El triplete fue inevitable a pesar de que los Toyota aguantaron en un esfuerzo titánico a pesar de que la carrera se les puso muy cuesta arriba ya medido el recorrido.
Ahora, justo un año después de que MINI presentara en el Salón de París el buggy con el que pretendían cuestionarle el dominio a Pegueot, Sainz vuelve a tener un gran reto. Los últimos meses han estado trabajando en las sombras, aprovechándose de que el desierto Erfourd, entre sus dunas de color dorado, no es difícil mantenerse alejado del foco mediático. Según X-Raid, se han completado miles de kilómetros de test en Marruecos y Europa, mejorando especialmente la electrónica y el rendimiento del buggy además de haberlo sometido a una gran cura de adelgazamiento.
El resto de la base del coche ya la conocemos desde el año pasado. A pesar de que llegó muy justo al Dakar 2018, sin haber competido anteriormente, X-Raid había realizado un buen trabajo inicial con su MINI John Cooper Works Buggy, algo que no se pudo ver en enero debido a los numerosos problemas de juventud lógicos que tuvo la montura. El resto permanece prácticamente invariable, al menos en las imágenes que se han distribuido para la presentación del nuevo equipo X-Raid MINI JCW Team.
Sin cambios exteriores, sí se espera que haya novedades en materia mecánica, con una nueva versión del propulsor de origen BMW con seis cilindros turbo de 3.0 litros y brida de 38 mm, variante que también debería emplear la versión Rally 4×4 que está asociada a una caja de cambios secuencial de seis velocidades. Hablamos de 340 CV de potencia y 800 Nm de par (variará previsiblemente con los cambios electrónicos) anunciados oficialmente hace un año, con una velocidad punta de 190 km/h y un peso que si se ha logrado acercarse al mínimo reglamentario debería rondar los 1.580 kilogramos. En cuanto al recorrido de suspensiones, los buggies tienen por reglamento la capacidad de extenderse hasta los 460 mm.