Era la primera temporada sin los Grupo B, Lancia todavía estaba en proceso de instalarse en su dominio de los primeros años y el Mundial de Rallyes transitaba en una lucha de poderes entre vehículos muy distintos. La tracción total ya estaba completamente instaurada en el campeonato y la escuadra italiana era la más sólida de todas, no sólo en lo referente a los pilotos (contaba con Biasion, Kankkunen y Alén) sino también en lo referente a programa, especialmente después de la salida de Peugeot, los vaivenes en Ford y la falta de reacción por parte de Audi.
A pesar de todo ello, los Lancia Delta HF 4WD demostraron no ser totalmente imbatibles. En Suecia, Timo Salonen con Mazda 323 4WD los derrotaba, mientras que, en Portugal, Jean Ragnotti secundaba a Markku Alén. Su no presencia en el Safari abrió la puerta a la primera victoria del vetusto Audi 200 Quattro, sin embargo, sería unas semanas más tarde, en Córcega, donde Lancia experimentaría una de las derrotas más sonrojantes de aquella temporada 1987.
Al igual que en la etapa Grupo B, los modelos de tracción simple como el Renault 11 Turbo o el BMW M3 seguían en disposición de batir a los modelos con tracción a las cuatro ruedas. Prodrive aprovechaba la situación y se plantaba en la cita gala con todo un especialista francés de asfalto, Bernard Béguin, que había sido piloto de Porsche y tras el cierre de su proyecto se pasó a los circuitos con BMW. Junto al preparador británico Prodrive, Béguin desarrolló un M3 para rallyes, aunque los plazos les hicieron llegar a la prueba corsa con el tiempo muy justo. Habían completado sus primeros kilómetros de test tan sólo un mes antes de la prueba mundialista, compitiendo en el Rallye du Garrigues y el Touraine del Nacional francés.
Los técnicos del equipo de David Richards debían quedarse hasta la medianoche ajustando la suspensión, Jean-Jacques Lenne, algo que ya dejaba entrever que no iba a ser un rally sencillo para Béguin y su copiloto. A pesar de ello, salieron al ataque y se colocaron lideres durante los cinco primeros tramos. En ese momento, una tormenta de nieve y granizo cayó sobre el Col de la Vaccia. La pareja de BMW que rodaba con neumáticos slicks y con toda la potencia (algo menos de 300 CV) que generaba el motor 2.3 litros de origen BMW Motorsport en el eje trasero, perdió toda su ventaja.
Yves Loubet, piloto de Lancia en esta carrera, tomaba la delantera, pero un pinchazo al día siguiente (concretamente en el TC10) le volvería a entregar el liderato a Bernard Béguin el cual no lo soltaría hasta haber cruzado la línea de meta. En ese momento, Prodrive, fundada sólo tres años antes, lograba su primera victoria en el Mundial de Rallyes, siendo también la primera y única del piloto francés en el WRC. A pesar de ello, Béguin reconocía que no la edición 1987 no la guarda como su mejor actuación en el campeonato, sino que cree que el duelo por la tercera plaza en 1982 con Walter Röhrl en ese mismo escenario fue aún mejor.
Estaba programado que BMW volviera en 1988 con el M3 E30 de Prodrive al Rallye de Monte-Carlo, sin embargo, la junta directiva decidió que era suficiente, queriendo quedarse con el recuerdo de su actuación en Córcega antes de poner en riesgo su prestigio en las carreteras repletas de nieve. Se equivocaron, ya que precisamente aquella edición fue uno de los Monte-Carlo más secos que se recuerda, una cita en la que sin duda el BMW M3 podría haber luchado de nuevo por ampliar su contador de victorias.
Esa fue la primera y la última victoria del BMW M3 en el Mundial, aunque siguió con sus éxitos en otros terrenos como el Nacional galo, en el que conseguiría el título en 1990. Nueve años más tarde, también en Córcega, Philippe Bugalski conseguía al volante del Citroën Xsara Kit Car la última victoria de un dos ruedas motrices en el WRC.
Fotos | Michelin y Prodrive