Toyota se enfrenta este 2018, en cierta forma, al mayor de los desafíos de su historia en las 24 horas de Le Mans. El verdadero desafío no está en los rivales, sino en la ausencia de ellos y lo que eso implica: no hay otro objetivo aceptable que no sea ganar. Nunca lo hubo en las mentes de los integrantes del equipo, pero ahora ya no es solo un objetivo, es una obligación. Para cualquier estructura, no habría demasiada diferencia entre ese objetivo y esa obligación… pero Toyota es una marca sobre la cual pesa una terrible maldición en lo que respecta a las 24 horas de Le Mans. Demasiadas son las veces que se ha estado cerca de ganar, siendo la más dolorosa la edición de 2016, hasta el punto en el que se puede hablar de una estadística que juega en su contra. En 2018, todo parece de cara para que puedan romper ese embrujo… se trata de una historia que empezó en los años 90 y que se alarga hasta nuestros días, aunque puede que estemos a escasas horas de anunciar el fin de la maldición.
94C-V – Caja de cambios – 90 minutos
Aunque la edición de 1994 no trajo el primer podio de Toyota en las 24 horas de Le Mans (este había llegado con el segundo puesto en 1992), sí trajo la primera gran decepción de la marca japonesa en la legendaria cita francesa. Después de años con doble línea técnica gracias a la dualidad de las clases C1 y C2, en 1994 el Grupo C desapareció de forma definitiva. Aún así, las nuevas normativas permitían la participación de los recientes C2, de manera que Toyota pudo dejar de lado el TS010 para centrarse en su renovado 94C-V (en realidad un 92C-V modificado a 93C-V y finalmente a 94C-V, pero prácticamente era el mismo coche). Siendo la de 1994 una edición ‘extraña’ de las 24 horas de Le Mans, Toyota se encontró peleando con el Dauer Porsche, un 962 de calle bajo la normativa GT1. Una pequeña trampa de Porsche que les valió una victoria con apoyo oficial… pero si ese triunfo fue posible, ello se debe en parte al drama sufrido por Toyota, cuyo coche número 1 sufrió problemas en la caja de cambios a falta de una hora y media para el final, cuando ocupaba la primera posición. Era el coche del equipo privado con apoyo oficial SARD en el que militaban Eddie Irvine, Jeff Krosnoff y Mauro Martini; el coche en el que debía haber estado Roland Ratzenberger. No llegó el homenaje. No llegó la victoria. La maldición de Toyota en Le Mans había empezado.
GT-ONE – Caja de cambios – 80 minutos
El debut del Toyota GT-ONE fue algo digno de recordar. Después de la ausencia de la marca en 1997, volvían con su primer prototipo desde 1994 (entre medias había competido el Supra por una parte y un SARD con motor Toyota por otra), de nuevo con el objetivo de ganar. La máquina elegida por Toyota para volver a asaltar las 24 horas de Le Mans era tan espectacular a nivel visual como competitiva en pista. El GT-ONE lo tenía todo para ser el vehículo que llevara a Japón de vuelta al triunfo de Le Mans… pero las cosas no fueron como se esperaba. De entre los tres coches inscritos, solo uno llegó a la meta con una decepcionante posición. Los otro dos tuvieron que retirarse, incluyendo un abandono del coche número 29 por culpa de la rotura de su transmisión cuando lideraba la prueba a falta de menos de una hora y media para el final. Esto dejó en manos de sus rivales de Porsche la victoria… una vez más. Era el primero de los dramas que viviría un GT-ONE destinado a pasar a la historia pero no a lograr el éxito para el que había sido concebido.
GT-ONE – Doblados y pinchazos – 45 minutos
La segunda intentona de Toyota con el GT-ONE no fue más exitosa que la primera, aunque sí igual de decepcionante por culpa de los doblados, que forzaron a los espectaculares prototipos en su nueva versión GTP a tomar los arcenes con demasiada agresividad. Ello causó sendos pinchazos en dos de los coches de Toyota, destacando el del coche número 3 en el que Ukyo Katayama estaba luciéndose. El piloto japonés había empezado su stint muy lejos del BMW líder y lograba estar a poco más de 40 segundos a falta de 45 minutos para el final de carrera. Siendo entre 3 y 4 segundos más rápido por vuelta y con tiempos de tres minutos y medio, quedaban trece vueltas por delante y la posibillidad de reducir entre 39 y 48 segundos. Apenas suficiente para lograr la victoria pero desde luego, agobiante para el líder de carrera. No podría decirse que la carrera estuviera ganada para Toyota, pero la opción estaba ahí con más velocidad que nadie más en pista y un pinchazo que lo fastidió todo. El segundo puesto final a duras penas servía como compensación.
TS040 – Cableado – 10 horas
La cuarta gran oportunidad de ganar en Le Mans llegó para Toyota en 2014. Con un nuevo TS040 que resultaba espectacularmente competitivo y mucho más veloz que las máquinas de sus rivales, parecía que los japoneses lo tenían todo de cara. Sus dos coches habían logrado un doblete en Silverstone y un primer y tercer puesto en Spa-Francorchamps. Pero en Le Mans, su fortuna iba a cambiar. Durante la tarde del sábado, un accidente entre el Toyota número 8 y el Audi número 3 que hacía de tercer coche de la marca alemana acabó con ambos favoritos fuera de contención. Fue un milagro que el coche número 8 lograra terminar la carrera en tercera posición, a cinco vueltas de los ganadores… que tampoco fueron de Toyota. Quizás debería haberlo sido. El número 7 encabezó la carrera durante más de nueve horas pero a falta de diez horas para el final, el coche que pilotaba Kazuki Nakajima se quedó inexplicablemente parado. El problema, una parte del cableado, a menos de media carrera para el final. Sí, faltaban aún unas diez horas de competición pero con el ritmo del TS040 y con tres victorias en las cinco carreras siguientes, queda claro cual era el potencial.
TS050 – Turbo – 4 minutos
La experiencia más dura fue, sin duda, la de 2016. Después de una carrera espectacular hace dos años, todo parecía indicar que Toyota iba a llevarse por fin la victoria en la legendaria prueba francesa cuando en lo que habría sido la antepenúltima vuelta, el TS050 número 5 que en aquel momento pilotaba Kazuki Nakajima empezó a reducir el ritmo. «I have no power!» gritaba el piloto japonés por radio, desesperado. Apenas cuatro minutos para el final y el coche iba perdiendo fuelle. Al llegar a la línea de meta, el líder de carrera pareció expirar, quedando parado justo delante del box de Toyota. Apenas unos segundos después, el Porsche número 2 pasaba por su lado y le superaba, tomando el liderato de la carrera a menos de cuatro minutos para el final. Dos vueltas que habría dado el Toyota. Dos giros que se habrían traducido en menos de siete minutos. No pudo ser, pero además sucedió de la forma más cruel, con la bandera de cuadros prácticamente a la vista. Puede que Toyota no venciera las 24 horas de Le Mans pero sí se ganaron el respeto de todos los rivales como campeones de las 23 horas y 56 minutos de Le Mans.
TS050 – Los 45 minutos infernales
De cara a 2017, en Toyota hubo que hacer acopio de toda la fortaleza de espíritu para volver a encararse a Le Mans y a sus rivales. Después de lo ocurrido el año anterior, cualquiera habría huído pero en TMG prepararon una máquina más competitiva para competir con más garantías, añadiendo una tercera unidad para asegurarse el tiro. Esta tercera unidad no era pagada por los espartanos japoneses, sino por la propia TMG, que había ido ahorrando año tras año para poder traer un tercer coche en el momento adecuado. Y este era el momento. Alineación de lujo, una pole position sideral de Kamui Kobayashi y unas primeras nueve horas y tres cuartos sin problemas. Pero lo importante no es cómo empieza, sino cómo acaba… El coche número 7 de Mike Conway, Kamui Kobayashi y Stéphane Sarrazin andaba en cabeza pero tras 9 horas y 45 minutos de carrera, todo comenzó a torcerse.
Al acabarse el primer periodo de coche de seguridad, el TS050 líder tuvo un problema al salir del pit-lane y fruto del sobrecalentamiento, el coche acabó cediendo. Luego se sabría que el problema había venido tras una confusión con el piloto francés Vincent Capillaire. Mientras tanto, el Toyota número 9 subía a la segunda posición… pero un golpe con un doblado dañó la suspensión posterior izquierda de forma terminal. Apenas 45 minutos después de la retirada del coche número 7, el número 9 llegaba al final del camino. Por su parte, el coche número 8 había tenido problemas en el sistema híbrido y estaba fuera de contención. Toyota volvía a ser víctima de su particular maldición. Todo esto sucedió la última vez que Toyota se enfrentó a su némesis particular. Para 2018, sin otros LMP1 oficiales, parecería que la carrera no tuviera emoción y que los japoneses vayan a pasaearse. Pero temáticamente, su primera victoria no podría tener una mejor historia. Toyota ya ha demostrado que puede batir a sus rivales. Ahora, hay que batir a Le Mans.