Tras la resaca del Monza Rally Show disputado este fin de semana y a la espera del Memorial Bettega que se disputará el próximo fin de semana con nombres como el de Kalle Rovanperä, Teemu Suninen, Oliver Solberg o Marquito Bulacia, los rallyes afrontan un largo valle hasta la llegada del Rallye de Monte-Carlo 2018. Buen momento sin duda para tirar de algo de historia y echar un vistazo al pasado, cuando incluso los Alfa Romeo 155 V6 Ti DTM eran vehículos susceptibles de competir en esta disciplina.
Porque, aunque pueda parecer un invento de la era de Internet y propiciado por el boom del RallyCross, el Monza Rally Show es una prueba clásica que en 2018 cumplirá cuatro décadas de existencia, la cual, ha contado con la participación de algunos de los mejores pilotos de la historia de la Resistencia, Fórmula 1, rallyes y de las dos ruedas. En lo que respecta a las mecánicas, también hemos visto a la flor y nata competir sobre el asfalto y la tierra de los tramos que se han dibujado por las instalaciones del Templo de la Velocidad, incluso por sus caminos de acceso y bosques.
Obviamente han sido los coches de rallyes los que han tenido una presencia especial en la prueba, la cual no se puede considerar como un rally propiamente dicho, pero sí como el mejor de los ejemplos de la disciplina denominada como RallyCircuit, la cual tiene desde hace años su principal apoyo en Italia. En la década de los ochenta, decenas de Grupo B compitieron en la cita, llegando a tener en 1985, nueve unidades del Lancia 037 clasificadas entre los 10 primeros vehículos de la general final. La única excepción en ese Top Ten sería la del Porsche 911 de los Alessandrini. Más de tres décadas después, los World Rally Cars 1.6 turbo y los R5 pueblan la lista de inscritos (22 y 45 respectivamente, este año), un verdadero espectáculo con las comodidades que reporta el disputarse en un circuito.
Sin embargo, este protagonismo de los coches de rallyes no siempre ha sido así, e incluso podemos decir que hemos visto que, en los noventa, esta filosofía de participación mutó y abrió la puerta a verdaderas excentricidades como las de ver prototipos más propios de circuitos, batirse el cobre con vehículos GT como los Ferrari 355 Challenge o Lamborghini Diablo. De esta forma, no fue extraño por ejemplo ver a Miki Biasion y Alex Zanardi competir al volante de los Lancia Delta SS GS del equipo Beta construidas por Mauro Nocentini, lo que no dejaba de ser el chasis del Delta llevado al límite, tanto en términos de potencia (su fiabilidad fue desastrosa) como de aerodinámica.
Este prototipo no hacía otra cosa que aceptar el reto lanzado por Alfa Romeo sólo dos años antes, cuando tras una participación con el 155 GTA en 1992, el equipo del Quadrifoglio decidió alienar en el Monza Rally Show de 1994 dos 155 DTM para Giorgio Francia y Michele Alboreto. El primero se llevaría la victoria del rally, el segundo, copilotado por Arnaldo Bernacchini (padre del también copiloto mundialista, Giovanni Bernacchini) se llevaría el Masters Show, después de tener que abandonar en la primera jornada de la prueba por un accidente.
Sin duda, sería una de las pocas oportunidades, por no decir la única, de ver el Alfa Romeo 155 DTM equipado con dos baquets y el nombre de piloto y copiloto estampados en su carrocería, recordando que esta primera versión tenía un V6 de 2.5 litros que era capaz de empujar hasta los 420 CV su poco más de una tonelada de peso. Tracción total ideada para competir en el DTM y que en este caso se adaptó a la perfección al Monza Rally Show a pesar de tener que afrontar horquillas, chicanes rápidas y la entrada al antiguo ovalo.