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Un minuto para la medianoche. El recuerdo imperecedero a Ayrton Senna

Era la medianoche del 1 al 2 de mayo de 1994 y alguien no podía contener las lágrimas. Su ídolo, su amigo, su hijo o su rival acababa de fallecer solo unas horas antes en el Circuito de Imola. Aquel espectacular Williams FW16 con motor Renault se salió recto y terminó contra las protecciones en Tamburello después de romperse la columna de dirección soldada. Pocos lo sabían en esos momentos, mientras las asistencias médicas se afanaban en atender al piloto, sin embargo, Ayrton Senna había fallecido en el Gran Premio de San Marino, lugar en el que solo un día antes también había dicho adiós Roland Ratzenberger. No había consuelo para nadie aquella noche de hace 25 años.

Un cuarto de siglo después sigue siendo muy difícil encontrarlo. Año tras año se le ha recordado, con la idea en mente de que iba a ser inevitable que el año del 25 aniversario de su muerte iba a ser incluso más difícil terminar el día sin derramar una lágrima por alguien que el pasado 21 de marzo hubiera cumplido 59 años. Leyenda de la Fórmula 1 a sus 34 años, todo el mundo esperaba a ver cuál sería el siguiente paso del brasileño, la siguiente genialidad, su próximo hito para el recuerdo.

Aquel 1 de mayo de 1994, tras siete vueltas al circuito de Imola, Senna pasó de ser historia de la Fórmula 1 a ser eterno. 41 victorias, 65 poles, 19 vueltas rápidas, 80 podios y tres títulos mundiales en menos de 11 temporadas. Son datos imposibles de olvidar, algunos seguro que son capaces de recitártelos de carrerilla, casi con mayor exactitud que una tabla de multiplicar. También muchos recordarán aquellas palabras de María Teresa Fiandri, Médica encargada del Hospital de Bolonia que fue la encargada de anunciar el fallecimiento Ayrton Senna da Silva, frases que muchos reporteros y periodistas no pudieron reproducir sin evitar caer casi en un doloroso sollozo.

Su país natal cayó en un profundo duelo. En un lugar en el que el fútbol es capaz de mover a millones de personas, muchos dejaron de soñar con ser Bebeto o Pelé para verse sentado en un monoplaza mientras cruzaba la meta del Gran Premio Brasil en un estallido de júbilo sin fin por parte de la torcida brasileira. Tres días de luto que no reflejaban el pesar general que duró semanas. El corazón de la Fórmula 1 había dejado de latir a las 18h40. Con él también se fue una parte de todos aquellos aficionados o personajes que rodean el Gran Circo, hasta el punto de que Alain Prost llegó a decir que «cuando murió, dije que sentía que una parte de mí también había muerto«.

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Iván Fernández

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