Sera un año distinto en lo referente a las competiciones del motor. Si finalmente la pandemia evoluciona favorablemente y se pueden recuperar las competiciones automovilísticas con la llegada del verano, estaremos frente a una de esas ediciones de las respectivas carreras que se quedarán grabadas en los libros de historia por las especiales circunstancias que rodearon a cada una de ellas. Esto será incluso más destacable para aquellas citas únicas que tradicionalmente han estado ligadas a una fecha.
Para que nos hagamos a la idea, cuando las IndyCar Series anunciaban hace unas horas que las 500 Millas de Indianápolis pasarán a celebrarse el domingo 16 de agosto, abandonando su fecha de mayo, esto se convertía en una situación anómala para la prueba, la cual no ha abandonado su lugar en dicho mes primaveral desde que la segunda Guerra Mundial provocara su cancelación en la década de los cuarenta. Únicamente en 1986 se produjo el curioso hecho de que la lluvia provocara varios aplazamientos, lo que llevó a que la carrera terminara seis días después de ver la bandera verde ondear al cielo del icónico circuito estadounidense.
Ojo con el calor en las 500 Millas de Indinápolis:
La popular Indy500 afrontará por tanto un reto distinto, teniendo que correr casi tres meses más tarde que la fecha que le suele corresponder. En este punto, las principales preocupaciones para los pilotos deberían ser la gestión de neumáticos (con altas temperaturas el desgaste de las gomas suele ser mayor) y especialmente la introducción del nuevo AeroScreen de Red Bull Technologies. Recordemos que, durante los test, una de las quejas más repetidas durante los test ha sido precisamente que el cockpit alcanza temperaturas muy altas, solicitando que se mejorara el flujo de aire que entra dentro del mismo.
Ahora imaginemos una carrera el 23 de agosto, bajo el sol de Indiana y con 200 vueltas por delante al Speedway. Será sin duda aún más importante el llegar preparado físicamente, algo que no será sencillo, especialmente si se mantiene mucho más el confinamiento. Por si fuera poco, de haber temperaturas más altas también se puede ver disminuida la potencia disponible por parte de los motores, así como aumentar el consumo de combustible. Repetimos, todo ello siempre que se estemos frente a un día caluroso en Estados Unidos.
Más horas de noche en Le Mans:
El resto de citas que conforman ese calendario de pruebas míticas también se verá afectado, especialmente por aquellas que se irán a los últimos coletazos del verano, con la resistencia afrontando dos semanas de auténtico infarto con las 24 Horas de Le Mans y las 24 Horas de Nürburgring. La prueba alemana está acostumbrada a la impredecible meteorología que se da en las montañas de Eifel, por lo que a nadie le debería sorprender que el Infierno Verde se vea obligado de nuevo a sacar el chubasquero del 24 al 27 de septiembre.
Tanto Nordschleife como La Sarthe estarán durante más horas bañadas por la oscuridad de la noche, especialmente si tenemos en cuenta que las horas de luz solar en mayo suele estar en torno a las 15 horas, cifra incluso mayor en junio, en las fechas de las 24 Horas de Le Mans, mientras que en septiembre difícilmente se superan las 12 horas. La prueba francesa se puede ver seriamente afectada respecto a su fecha tradicional, ya que ahora encuadrada del 19 al 20 de septiembre habrá una clara diferencia en lo referente a los datos con los que cuentan los equipos de las ediciones anteriores, especialmente en materia de temperaturas durante la noche y en la capacidad para poner en el rango óptimo a los neumáticos, algo que en los prototipos es incluso más crítico.
Lo primero que pensé fue en los neumáticos. Mantener los neumáticos a temperatura durante la noche ya podría ser complicado en junio, pero a finales de septiembre, corremos el riesgo de encontrar aún más problemas. Y especialmente porque la noche obviamente será más larga. Pero tenemos tiempo para pensarlo – Pascal Vasselon, director técnico de TMG, a AUTOHebdo
La ‘carrera hacia las nubes’ con el cielo despejado:
Todo son quebraderos de cabeza por lo tanto para equipos, pilotos y responsables técnicos. Aunque esta situación no solo afectará a los circuitos. Buena muestra de ello será la subida a Pikes Peak, la cual, al igual que la Indy500 ha pasado al mes de agosto, concretamente al fin de semana del 30. ¿Cómo afectará la meteorología propia de dicho mes a la carrera? Al igual que con Nürburgring se trata de toda una incógnita, especialmente debido a que hasta la cumbre, los competidores se suelen encontrar con condiciones cambiantes, e incluso la nieve y el granizo se suelen dar en los últimos kilómetros hasta coronar la cima a los 4.302 metros de altitud. La niebla matinal seguramente tenga menos impacto, especialmente en 2020, edición en la que recordemos que no competirán las motos tras el accidente mortal sufrido el año pasado por el piloto de Ducati, Carlin Dunne.