Nos quejamos, nos saca de quicio, nos aburre y muchas veces nos preguntamos qué estamos haciendo viéndola, sin embargo, es capaz de movernos una y otra vez hasta la grada o delante de la pantalla a través de esa pasión que nos une. No siempre es fácil comprender que durante más de 20 fines de semana al año nos congreguemos de forma puntual para ver un espectáculo que a veces no hace honor a dicha palabra, pero que en otras nos recompensa con carreras inolvidables como la que vivimos el pasado domingo en el Gran Premio de Austria.
Es precisamente ese sentimiento que no se puede ver el mismo que nos lleva a conocer historias como la de Andrew Walker, un seguidor que se quedó sin visión en 1997 y uno de sus últimos recuerdos se remonta precisamente a la apariencia de los monoplazas de esa época dorada de la Fórmula 1, y más concretamente, de aquel Williams FW14B que a muchos encandiló con sus formas, colores y sonido, además de sus pilotos.
Mercedes-AMG F1 se puso en contacto con los de Grove para que estos le cedieran una de las unidades de dicho modelo, permitiendo que Andrew pudiera refrescar de nuevo a base del tacto esa imagen mental del Williams que todavía permanece en su cabeza. Después llegaría la oportunidad de establecer las novedades técnicas con los monoplazas modernos, destacando el W09 que se encontraba a la entrada de Brackley dispuesto a la perfección para que este aficionado pudiera comprobar las novedades.